EL TIEMPO es corto y los desafíos tan colosales como peligrosos. Sin embargo, Daniel Noboa Azín tiene la convicción de que podrá sacar a Ecuador de la tormenta violenta que vive desde seis tres años, fruto de la ‘enquistamiento’ del narcotráfico.
A sus 35 años, con poca experiencia política pero confiado en que devolverá algo de paz al país, Noboa inicia hoy una carrera contra el tiempo y que por las circunstancias actuales es de alto riesgo, inclusive para su vida, al tomar posesión del cargo como presidente, para completar el período del actual mandatario, Guillermo Lasso, quién en la antesala de un juicio político sin fundamento acudió a la figura de la ‘muerte cruzada’ con lo que disolvió el Parlamento y convocó a elecciones generales, que fueron las más convulsas en la historia reciente del país por el asesinato de un candidato presidencial y varios aspirantes a cargos regionales.
Así, en un mandato de 18 meses, este joven y exitoso empresario, concentrará todos sus esfuerzos en frenar el terror que vive Ecuador, que pasó de ser en pocos años un país de relativa paz a un territorio de operaciones de carteles de México y Colombia, que en asocio con bandas locales introdujeron cruentos métodos criminales, permitiéndoles controlar desde cárceles hasta poblados enteros, siendo la provincia de Guayaquil la más afectada.
Noboa se autodefine como de ‘centro-izquierda’, pero tanto su triunfo en las urnas como su agenda programática para combatir la inseguridad y la corrupción son claros ejemplos de su pensamiento de centro-derecha.
En ese marco propone implantar un sistema de jurados exclusivos para delitos graves, militarizar las fronteras con Colombia y Perú para frenar el mercado narco y crear barcos prisiones para los reclusos más violentos le dieron el voto del 52% de los electores con un clamor unánime: más seguridad en medio de la guerra entre carteles.
Sin descuidar la economía, el joven presidente asumirá el mando con la inseguridad como el gran desafío, en previsión de que ese país cierre el año con niveles máximos de homicidios, producto de, como reseñamos, el auge de la delincuencia organizada.
Tras un pico de muertes violentas en 2008, con 18 homicidios por cada 100.000 habitantes, el dato fue descendiendo hasta remontar de nuevo en 2017, primero de manera tímida y ya de forma exponencial a partir de 2020, cuando el dato se acercó de nuevo a los 14, según las estadísticas recogidas por la Policía.
El mandatario saliente, Guillermo Lasso, asumió en mayo de 2021 las riendas de Ecuador ya con una inseguridad al alza y dejará la Presidencia con niveles máximos, sin precedentes desde que existen registros. Al récord de 2021 -19,66 homicidos por cada 100.000 habitantes- le siguió un nuevo hito al año siguiente, cerrado con 25,32 muertes violentas por cada 100.000 ciudadanos.
El Observatorio Ecuatoriano de Crimen Organizado que elabora la Pan American Development Foundation (PADF) prevé que el país sudamericano cierre este año por encima de los 7.000 homicidios, lo que implicaría que la tasa se disparase incluso a más de 32. Ya con los datos del primer semestre, la cifra de homicidios representaba cerca de un 530 por ciento más que en el mismo periodo del año 2019, cuando se consolidó la actual escalada.
El Gobierno tiene claro el diagnóstico, ya que considera que la "delincuencia común" ha dado en los últimos años un "salto" al nivel de "delincuencia organizada". Nueve de cada diez homicidios derivan de acciones de este tipo de grupos, con especial incidencia en seis provincias, reconoció esta misma semana el actual ministro del Interior, Juan Zapata.
Lo hizo ante el Consejo de Seguridad Pública (Cosepe), el principal órgano asesor del presidente en esta materia, y en una reunión a la que también estaba invitado Noboa, dentro de una etapa de transición de poderes que ha implicado citas entre dirigentes salientes y entrantes durante estas últimas semanas.
La misma noche electoral, el empresario reconvertido a político prometió trabajar en aras de un "nuevo Ecuador", con el objetivo de "reconstruir un país que ha sido gravemente golpeado por la corrupción, la violencia, el odio".
