En una noche de noviembre de 2019, el mapa político en el Reino Unido quedó pintado de azul. De norte a sur, de condado a condado, hasta en el mismo “cinturón de acero”, donde viven las clases obreras norteñas, el Partido Conservador había ganado en las elecciones generales que adelantó Boris Johnson, una figura indiscutible y popular de la derecha inglesa que logró conjugar una imagen fresca con un discurso que buscaba, en resumen, “sacar adelante el Brexit” (“Let’s Brexit done”, en inglés).
Al otro lado, desde la orilla de los perdedores, la izquierda navegaba en un mar de dudas. Jeremy Corbyn, su máximo líder, que se adscribía a las tesis de la “nueva izquierda” inglesa, entre las que se posicionan temas “woke” y ambientalistas por encima de políticas industriales y nacionalistas, era señalado de ser el máximo responsable de que los conservadores hubieran logrado la mayoría absoluta más grande la historia reciente en el Parlamento.
Desde aquella noche, todo ha cambiado. Los conservadores, lejos de la exitosa campaña de 2019, se encaminan a perder el gobierno este 4 de julio en las elecciones generales adelantadas, y no de cualquier manera. Todo apunta a que sufran una dura derrota electoral que desemboque en su peor crisis en la historia reciente.
Un mal resultado
Mientras que en el resto de Europa la mayoría de los países se inclinan por gobiernos de derecha o derecha dura, Inglaterra está cerca de virar a hacia la izquierda, no con Corbyn, sino con Keir Starmer, un líder socialista del norte del Reino Unido más institucionalista y socialdemócrata.
Las encuestas y sondeos preliminares avizoran unos resultados arrolladores a favor de los Laboristas. Según “The Economist”, del total de 650 sillas parlamentarias, los tories no alcanzarían más de 186, casi los mismos que los Liberales Demócratas, el tercer partido del Reino Unido, que suele quedar muy lejos de los dos partidos tradicionales y no ha podido romper el marcado bipartidismo que prima en el país.
La crisis de los conservadores se debe a varios factores. Entre ellos, el esperable desgaste después de 10 años en el poder y el mal manejo del covid y sus efectos posteriores, como una alta inflación y un aumento del costo de vida. El asunto, sin embargo, como dice el analista Peter Kellner, en “Prospect Magazine”, va más allá y apunta a que la “la desaparición del Partido Conservador, si es a lo que estamos asistiendo, puede atribuirse en gran medida al Brexit”.
El Brexit generó una expectativa tan alta que los conservadores, llamados a ejecutarlo, terminaron siendo víctimas de él. En un comienzo, el apoyo que tenían los conservadores de volcarse a defender el Brexit, situación que en un principio –en 2015– no había sido así fruto de una división interna entre los que apoyaban “salir” de la Unión Europea y los que estaban con “quedarse”, fue aumentando gradualmente.
“La proporción de votantes del ‘salir’ que respaldaron a los conservadores saltó del 45 % al 74 %. Los tories parecían haber construido una nueva coalición de votantes que redefinió el atractivo del partido y le permitió ganar una franja de escaños, sobre todo en el "muro rojo", donde nunca antes había triunfado”, escribe Kellner.
La mayoría de quienes masivamente votaron por Johnson, quien capitalizó no sólo los votos de derecha, sino muchos de izquierda molestos con las políticas de desindustrialización y la globalización, fue perdiendo fe en el partido.
En vez de mejorar la calidad de vida de las clases medias inglesas, ubicadas principalmente en zonas del norte y media del país, el Brexit frenó la economía inglesa, obligó a subir los impuestos y no trajo consigo una mejora del estado de Bienestar, en especial del servicio de salud, representado por la popular institución del National Health Service.
Sí impulsó unas políticas antinmigración mucho más duras, pero esta ha llevado a que Reino Unido pierda competitividad por la escasez de mano de obra cualificada y no cualificada; aún faltan camioneros que se fueron a Polonia, y así con muchas profesiones. Esto, en consecuencia, ha generado que los tories sean visto como “el partido que no ofrece ni prosperidad privada ni servicios públicos eficientes”, comenta David Gauke, exministro conservador, en “The New Statement”.
Limbo de valores
En los días en que se hacía campaña por abandonar o permanecer en la Unión Europea, un político se destacó por su discurso. Nigel Farage, en aquel entonces presidente y líder del Ukip, un partido populista y nacionalista euroescéptico, viajó por todo el Reino Unido vistiendo su clásica chaqueta de caza y su boina. Cada vez que llegaba a un pueblo o una ciudad, levantaba una pinta de cerveza. Su mensaje era claro: esto es ser inglés y ser inglés es salir de Europa.
Farage no sólo emergió como una figura populista en ek Reino Unido, sino que ha roto las bases históricas de los tories, acostumbrados desde los tiempos de Winston Churchill, Harold Macmillan, Edward Heath y Margaret Thatcher a seguir unas líneas programáticas generales, como competencia económica, prosperidad basada en la empresa privada, cohesión nacional, una red básica de estado de Bienestar y, como apunta Kellner, “una forma de patriotismo que buscaba relaciones comerciales sólidas con nuestros amigos más cercanos, especialmente en Europa”.
Para los brexiters, como Farage y Johnson, estas bases programáticas eran obsoletas o estaban lejos de satisfacer las demandas de las clases medias inglesas, necesitadas de un discurso más nacionalista que, por un lado, rompiera con Europa, y por el otro, conectara con la identidad de amplios sectores blancos ingleses que pedían menos migración, afectando, como se ha dicho, la productividad de las empresas privadas y su competencia económica. Se trató de un manifiesto que desbarajustó la doctrina de un clásico Partido Conservador, preso de la ansiedad populista sobre todo de las voces más jóvenes, como Johnson.
A dos semanas de las elecciones generales anticipadas, los tories, bajo el mando de Rishi Sunak, se preparan para una derrota histórica que tiene un responsable claro: el Brexit y todos los populistas que, impulsados por su propia necedad, hoy están sepultando cualquier aspiración política de los conservadores en el Reino Unido.
*Analista y consultor. MPhil en Universidad de Oxford.