Gente. ‘Sueño americano’ de muchos migrantes se esfuma en Costa Rica | El Nuevo Siglo
COSTA RICA abrió el Centro de Atención Temporal para Migrantes en Paso Canoas, a donde a diario llegan cientos de personas. Muchas de ellas, por diferentes motivos, han decidido quedarse en este país centroamericano, resignando su sueño de llegar a Estados Unidos. /AFP – Ezequiel Becerra
Sábado, 7 de Octubre de 2023
Redacción internacional con AFP

ATRÁS quedaron las penurias que vivió en su paso de Colombia a Panamá por el Darién. La venezolana Astrid Cuéllar viaja cansada y meditabunda en autobús por una carretera nicaragüense y su meta, al igual que sus compañeros de viaje, así como personas que a diario se embarcan en esa travesía es una sola: coronar Estados Unidos.

Acompañada de su hermano José Gregorio, de 24 años, la historia de esta otrora comerciante en El Vigía, estado Mérida (oeste), madre de tres hijos que dejó bajo el cuidado de sus padres, es la misma de los miles de venezolanos y ciudadanos de otros países que a diario se embarcan en la incierta aventura no solo de llegar a la frontera mexicana con el gigante norteamericano, sino lograr un visto bueno para forjarse allí un futuro.

Los hermanos Cuéllar atravesaron el Darién y aunque extenuados, la indómita selva no hizo estragos en su salud, a diferencia de muchos migrantes que llegan con fiebre, vómitos y diarrea al punto de entrada panameño y luego a Paso Canoas, en la frontera entre Costa Rica y el país del istmo, faltándoles más de medio camino por recorrer.

Familias completas cruzan a pie la frontera con Panamá hasta el campamento improvisado en un antiguo aeródromo en Paso Canoas, 300 km al sur de San José, y arriban agotados por la travesía, el calor extenuante y la alta humedad.

En este lugar tomó alguno de los más de 50 autobuses, que valen 30 dólares por pasajero, hasta la frontera con Nicaragua. Los que no tienen dinero quedan varados en una tierra que con lluvias estacionales se tornan cada día en un barrizal a la espera de que les manden una transferencia.

 

Secuelas del Darién

El campamento de Paso Canoas, improvisado en mayo por el gobierno costarricense, es un purgatorio para quienes quedan varados tras cruzar la selva panameña.

"Lo más duro que he pasado en toda esta travesía ha sido la selva del Tapón del Darién. Fue muy duro, la verdad, ahí se pasó hambre, trabajo, se ven muchas cosas que nunca pensé ver en mi vida", cuenta el también venezolano David Josué Díaz, de 18 años.

La sombra escasa bajo un techo metálico o las carpas es un privilegio. En las mañanas para resguardarse del inclemente sol y por la tarde para huir de los aguaceros.

El hambre y las enfermedades digestivas y respiratorias abundan. Una doctora de la ONG Cadena atiende sin descanso cada jornada.

"Me duele la barriga", dice Ángel a la AFP, un niño venezolano de siete años, doblado en el suelo embarrado sobre un cartón. Con fiebre e infección respiratoria, su madre espera que las medicinas hagan efecto, como lo hicieron con Samuel, que juega a su lado con un muñeco mientras se recupera de la fiebre, los vómitos y la diarrea.

Ángel aún tiene fuerzas para bromear sobre su viaje mientras tose sin cesar.

Otros niños en mejores condiciones juegan inocentes en un columpio, ajenos a la miseria que les rodea.

En la mañana, los migrantes varados recogen las carpas y limpian la zona para que los recién llegados busquen un lugar.

Los que tienen comida cocinan en ollas heredadas de migrantes anteriores.

En el pueblo, los adultos hacen filas interminables en la oficina de Western Union a la espera de que les manden el preciado dinero para comprar el billete que les saque de allí.

 

"Emergencia nacional"

Más de 400.000 migrantes han ingresado a Panamá por el Darién este 2023, muchos más que todo el año anterior, cuando fueron 248.000, según datos oficiales panameños.

Días después llegan a Costa Rica en oleadas de 3.000 diarios, según Migración de ese país.

Unos 320.110 han ingresado a Costa Rica en 2023, la gran mayoría venezolanos.

"Esta situación amerita declarar una emergencia nacional que se vive en el país debido a la cantidad de personas que están pasando por nuestro territorio", dice un decreto que el presidente de Costa Rica, Rodrigo Chaves, dictó hace unos días.

