La Misión de Transformación del Campo (MTC) entregó al Gobierno nacional el primer paquete de recomendaciones de política, para impulsar el motor de la agroindustria. De acuerdo con un análisis de la ANIF, allí se plantearon iniciativas alrededor de los derechos sociales de la población rural, tales como: nutrición, educación y salud, entre otros.
Indica la Asociación que “sin embargo, no resulta del todo convincente ni la estrategia financiera-fiscal, ni la de gestión, sobre cómo se pondría a marchar el aparato productivo para lograr semejante transformación, requerida para volver la agroindustria en nuevo motor de crecimiento económico, como lo observado, por ejemplo, durante 1964-1972”.
ANIF ha venido mencionando que los esfuerzos deben ser dirigidos a promover la inversión productiva en el sector rural por parte del sector privado. Solo a través de la generación de empresariado, acompañada de inversión pública focalizada en la provisión de bienes públicos (asistencia, riego, drenaje y vías terciarias), se estaría evitando continuar con la “atomización” en la tenencia de la tierra, su empobrecimiento y el desplome de su productividad multifactorial.
En un sector rural donde la productividad es baja, la mano de obra calificada es escasa, hay envejecimiento de la población y existe crisis de rentabilidad (que restringe las mejoras productivas y tecnológicas), lo que requiere inyección de capital privado en grandes cantidades para así garantizar la seguridad alimentaria del país.
Señala la entidad que en países como Estados Unidos y el Reino Unido, la inversión agrícola incluso ha trascendido a la de provisión de bienes públicos, involucrando cada vez más al mercado financiero. Su uso no solo ha facilitado el manejo del riesgo por parte de los productores, sino que también ha entregado retornos muy atractivos para los inversionistas en las últimas dos décadas.
Al analizar el retorno de inversiones en el agro colombiano, encontramos que el riesgo es igualmente moderado, similar al de inversiones en el agro de los Estados Unidos o del Reino Unido. No obstante, el retorno es muy inferior al registrado en el agro de los otros países (5,3% anual vs. 12% promedio). Ello se explicaría por la falta de competitividad de nuestro sector agrícola, la baja productividad de los factores de producción, una limitada provisión de bienes públicos y el escaso acceso a mercados financieros, todo lo cual cierra puertas a potenciales inversionistas.