Los vuelos entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos se han suspendido esta semana. Desde la mejora de las relaciones diplomáticas entre estos dos países, los israelíes suelen tomar aviones diariamente con destino a estos reinos petroleros, pero estalló la guerra con Hamás en Gaza, que también ha obligado a aplazar una reunión virtual entre la principal asociación empresarial de Marruecos y la Federación de Cámaras de Comercio israelíes.
Marruecos y los Emirato Árabes Unidos alegan razones de seguridad para suspender los vuelos. Los aviones sobrevuelan un territorio que puede encontrarse fácilmente con los aviones kfir israelíes o con los misiles de Hamás. Ambos van y vienen, en medio de una guerra que exige prevención a los países vecinos.
Al sur de Oriente Próximo, el ministro de Asuntos Exteriores de Arabia Saudí, el príncipe Faisal Bin Farhan, ha condenado el domingo “las flagrantes violaciones de los derechos de los palestinos por parte de las fuerzas de seguridad israelíes y el “desalojo forzoso" de palestinos del este de Jerusalén.
Con claridad, estas declaraciones muestran que el futuro de los Acuerdos de Abraham, firmados en 2020 entre Israel y varios países árabes y africanos, como Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Sudán y Marruecos, enfrentan una crisis que puede derivar en su suspensión temporal o el fin de esta ambiciosa apuesta geopolítica que busca transformar la realidad geopolítica de Medio Oriente.
¿Qué son?
Liderados por Jared Kushner, yerno de Donald Trump, los Acuerdos de Abraham han buscado normalizar las relaciones entre Israel y varios estados árabes y africanos que reconocieron, por primera vez desde 1948, la existencia de Israel como estado legítimo en Oriente Próximo en 2020.
El país de mayor importancia entre los firmantes es Arabia Saudí, una poderosa monarquía petrolera, dirigida por el príncipe Mohammed Bin Salman, que ha buscado mejorar las relaciones con Tel Aviv para intercambiar capacidades en inteligencia militar y ciberseguridad y construir un eje para contrarrestar los planes geopolíticos de Irán, que es el mayor interesado en que este acuerdo se congele o llegue a su fin.
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Sobre Palestina, los Acuerdos incluyen pocos compromisos, aunque Kushner declaró que iba a convocar una conferencia para conseguir más de USD 50.000 dólares. Esta convocatoria, dice Peter Bergen, analista de seguridad en CNN, fue cancelada por la oposición de las autoridades palestinas.
Las autoridades palestinas en su momento declararon que estos acuerdos normalizaban la ocupación israelí en los territorios palestinos de Cisjordania y el bloqueo en Gaza. A su vez, se opusieron al conocer que Estados Unidos había decidido, en 2018, mudar la embajada de Tel Aviv a Jerusalén, en un acto de provocación para los palestinos que reclaman Jerusalén del Este.
Avances
Antes de la guerra de Gaza, los Acuerdos de Abraham mostraron algunos avances. Vista la complejidad de Medio Oriente, algunos analistas como Bergen y Borzou Daragahi, en The Independent, de Reino Unido, dicen que se han normalizado las relaciones entre Israel y Arabia Saudí, dos países que, con Irán, representan las mayores potencias de la región.
En julio, por primera vez en la historia, los aviones que salen de suelo israelí tienen derecho a sobrevolar territorio saudí al mismo tiempo que un ministro de Israel pisó la capital de ese país, Rihad, en compañía de un religioso judío que ofreció un rezo en una plaza central de la ciudad. Esto, también, por primera vez.
Hasta antes de la guerra de Gaza, la apuesta era continuar con los acercamientos diplomáticos que conduzcan a la normalización de relaciones entre los países que tienen las dos ciudades más sagradas del Islam, Jerusalén y La Meca, que podrían ser parte de un acuerdo de seguridad y cooperación que sellen las fuerzas de seguridad de ambos.
Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Marruecos buscan, además de contrarrestar a Irán -a Marruecos poco le importa esto-, desarrollar sus países con tecnología y seguridad proveída por los israelíes a cambio de un reconocimiento legítimo de la existencia del estado de Israel. Se trataría de una mentalidad opuesto al panarabismo que busca la cooperación y solidaridad del mundo árabe y la oposición radical al sionismo o a la creación y reconocimiento de Israel.
Si los Acuerdos de Abraham se consolidan y emerge un nuevo orden regional en Medio Oriente que trasciende las barreras religiosas (islam-judaísmo), Irán sería el principal perjudicado. La alianza Israel y los saudís -más el resto de países- contendría como bloque cualquier intento iraní por ampliar su red de aliados en la región, que en este momento agrupa a Siria, el Líbano y, en menor medida, Iraq.
Estos pueden ser hechos menores, pero conducen al establecimiento de una alianza estratégica que incomoda a Irán y muestra la nueva faceta de algunos países en Oriente Próximo, menos preocupados por la causa palestina y más interesados en su desarrollo interno, así implique establecer alianzas con Israel.
El mundo árabe, que en otras guerras (1967-1973) se unió para combatir a Israel alegando varios motivos entre ellos la defensa de Palestina, bajo la tesis del pan-arabismo, pan-islamismo y Naserismo, esta vez sólo ha rechazado las acciones militares israelíes y ha pedido que se cumplan el DIH. Por lo visto, ni siquiera Irán -que no hace parte del mundo árabe, es persa- estaría dispuesto a entrar en guerra para defender a Palestina.
La guerra en Gaza, sin embargo, podría cambiar el estado de las cosas. Hace una semana, en estas páginas de EL NUEVO SIGLO, se dijo que si Israel escalaba hacia una guerra total, estaría cayendo en la trampa de Irán. La encrucijada consiste en que los Acuerdos de Abraham se congelen o lleguen a su fin, como símbolo de solidaridad de los países árabes y africanos firmantes con Palestina que es atacada por Israel.
Como se desenvuelva la guerra en Gaza dependerá la nueva realidad geopolítica en Medio Oriente. Israel tendrá que ponderar estratégicamente sus intereses, para evitar que, otra vez, se congelen las relaciones con todos los países que lo acompañan en Oriente Próximo.