HA ocurrido de pronto, especialmente para los no familiarizados con la compleja trama de las condiciones socio políticas de Guatemala. De repente este país salta a los titulares de la prensa internacional producto de la convulsión que se ha derivado de los comicios presidenciales del pasado domingo 25 de junio.
El súbito aparecimiento de estas circunstancias pareciera más bien brotado de la primera página de la obra “La Hojarasca” (1955) de Gabriel García Márquez. Es como un “remolino que había echado raíces en el centro del pueblo… venía con escombros y desechos…. amenazaba con arrasarlo todo”. La trifulca actual en este país centroamericano radica en que a más de una semana de las votaciones no se tienen resultados definitivos.
Luego de datos que inicialmente había ofrecido el Tribunal Supremo Electoral (TSE), se tenía que la agrupación Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) -liderada por la exprimera dama Sandra Torres- y el Movimiento Semilla -encabezado por Bernardo Arévalo- competirían por una segunda ronda de votación que se realizaría el 20 de agosto próximo.
Ahora todo está en veremos. Cerca de diez partidos políticos, que en el Congreso han votado por lo general con las fuerzas oficialistas, han pedido revisión total a las votaciones. La Corte de Constitucionalidad pasó el balón a la Corte Suprema de Justicia. Se dictamina que no hay resultados oficiales.
La pelea actual se libra en los tribunales. Es un auténtico laberinto jurídico en donde hay cuestionamientos a los trámites, amparos que van y vienen, recusaciones -faltaba más- al “debido proceso”, señalamientos sobre cotejo de datos, impugnación de actas y resultados. Todo ello según interpretaciones de interpretaciones respecto a documentos redactados con una endiablada sintaxis. Toda una reyerta de abogados.
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Varias voces -las menos sensacionalistas- claman por amortiguar la polarización si es que tal situación aún es factible. Se estima que lo esencial es el respeto a la voluntad de la ciudadanía expresada en las preferencias de los votos. Se insiste en que las elecciones se ganan en las urnas y no en los juzgados.
El enmarañamiento y reclamo recíproco de legitimidades llega a tal nivel que los magistrados de la Corte Suprema en Guatemala debieron de haber entregado sus cargos hace más de cuatro años. De manera que es cuestionada la propia idoneidad de los jueces, precisamente los oficiales que deben velar por las condiciones de legalidad en el país.
Referente a las propuestas, se tiene que Sandra Torres de la UNE representa lo más añejo de los políticos tradicionales, especialmente los que tendrían el poder del gobierno en la actualidad guatemalteca. La candidatura de Torres ha sido reiterativa, este sería su tercer intento en hacerse con la Presidencia de la República. Es exesposa del recientemente fallecido presidente Álvaro Colom. Le gusta subrayar que llegó incluso a divorciarse del ahora desaparecido mandatario “para casarse con el pueblo de Guatemala”.
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Es evidente que la presencia de Torres en el interior del país es fuerte. En las votaciones del pasado 25 de junio ganó en 17 de los 23 distritos electorales. Uno de ellos -Sololá- fue para el candidato oficial Manuel Conde y especialmente distritos centrales, incluyendo municipios del departamento de Guatemala, así como la región metropolitana y el occidental Quetzaltenango habrían sido ganados por Semilla.
Las posiciones de Arévalo buscan un cariz social-demócrata. Sin embargo, en una sociedad como la guatemalteca existe mucha prevención en cuanto a considerar los ejemplos de desastres en el manejo económico y social en varios casos en Latinoamérica y el Caribe. Allí están las situaciones de Perú, Argentina, Venezuela, Nicaragua.
Existen grupos de presión en la sociedad guatemalteca que tienen en sus agendas negar toda concesión a lo que se estime sea “socialismo del Siglo XXI” como le gustaba denominar a su sistema de gobierno el fallecido mandatario Hugo Chávez (1954-2013).
Como parte del contexto, las condiciones de Guatemala se acercan lamentablemente a las de Haití y los países menos funcionales de la región. Se tienen casi 108,000 kilómetros cuadrados, con 17 millones de habitantes, un 64% de la población viviendo en condiciones de pobreza y un 24% en pobreza extrema. Con un clima significativo de inseguridad; donde la informalidad involucraría a un 67% de la población económicamente activa.
En las actuales condiciones y luego de más de 10 años de intereses encontrados, por no decir abiertas hostilidades y odios, ahora Sandra Torres sería la candidata de grupos más tradicionales. Pero como contrapesos tiene la representación de los políticos de siempre, por lo general ineficientes en el manejo de los recursos públicos. Allí es donde Arévalo, en medio de todo, tiene un “nicho de mercado”. Si el anti-voto de Sandra vuelve a imponerse, Semilla llegará a tener las llaves de la Casa Presidencial.
En medio de escabrosos procesos jurídicos, Guatemala vive días decisivos que afectarán su futuro. Casi seguro, dados los problemas de gobernabilidad, dentro de cuatro años las condiciones del país serán peores o se tendrán indicadores estancados.
Lo esencial es el respeto a la voluntad popular a la vez que se espera que la polarización no desgarre con mayor intensidad el ya frágil tejido socio-político del país. Los griegos habrían identificado una dinámica comparativa: la “maldición de Sísifo”.
*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario
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