Erdogan, el “superpoderoso” | El Nuevo Siglo
Foto Xinhua
Sábado, 30 de Junio de 2018
Giovanni Reyes

OCURRIÓ el pasado domingo, 24 de junio de 2018. En esa fecha, Recep Tayyip Erdogan (1954 - ) logró mediante votaciones, darle una vuelta más al torniquete que lo afianza en el poder Ejecutivo en Turquía. Ahora ya no sobreviven dudas en cuanto a la eficacia de la maquinaria electoral que actúa como columna de sustentación en la carrera de Erdogan; colectividad de autoritarismos que no pierde una elección desde 2002.  Se trata del poder que el mandatario ejerce, sin interrupciones, desde el 14 de marzo de 2003, cuando comenzó a fungir como Primer Ministro. 

Como respuesta categórica, para quienes aún lo dudaban, ahora Erdogan -con todos los riesgos que para las libertades políticas implica- ha logrado que su agrupación, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) sea una fuerza mayoritaria en el Congreso.  Aunque en ello un dato muy importante: esa mayoría se logra mediante alianza con el ultra-derechista, Partido de Acción Nacionalista (MHP).

Sí, eso es cierto, pero también es necesario agregar que, al mantenerse esa unión operativa, el reelecto mandatario tiene un cheque en blanco, asegurando con ello, la aprobación de leyes e iniciativas de gobierno. Se estaría garantizando la gobernabilidad, en tanto se hace previsible que disposiciones que emerjan del legislativo aseguren los intereses de grupos hegemónicos.  Noticia nada alentadora para quienes abogan por una sociedad más incluyente y equitativa.

Esta reelección en todo caso, ocurre en un escenario caracterizado por notables dificultades económicas y sociales.  Es de tener presente que el mismo Erdogan adelantó los comicios ante lo que ha sido una significativa devaluación de la lira turca -de más de 5 unidades frente al dólar y al euro- y un alza en el índice de precios al consumidor, que supera el 12 por ciento tan sólo en el pasado mes de mayo.

Europa ha cuestionado con insistencia el contexto en el cual se desarrollaron estas elecciones.  Las mismas se llevaron a cabo con restricción por demás sistemática a la libertad de expresión.  Los reportes indican que se tuvo intervención de los medios de comunicación y que se procesan a periodistas críticos con el gobierno.  Estos factores se unen a las generalizadas purgas que se han ejecutado tras el fallido intento de golpe de Estado de 2016.

El reelecto mandatario cavila sus planes de gobierno atrincherado como está en el denominado palacio blanco de Ankara, la fastuosa edificación que se hizo construir pese a tener en contra órdenes judiciales.  Lo estrenó el 29 de octubre de 2014.  Ese portentoso palacio, con “mil habitaciones”, supera con creces la capacidad que tiene el Kremlin y la Casa Blanca. 

 

Allí atiende el consejo de familiares y amigos, amigos actuales, los de amistad pasada, como el expresidente Abdulá Gül o el ex viceprimer ministro Bülent Arinc, ya no son bienvenidos.  Ellos no le dicen a Erdogan cosas que gusten a este último. Tienen sus opiniones y criterios propios.  Por ello deben pagar ahora, con el destierro y el ostracismo.

En ese contexto, es de advertir que un clima de pesimismo ha ido extendiéndose en Turquía.  No hay motivos para vislumbrar una perspectiva alentadora.  Con los resultados de las recientes elecciones, el país prácticamente está abandonando la flexibilidad y un escenario más propicio para crear consensos, algo que propiciaba, con mayor énfasis, el régimen parlamentario.  Ahora se pone acento en un sistema con poderes casi totales en el presidencialismo.  Es el retorno de un país a los matices fuertes de lo premoderno, donde medran los rasgos del autoritarismo, el caudillismo, la tradición y las religiones.

Esas lúgubres proyecciones operarían, obviamente, en contra de consolidar el modernismo en este país del occidente asiático.  Ello se sustenta en varios componentes. Tómese nota, por ejemplo, que el voto del pre-cámbrico, asociado a posiciones ultra-nacionalistas del Partido de Acción Nacionalista (MHP), había optado por una opción alternativa a Erdogan en 2014,o bien, algunas de las facciones de esa colectividad habían llamado al voto en blanco o nulo.  Ahora esas fuerzas desempeñaron un papel decisivo en la reelección del mandatario.

¿Cuál es la factura que cobrará el MHP? ¿Cuáles son los alcances y la profundidad que ese cobro tendrá en la toma de decisiones políticas en Turquía?  ¿Cuáles son los contenidos de los cabildeos y las cuotas de poder que se están distribuyendo?  Vaya Usted a saber. Sea como fuere, el MHP actúa de manera “sencilla” y sin remilgos.  En los años setenta del siglo pasado, el MHP se hizo famoso por la promoción de acciones violentas, de linchamientos de opositores. Constituían un grupo de pistoleros, homínidos pura sangre, bastante emparentados con el Trump de Washington.

Un país con marcadas divisiones

Por otra parte, Erdogan entre todo y en relación con la geografía, enfrenta a un país con divisiones muy marcadas. Con un occidente laico con notable apertura e inclusión, con una cultura más amplia e influenciada por Europa.  Con base en ello, más propenso a los valores de la modernidad, en función de las instituciones, las leyes, la racionalidad de la ciudadanía y la democracia participativa.

Por el este, en particular la región sur-este, se tienen grupos kurdos.  Una población indoeuropea que carece de un territorio propio como Estado, y cuyos habitantes se distribuyen en países tales como Irán, Irak, Turquía, Siria y Armenia.  Nótese que los kurdos son unos 21 millones de habitantes, de un total de 81 millones de personas que constituyen la población del país de Erdogan.

En la región central de Turquía se asientan con mayor intensidad, los grupos que propugnan por el conservadurismo islámico.  Estos son los más proclives a las soluciones de fuerza, a la vehemencia de acciones de las fuerzas de seguridad, al ejercicio legítimo de la violencia para dirimir diferencias, y con ello, a conferir el rasgo premoderno a la actual Turquía. 

Estos últimos atributos son los más cuestionados por el liderazgo europeo. No es de olvidar la continuidad y largos procesos que adelanta Turquía en su intento por formar parte de la Unión Europea.  Situación que se ha visto dificultada por varias consideraciones no sólo culturales, sino de tratamiento de migración y de estructuras de decisión política.

Con los resultados de estas recientes votaciones, el mandatario reelecto va a concentrar con más intensidad, los poderes de jefe de Estado y jefe de gobierno. Algo que se había superado con el régimen parlamentario. Se diluyen desde ya las aspiraciones a resolver mediante mecanismos expeditos, los problemas de: (i) gobernabilidad, en función del nexo más directo con los grupos sociales; y (ii) de la revocabilidad de los mandatarios.

Que nadie se engañe: el autoritarismo va mostrando cada vez más sus fauces y pretensiones desde Estambul y Ankara, hasta las cumbres que superan los 5 mil metros de altura del Monte Ararat, en el oriente del país.

*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario. El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna.