La última vez que Xi Jinping visitó Europa, el mundo era otro. Transcurría 2019, no había pandemia y los planes de Rusia estaban lejos de materializarse en Ucrania. Muchas cosas han cambiado. Los efectos de la pandemia y la invasión rusa a Ucrania han hecho que se genere, como dice la revista “The Economist”, “un cisma en las relaciones económicas y diplomáticas entre Pekín y Occidente”.
En un intento por mejorar los lazos con China, Emmanuel Macron –hoy máximo líder de Europa– recibió esta semana al presidente chino en los Pirineos franceses, en una visita oficial de dos días a Francia, parte de la celebración por el aniversario 60 del inicio de las relaciones entre ambos países y la invitación de vuelta tras la visita de Macron a Guangzhou, China, en 2023.
La visita se ha dado en un momento difícil para la relación entre el bloque y el gigante asiático. Europa acusa a Pekín de competencia desleal y monopolio tecnológico, y busca reducir su dependencia de las exportaciones chinas, en especial de las tecnológicas. La Unión Europea, en declaraciones oficiales, habla de “reducir riesgos con China”. El gigante asiático, por su parte, ha guardado silencio y mantiene una posición estratégica en territorio europeo, con ciertos países que tienen interés en recibir la financiación china para sus proyectos ferroviarios y de infraestructura.
Sobre los países interesados, Xi Jinping no ha visitado Berlín o Londres y ha preferido afianzar los acuerdos comerciales y políticos con Hungría y Serbia, dos incómodos miembros de la UE y la OTAN, que tienen posiciones contra el bloque europeo y mantienen vínculos con Pekín y Moscú, a pesar de la postura de Bruselas contra Vladimir Putin por la invasión a Ucrania, que ya cumple más de dos años.
Luego de su paso por Francia, Xi Jinping ha viajado a Hungría y Serbia para fortalecer su alianza con estos dos países, que hacen parte de la iniciativa china “la Franja y la Ruta”, un proyecto global de infraestructura con alcance mundial. China financia la construcción de un tren de alta velocidad entre Belgrado y Budapest, la capital húngara, con el cual ha logrado que Hungría se atrinchere contra la UE cuando intenta tomar decisiones contra China por la violación de derechos humanos.
Una tregua
Esta semana, Hamás aceptó el cese al fuego negociado en Egipto con Israel, con el que se busca la liberación de prisioneros por secuestrados y el fin temporal de las hostilidades por 40 días. El grupo fundamentalista, en los últimos días había dicho que sólo firmaba un cese al fuego total o un acuerdo que pusiera fin a las acciones de los israelíes en la Franja de Gaza, que esta semana continuaron con la entrada de un contingente militar israelí a Rafah. A pesar de la negativa inicial, Hamás espera que en los próximos días pare sus operaciones militares e inicie una temporada corta de paz en la región, luego de más de ocho meses de enfrentamientos que han dejado más de 34.000 muertos, según reportes de las autoridades gazatíes.
Si en Medio Oriente se está logrando este tipo de acuerdos parciales, la comunidad internacional espera que pronto Ucrania y Rusia también lleguen a un cese al fuego, tras más de dos años de guerra. En una declaración conjunta, Xi Jinping ha dicho: “como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, China pide, junto a Francia, una tregua en el mundo entero para los Juegos Olímpicos”, que empiezan el 26 de julio.
La realidad es que, aunque Pekín y París comparten esta iniciativa, las diferencias entre los dos frente a la guerra en Ucrania son sustanciales. El presidente chino apoya a Vladimir Putin en su apuesta por reconquistar territorios que, según su lectura, han pertenecido a Rusia, nunca ha condenado la invasión rusa a territorio ucraniano y cataloga lo que pasa en esa zona como un “conflicto”, en vez de llamarlo una guerra.
China no suele apoyar de manera directa o explícita a sus aliados como Estados Unidos. A Rusia no le ha enviado armadas ni piensa hacerlo, como declaró Xi Jinping esta semana en París. “Nos comprometemos a no enviar armas a Rusia”, dijo el presidente chino. Este compromiso no incluye, sin embargo, su ayuda comercial a Moscú. Para Washington, es claro que Chine le permite a Rusia realizar millones de transacciones comerciales en su país con las que Putin ha podido fortalecer sus capacidades armamentísticas.
En cambio, Macron viene siendo el mayor contradictor de Putin en Europa. La revista “The Economist” lo entrevistó la semana pasada y ha vuelto a insistir en que Europa no debe dudar en el envío de tropas al frente de guerra en Ucrania, si sigue escalando la confrontación. El presidente francés ha firmado un acuerdo con Ucrania para el envío de armas por 3 billones de euros durante 2024. “Tenemos que estar preparados para protegernos”, ha expresado.
Los contrastes entre ambos líderes representan de manera más fidedigna el momento actual que los anuncios oficiales sobre una posible tregua en Ucrania antes de los Juegos Olímpicos. China ha tomado más distancia de Europa en medio de, como ha dicho el presidente francés, un cambio del orden mundial que enfrenta tres amenazas claras: la geopolítica, la tecnológica y el retroceso democrático.
“Europa sólo se alineará más estrechamente con EE.UU., tanto para la seguridad como para el crecimiento económico”, explica Yanmei Xie, analista de la consultora pekinesa Gavekal, a “The Financial Times”. “El intento de Macron de entablar una amistad con Xi en los Pirineos no cambiará esta situación”.
Por más diplomacia y anuncios oficiales, China sigue jugando sus cartas y en la mesa Rusia y los países euroescépticos (Hungría y Serbia) son más cercanos a sus intereses que una Francia que representa a la Unión Europea, cada vez más alejada de Pekín.
*Analista y consultor. MPhil en Universidad de Oxford.