Isabel II: la vigencia de una reina y su inevitable transición | El Nuevo Siglo
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Viernes, 3 de Junio de 2022
Redacción internacional con AFP

La transición inevitable y silenciosa en la monarquía británica continúa por los problemas de movilidad de Isabel II, aunque se descarta un cambio en el trono próximamente.

De los afectos de la mayoría de los británicos que la consideran un símbolo de la unidad nacional, tal cual lo expresaron el jueves al inicio de las celebraciones del jubileo de platino cuando apareció en el balcón del Palacio de Buckingham en compañía de una versión reducida de su familia, señalando la dirección futura de la monarquía: el sucesor Carlos con su esposa, Camila Parker, así como su nieto el príncipe Guillermo, Catalina de Gran Bretaña y sus tres hijos (Luis, Charlotte y Jorge).

La aparición pública en el emblemático balcón fue el punto culminante del tradicional Trooping the Colour o "Desfile del Estandarte", con el que se conmemora anualmente el cumpleaños oficial de la reina y que cierra con el saludo que ésta realiza, a caballo, a las tropas y músicos participantes. En esta ocasión, fue el príncipe Carlos el encargado de representarla, lo que confirma la progresiva transición monárquica.

De igual forma ayer fue la cabeza de la familia real en la misa de gracias por los 70 años de reinado de Isabel II, a la que la reina no acudió debido a “un cierto malestar” que experimentó tras aparecer el jueves dos veces de pie en el balcón palaciego, así como por el largo trayecto que debía recorrer desde el Castillo de Windsor hasta la catedral de San Pablo.

En el trono desde 1952, Isabel II es la primer monarca británica que festeja un jubileo de platino y la segunda en celebrar jubileos de plata, oro y diamante, celebraciones que reflejaron los cambios de la sociedad británica y su relación con la monarquía.

Debido a las afectaciones de salud propias de su longevidad (96 años), desde meses atrás ha delegado en su hijo mayor, el príncipe Carlos, la representación en grandes ceremonias de la monarquía (militar, religiosa y constitucional). Y fiel a la tradición y al peso simbólico, en muchas de ellas el lugar de la reina ha estado vacío.

Ejemplos de ello:  el trono con la corona el día de la inauguración del Parlamento, a comienzos de mayo en el Discurso del Trono y el carruaje de oro, en el que la monarca viajó tanto para su coronación como en los desfiles de sus jubileos anteriores y que el jueves estuvo vacío.

A sus 73 años, el príncipe de Gales comenzó hace seis meses, y poco a poco, a asumir funciones en su tan esperada como progresiva transición monárquica. A las anteriormente indicadas, sustituyó a la reina en el Domingo de Recordación, un tributo a los militares caídos en combate el pasado noviembre y, más recientemente, en la tradicional ceremonia del Real Servicio Santo, cuando la reina y su familia entregan ayuda financiera a los más necesitados.

Isabel II es la única reina que han conocido varias generaciones de británicos. Y aunque como en el resto del mundo los cuestionamientos sobre la monarquía han crecido, especialmente entre los más jóvenes, la monarca goza de alto aprecio, fiel tanto a su rol de encarnar la identidad nacional como de servicio público, en contraste con su hijo mayor y heredero al trono.

Carlos, el príncipe de Gales, perdió apoyo ciudadano cuando décadas tuvo que poner fin a su matrimonio con Lady Di, la joven que se ganó el corazón de Inglaterra y medio mundo, luego que ella descubriera su infidelidad con Camila Parker, la que hoy es su segunda esposa.

De allí que esta inevitable transición preocupa dada la baja popularidad del futuro rey. Un 62% de los británicos afirma seguir siendo partidario de la monarquía, pero los más jóvenes están divididos: 33% a favor y 31% en contra.

En un sondeo de YouGov publicado esta semana, sólo 39% de encuestados afirmó pensar que seguiría habiendo un monarca en el país dentro de 100 años.

Este jubileo de platino, con la previsible ausencia de la reina en varios de los actos de estos cuatro días de celebración (concluyen el domingo), es un signo más de que la transición al trono no tiene vuelta atrás.


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Reaparición

La misa en la catedral londinense de San Pablo fue el acto central de las celebraciones ayer en el segundo día del programa del jubileo y, ante la ausencia de la reina, las miradas se centraron en el príncipe Enrique y su esposa Meghan, quienes hace dos años decidieron renunciar a los privilegios de la familia real y fijaron su residencia en Estados Unidos.

Jefa de la Iglesia de Inglaterra y muy religiosa, la reina no acudir a la celebración religiosa por la demandante actividad que exigía desde su traslado en el Palacio hasta participar en la misa.

Entre los curiosos que esperaban desde primera hora de la mañana, Stephanie Stitt, organizadora de eventos de 35 años, se declaraba "un poco" decepcionada por la ausencia de la reina, aunque sostuvo que era “comprensible porque tiene 96 años".

Tampoco acudió, por haber contraído el covid-19, el príncipe Andrés, de 62 años, considerado "hijo predilecto" de la reina, pero alejado de la vida pública a raíz de acusaciones de agresión sexual a una menor en Estados Unidos.

Los que sí aparecieron, por primera vez en público desde hace dos años en el Reino Unido, fueron el príncipe Enrique y su esposa Meghan.

Bajo el resonar de las campanas de la catedral, el nieto de la reina, de 37 años, llegó vestido de chaqué y corbata gris, luciendo todas sus condecoraciones. Su esposa, sonriente pero tensa, la exactriz estadounidense, de 40 años, vistió elegantemente con trench y falda color "greige" -entre gris y beige- de la marca Dior Alta Costura, y pamela, guantes y zapatos a juego.

La multitud los recibió con una mezcla de ovaciones y abucheos, ilustrando las opiniones encontradas que despiertan en el Reino Unido, a menudo con una división generacional.

Enrique y Meghan sacudieron a la monarquía cuando en 2020 decidieron irse a vivir a California, desde donde criticaron a la familia real, llegando a acusar de racismo a uno de sus miembros, que no nombraron. Desde entonces han visto a la reina poco y en privado y su hija menor, Lilibet, que el sábado cumple un año, no conocía hasta ahora a su celebérrima bisabuela.

A la majestuosa catedral anglicana asistieron unas 2.000 personas, incluida la mayoría de familiares de la soberana, el primer ministro Boris Johnson, líderes políticos, sociales y representantes de otras religiones, para dar gracias por la vida y el reinado de la monarca más longeva que jamás haya tenido Reino Unido.

Entre las numerosas intervenciones, el arzobispo de York, Stephen Cottrell, se dirigió a la reina, asumiendo que vería la misa por televisión, y bromeando con su pasión por los caballos le agradeció que siguiera "sobre la silla de montar".

La ceremonia religiosa cerró con el repique, por primera vez para una ocasión real, de la mayor campana de iglesia del país, bautizada Gran Pablo, fundida en 1882 y que desde los 70’s solo se ha tocado ocho veces.

Este fin de semana, con múltiples actos que van desde desfiles hasta un concierto pop, pasando por picnics y comidas de barrio, los británicos festejarán a Isabel II y su “Dios salve a la Reina” en este jubileo de platino que marca el fin de una era.  Una despedida a una mujer de talante.