EN LA CIMA de su tan inesperada como meteórica carrera política y con la posibilidad de volver a hacer historia en Estados Unidos está Kamala Harris, la hija de inmigrantes (madre india y padre jamaiquino) que anoche fue investida por los demócratas como su candidata presidencial.
En la Convención Nacional del partido, que como es tradicional se convirtió más en un espectáculo que en un acto programático, en el que se reiteradamente se apeló a la unidad demócrata en el compromiso de “luchar por el alma de la Nación”, tal cual dijo hace cuatro años el entonces candidato Joe Biden -hoy defenestrado de su anhelo reeleccionista por motivos conocidos- y repitió en el discurso de despedida en este evento, donde los discursos de los líderes ni la fuerte ovación de “We love Joe” (Te amamos Joe” quitaron la desazón del actual mandatario y su familia ante su forzoso paso al costado.
En contrario, su vicepresidenta y hoy oficialmente candidata presidencial demócrata, una exultante Kamala Harris, pidió a sus seguidores trabajar incansablemente estos 75 días que restan de campaña para ayudar a convencer a indecisos y apáticos a darle su voto, porque “lo que está en juego es el futuro de nuestra democracia, de nuestro país y de nuestra influencia en el mundo”.
Desde sus inicios como fiscal en Alameda, Harris se mostró como una progresista radical, lo que fue ratificando como senadora de Estados Unidos, en 2016. Como fiscal, tuvo posiciones claras en temas ‘sensibles’, entre ellos, el ‘derecho al aborto’ y la defensa de los inmigrantes ante la política de mano dura del entonces presidente Donald Trump. Siguió una línea similar en el Congreso y con esas banderas fue precandidata presidencial por el partido demócrata, intención que abandonó tempraneramente por su mal resultado en las primarias iniciales. Sin embargo, en 2020, para sorpresa de muchos dentro de esa militancia, Joe Biden la eligió como compañera de fórmula, entrando a la historia política del país como la primera mujer y la primera afroamericana en alcanzar tal cargo.
Desde hace un año, en su inmediato futuro político estaba mantenerse como compañera de fórmula de Biden en su aspiración reeleccionistas. Pero como dicen popularmente, por suerte o cosas del destino, se le cambió el panorama hace un mes. Ante la debilidad política del candidato-presidente frente a un imparable Trump, éste decidió dar un paso al costado, aseguró que ella estaba calificada para ganar la Casa Blanca y, sin competencia alguna, en menos de 48 horas se hizo a la nominación, la que se oficializó anoche en el United Center de Chicago.
El tema del día y del cierre del máximo evento político del partido fue “Para nuestro futuro” y de allí que Harris reiterara, lo que horas antes señaló su vice, el gobernador Tim Walz: “Estados Unidos no puede permitirse el lujo de devolver a Donald Trump a la Casa Blanca porque su segundo mandato sería aún más peligroso y extremo”.
Y, en temas sociales, los que han sido su pasión desde que comenzó a ejercer como abogada, sostuvo: “Trump quiere quitarnos nuestras libertades ganadas con tanto esfuerzo. Nuestra libertad de tener hijos, o no. Nuestra libertad de votar. Nuestra libertad de afiliarnos a un sindicato”.
Aplaudida, ovacionada y con la ilusión de escribir otra página en la historia de Estados Unidos, a saber, convertirse en la primera presidenta, Harris se enfrenta a una intensa campaña en la que buscará alejarse de su tradicional progresismo radical con un discurso más de centro, para conquistar a los hoy desilusionados con la gestión del gobierno Biden -del que hace parte- así como a los indecisos, sobre todo en los siete estados péndulo o bisagra.
Hasta ahora y en tan solo un mes, Harris ha cumplido con la estrategia trazada por sus asesores: alta recaudación de fondos, unir al establecimiento demócrata y repuntar en las encuestas, un crecimiento previsible tanto por su segura nominación como por la euforia de la Convención Nacional.
Trump no se desplomó
Cuando el presidente Biden cedió a las crecientes presiones de sus copartidarios y renunció a su candidatura, marcaba en las encuestas 44.8% de intención de voto frente al republicano Trump (47.9%), según el promedio de RealClear Politics.
Ese mismo referente ubica este jueves 22 de agosto, a Harris con una ventaja de 1.5% sobre Trump, quién registra 46.9%. Si se toma en cuenta el margen de error, la disputa por la Casa Blanca está en el terreno del empate técnico.
En cuanto a los estados pendulares, el candidato republicano está por delante en la intención de voto en cinco de ellos: Georgia, Nevada, Carolina del Norte, Pensilvania y Arizona, con diferencias que oscilan entre 0.2% y 2%, mientras que Harris lo aventaja en Michigan (dos puntos) y Wisconsin (un punto).
De allí que ambos aspirantes concentren estas semanas sus actos políticos en varias ciudades de dichos estados que, como es tradicional, volverán a definir al ganador.
En cuanto al mapa electoral, RealClear Politics también señala que Trump tendría asegurados 219 electores en el Colegio Electoral y Harris 208. Como se sabe, un candidato necesita el voto de al menos 270 de ellos (más de la mitad del total) para ganar la presidencial.
Y, en línea como ha venido ocurriendo, el líder republicano también gana en las apuestas, una de las actividades favoritas de los estadounidenses. El promedio lo ubica con 50.3% como el vencedor este 5 de noviembre contra 48,3% de Kamala Harris.
Todos los datos anteriores dejan en claro dos cosas: que Trump se mantiene fuerte y que Harris podría haber llegado al ‘techo’ de apoyos, que le sería insuficiente para llegar a la Casa Blanca.
Desde el retiro de Biden y su respaldo a Harris, la marea política cambió, pero en el partido demócrata. Los conservadores, con su líder natural y su compañero J.D. Vance, se mantienen y hacen ver la impopularidad de la actual administración y la necesidad de corregir el rumbo. Hoy, el 65% de los estadounidenses encuestados consideran que el país va por el camino equivocado.
La ‘coronación’ de Kamala Harris -como lo han señalado los republicanos ya que no se avaló una Convención abierta- si bien es el corolario de un mes único en la historia política de ese país y en la vida de esta afroamericana, también es un punto partido frenético para su emergente campaña.
Sin tiempo para cambios, la vice-candidata conservó el mismo equipo de Biden, los mismos locales partidarios y prácticamente el mismo logotipo de campaña. Sin embargo, empezó a cambiar el mensaje, haciendo alarde de su edad, su experiencia como fiscal y el lema: "When we fight, we win!" ("¡Cuando peleamos, ganamos!").
Con ambición, ganas y un discurso que sin duda virará al centro, Harris y su designado vice, el exmilitar, exprofesor y exentrenador de fútbol tienen el reto de convencer, en 75 días, de la solidez de su fórmula y que son los más capaces para regir el destino de Estados Unidos. Todo ello frente a un Trump al que intentaron frenar con varios procesos judiciales y al que de seguro atacarán con la frase que el presidente Biden dijo en su confuso discurso de despedida: “es mejor tener en la Casa Blanca a una fiscal que a un delincuente convicto”.
Decantada la euforia partidaria de la Convención y elegida Harris, que por razones que van desde el corto tiempo de campaña hasta ser la persona que menos resistencia generaba en el establecimiento demócrata, con el paso de los días se verá si logra subir el ‘techo’ político y electoral o se quedará corta en esta apretada carrera presidencial.