El principal cambio con la Emergencia Nacional es la apertura, en semanas, del Centro de Atención Temporal a Personas Migrantes (Catem), 11 km al norte de Paso Canoas.

Unos 3.000 migrantes llegarán directo al Catem desde Panamá en autobuses fletados por el gobierno panameño en lugar de dejarlos en la frontera como hasta ahora y evitar la miseria del campamento fronterizo, que será cerrado.

Unos 300 migrantes ya habitan el Catem.

"El lugar ya cuenta con lugares adecuados para las actividades de menores, con atención médica, con comedores para los alimentos de las personas", dice Elías Quesada, subdirector de la Policía de Migración de Costa Rica.

"Aquí tenemos los espacios idóneos", comenta Quesada mientras una docena de niños ven en una pantalla gigante las tropelías en dibujos animados del coyote y de los correcaminos.

Los migrantes con dinero para pagar los autobuses hacia Nicaragua seguirán sin demora su viaje. Quienes no lo tengan, podrán esperar a conseguirlo en un recinto techado, con habitaciones con literas y colchones para menores, ancianos o enfermos.

Tendrán atención médica y comidas, duchas y baños, incluso una oficina de Western Union, esencial para recibir dinero en medio de la selva costarricense.

La venezolana Esmeralda Cuica, una profesora preescolar de 53 años, afirma que agradece estar en el Catem y no en Paso Canoas, donde permaneció varios días antes. Aseguró que “en este lugar es bien difícil estar, es una supervivencia todos contra todos".

 

Ortega...mudo

Si salen de Costa Rica, el camino que les resta es largo y también tormentoso: Nicaragua, Honduras, Guatemala y el vasto México.

 Astrid Cuéllar toma un breve descanso tras recorrer cientos de kilómetros en autobús por Nicaragua, país que guarda silencio sobre la creciente ola de migrantes a Estados Unidos, para continuar su travesía con el riesgo de "perderlo todo".

"Si nos echan para atrás y perdemos todo, es una de las respuestas que no sabemos", indica la venezolana de 30 años en Condega, municipio nicaragüense situado a 66 km de la frontera hondureña, donde cada día cientos de migrantes de varias nacionalidades que viajan en autobuses de línea especiales se detuvieron a comprar comida y agua.

El gobierno de Daniel Ortega guarda silencio ante el cruce diario de cientos de personas por el país en busca del sueño americano, una diferencia de naciones vecinas que anunciaron un refuerzo de la seguridad en las fronteras y destinaron recursos para atender a los viajeros.

Más de 400.000 migrantes han llegado a Honduras desde Nicaragua en 2023, más del doble que el año anterior (188.000). La misma cifra de viajeros han ingresado a Panamá desde Colombia a través de la inhóspita selva del Darién, según datos oficiales.

AFP

Nicaragua no ha anunciado ninguna medida por la ola migratoria, en cambio Panamá y Costa Rica crearon campamentos para hospedarlos y líneas especiales de autobuses para trasladarlos de una frontera a la otra.

Astrid viaja como otros migrantes "echándole ganas, echándole pierna, y pues queriendo salir ya, terminar de esto ya (...), esperar a ver qué" pasa en México con el trámite para entrar a Estados Unidos.

Los hermanos Cuéllar recorrieron unos 293 kilómetros en autobús desde la frontera con Costa Rica hasta Managua, donde trasbordaron a otro autobús para seguir otros 250 kilómetros hasta Las Manos, en el límite con Honduras. El cruce de Nicaragua en autobuses toma unas 20 horas.

En una breve parada en Condega, los hermanos Cuéllar y los otros migrantes comen rápidamente en un restaurante popular a la orilla de la carretera Panamericana.

A los viajeros que cruzaron caminando la selva del Darién se van sumando en América Central millas de migrantes de esos países que también tienen el sueño americano.

Desde las protestas de 2018, duramente reprimidas por el gobierno de Ortega, y con la crisis económica que derivó, se agudizó el éxodo de nicaragüenses, principalmente hacia Estados Unidos, pero algunos se marcharon a Costa Rica, Guatemala, El Salvador y Panamá.

Nadie sabe cuántos nicaragüenses emigran, pero las remesas de dinero que llegan del exterior están en aumento: 3.033,7 millones de dólares entre enero y agosto de este año, 54% más que en el mismo periodo de 2022, según cifras del Banco Central de Nicaragua.