¿Existe el madurismo en Venezuela? | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Martes, 6 de Marzo de 2018
Redacción internacional
A cinco años de la muerte de Hugo Chávez y en medio de la campaña presidencial, el desgaste popular de Nicolás Maduro es evidente, pero el régimen insiste en su reelección, a pesar de que en este tiempo muchos dudan de que haya construido un movimiento alrededor de su figura 

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“MADURO ha intentado crear una figura del madurismo; pero eso no existe”, dijo Diosdado Cabello en 2015, en una entrevista en Globo Visión. Apenas llevaba poco más de dos años en el poder y el número dos del chavismo, Cabello, definía que el Presidente, hoy buscando su reelección, era incapaz de crear su propio movimiento político.

Uno de los políticos más carismáticos en Latinoamérica, Hugo Chávez, murió ayer hace cinco años. Algunos venezolanos, adeptos a su imagen, que se ha convertido en algo más allá de la idolatría, celebraron el aniversario de su muerte, sacando pecho de lo que les entregó, de lo que significó para su país.

El uso desmedido de la imagen de Chávez, sin embargo, ha sido para los opositores una manera de esconder la falta de fuerza de Nicolás Maduro como figura política. Ellos dicen, y algunos chavista también, que el Presidente no ha construido, o, simplemente, no ha sido capaz, de lograr un movimiento dentro del oficialismo que se llame “madurismo”.

¿Existe el madurismo? Casi nadie se atreve a decir que sí, hasta dentro del mismo chavismo. La negación del mismo Cabello demuestra que, una vez más, volver a Maduro una figura política es tan inconveniente para sus copartidarios, pero no sólo eso: el Presidente no tiene las cualidades, ni vive un buen momento para convertirse en un símbolo.

El chavismo

Dicen, los oficialistas, que Chávez simplemente es irremplazable. Lo mismo decían los soviéticos de Lenin, pese a la obsesión figurativa de Stalin, o de Perón, aunque Eva hizo todo lo posible para revivir su popularidad.

El chavismo es una corriente política que sigue dominando algunos gobiernos de la región. Después de veinte años, Evo Morales, en Bolivia, y Daniel Ortega, en Nicaragua, evocan su forma de gobernar, pese a que en Venezuela, donde surgió el movimiento, Nicolás Maduro enfrenta una crisis humanitaria que pone en evidencia las vulnerabilidades del socialismo del Siglo XXI.

Según Nicmer Evans, profesor y disidente chavista, el chavismo es “una combinación de nacionalismo, con populismo, algunas ideas de izquierda con tercera vía muy socialdemócrata, y un sincretismo latinoamericano místico religioso que ocupó todos los espacios de la mano de un gran carisma pero sin una propuesta económica asertiva” (El Nacional)

El factor que quizá influyó más en Chávez para ser un fenómeno político fue su carisma. Aparte del mal momento que vivía Venezuela, con un descrédito de la clase política y una baja en los precios del petróleo, el socialista logró un apego con el pueblo, con las masas, que antes no se había visto en un líder de izquierda en la región, salvo en contadas excepciones.

El carisma lo es todo en la política, al menos en Latinoamérica. Tan cierto es que, descuidando otros frentes -como la economía- Chávez se volvió un ídolo que podía gestionar mal las finanzas, confiado de los altos precios del petróleo. Siempre citaba a elecciones, sin dilaciones como las del actual gobierno.

No hay madurismo

Ni los mismos chavistas se declaran como tal: ser “madurista” es una condición inexistente. Aunque sus métodos de gobierno sí tengan unos elementos muy particulares que algunos definen como “neototalitarismo”, una forma de administrar un país borrando a cualquier contradictor, pero consciente de guardar las formas democráticas.

Desde una mirada reduccionista, el madurismo recoge lo peor del chavismo. Nicmer Evans lo explica como “la fase superior de lo más perverso del chavismo, asumiendo que el chavismo tiene diversas dimensiones”.  Toma la poca capacidad para gestionar la economía y pierde la soberanía sobre los recursos nacionales -y otras cosas-, entregándoselos a acreedores extranjeros, como Rusia y China.

Chávez insistía, como dijo en reiterados discursos, que el pueblo debía ser la base de la producción y la soberanía venezolana. Con Maduro pasa todo lo contrario. Sin ser un agente de cambio, la gente ya no participa en este proceso, sino que se convierte en un receptor de cajas alimenticias, CLAP, y bonos, desvalorizando el trabajo.

No quiere decir que Chávez no fuera estatista, ni creyera en los subsidios como base de su apoyo elector. La experiencia muestra que, precisamente, un Estado benefactor es parte de lo que ha llevado a que Venezuela esté en su peor momento. Pero el asistencialismo del líder socialista era distinto al de su sucesor.

Otro elemento que los hace diferentes es, lo que llama la oposición, “el rompimiento del hilo constitucional”. Los seguidores de Chávez, además de defender su modelo, siempre han dicho que éste le permitió a la oposición participar en democracia. Desde 2015 el régimen sistemáticamente ha aplastado a la oposición, luego de que ésta lograra mayorías en la Asamblea Nacional.

“Somos Venezuela”

Maduro, sin embargo, necesita mostrar credenciales. En plena campaña electoral, busca que el madurismo sea, al menos, un movimiento electoral. Y le apuesta a ello.

Ronald Rodríguez, Investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario, le dijo a EL NUEVO SIGLO que en este momento existe una “coalición coyuntural con fines electorales” de un sector, reunido en “Somos Venezuela”, cuya finalidad es más electoral, que dogmática.

Dentro este movimiento, están los hermanos Rodríguez y Héctor Rodríguez, un grupo que intenta alejarse del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), para limpiar el mal manejo de los últimos años.

Pese a este intento por recuperar el apoyo electoral que alguna vez tuvo Chávez, es claro que Maduro no ha sido capaz de construir un movimiento político. Ni siquiera con el apoyo del mismo líder socialista llegó a ganar las elecciones de 2013, que aún son cuestionadas por un supuesto fraude del régimen contra Henrique Capriles.

El chavismo con Maduro muestra su peor cara. La menos benevolente, la menos socialista.