La inseguridad también ha ocupado un papel predominante en el discurso pronunciado esta semana tras recibir las credenciales como presidente electo, de nuevo cargando contra la "impunidad" y contra la "corrupción", con la vista puesta tanto en los grupos criminales como en la clase política.
Estado de excepción
Lasso, que forzó la convocatoria de elecciones anticipadas, ha recurrido en varias ocasiones a la adopción de medidas excepcionales para combatir la inseguridad. En plena campaña electoral, y como respuesta al asesinato de uno de los candidatos, Fernando Villavicencio, promulgó un estado de excepción para ampliar los poderes de las principales fuerzas de seguridad y restringir libertades.
La Constitución contempla esta figura en caso de "agresión, conflicto armado internacional o interno, grave conmoción interna, calamidad pública o desastre natural" y Lasso ha recurrido a ella de forma específica también para contener la violencia en el sistema penitenciario. Unos 470 presos han muerto desde el año 2020 por incidentes en cárceles, con masacres que superan incluso los cien fallecidos.
Noboa quiere convocar en sus primeros cien días de mandato una consulta popular en la que propondrá revisar el actual papel de las Fuerzas Armadas para fortalecer la lucha contra el crimen organizado y la delincuencia, ya que hasta ahora su despliegue está limitado a situaciones de estado de excepción. La oficina de Derechos Humanos de Naciones Unidas ya avisó en su último informe de que este tipo de medidas excepcionales deben respetar "los principios de legalidad, necesidad, proporcionalidad y no discriminación".
"Las autoridades tienen que proteger la vida de las personas, incluidas las de aquellas que están bajo custodia del Estado. Las medidas de emergencia -incluido el uso de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad pública- pueden aplicarse, pero deben estar limitadas en el tiempo y ser excepcionales", señaló en julio el Alto Comisionado de la ONU, Volker Turk.
Más retos
Para que su lucha contra la violencia narco sea efectiva, Noboa debe atacar simultáneamente varios frentes, que van desde retomar el control de las cárceles y depurar las fuerzas de seguridad, hasta reforzar el servicio de inteligencia, blanco en los últimos meses de pugnas políticas.
Como se conoce, uno de los primeros síntomas del repunte de la violencia fueron las masacres simultáneas en cuatro cárceles en febrero de 2021, por choques entre bandas rivales. Desde entonces, al menos 460 reclusos han muerto en enfrentamientos, algunos transmitidos en vivo por redes sociales.
En ese contexto su plan de aislar a los reclusos en barcos cárceles. Pero analistas como Renato Rivera, coordinador del Observatorio Ecuatoriano de Crimen Organizado advierten que puede fracasar si no se garantiza una vigilancia con agentes incorruptibles.
“Las instituciones vinculadas a la seguridad no confían entre sí, los funcionarios podrían ser captados por el crimen organizado y "las soluciones se van a convertir en un problema adicional", sostiene el experto, al tiempo que destaca que implementar esa propuesta además de un alto costo demandará tiempo.
Para David Chávez, analista político de la Universidad Central, "es indispensable una muy agresiva, rápida y eficaz depuración de las fuerzas de seguridad que evidentemente están infiltradas por el crimen organizado".
Y otro frente, igual de importante, es reforzar el servicio de inteligencia, lo que se suyo implica un cambio radical, ya que tras haberse convertido en un ‘botín político’ no está cumpliendo a cabalidad sus funciones.
Es "un sistema de inteligencia totalmente debilitado que no está previniendo, no está generando alertas" para combatir el crimen y reducir las muertes, señala Rivera, quien asegura que la tasa de homicidios es el principal termómetro con el que será medido el nuevo presidente.
Si logra "reducir en al menos dos o tres puntos la tasa de homicidios o cortar esa tendencia al alza, puede tener resultados exitosos en 17 meses" de gobierno, explica el experto.
Como se ve, la tarea del novel presidente ecuatoriano se vislumbra compleja y muy riesgosa. Si en su corta gestión logra frenar la agobiante violencia y mantener la economía en lento pero sostenido crecimiento -como está- podrá buscar otro mandato. /Redacción internacional con agencias