Macron, un año de la “República en Marcha” | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Martes, 8 de Mayo de 2018
Redacción internacional
Lleva tan sólo 365 días en el Elíseo, palacio presidencial en París, pero sus índices de favorabilidad comparados con Sarkozy y Hollande son mucho mejores. Sin calificarse como centrista, ha logrado captar el voto suave de la izquierda y la derecha, distanciándose de los radicales. Algunas reformas ha aprobado; otras, siguen pendientes

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LOS DÍAS, en una banca de inversión, transcurren en horarios inexactos. Se sabe cuando empieza la jornada, pero nunca cuando terminan. A los cuarenta años, siendo presidente de Francia, Emmanuel Macron ha impuesto esa lógica laboral en el estado francés.

Obsesivo por lograr sus objetivos propuestos en la “República en Marcha”, aquella coalición que lo llevó al poder y lo convirtió en el mandatario más joven -39 años- desde Napoléon,  Macron duerme poco. Más que dormitar, él “tiene un ojo, incluso de noche, en sus dos teléfonos”, confesó su mujer, Brigitte, a la revista Elle.

En el Elíseo, palacio presidencial, ya cumple un año, y puede decir, al menos, que su popularidad es superior a la de François Hollande o Nicolas Sarkozy, en el mismo lapso de tiempo. Golpeada por las bases sindicales y los partidos de izquierda radical y ultraderecha, su popularidad se mantiene gracias a aquella frase que predestinó su triunfo: “la política es el arte de la ejecución”.

No es cualquier jefe de Estado. Aparte de ver la política desde una perspectiva inversionista, su ego, comparado con el de grandes figuras de Francia, revela una visión “extraterritorial”. El día en se posesionó, Macron estableció que su presidencia iba ser “jupiteriana”. ¿Por qué? Porque el dios Júpiter está por encima de las pequeñas querellas.

El centro que gira a..

Pocos han sabido calificar políticamente  a Macron. Liderada por Jean-Luc Melenchon, la izquierda lo tilda de neoliberal, por tanto, lo ubica en la derecha. En cambio, con notorias diferencias, la ultraderecha de Marine Le Pen, envuelta en problemas de credibilidad, lo llama un centrista de izquierda, sobre todo, porque representa -dicen ellos- el continuismo de algunas políticas de Hollande, al haber sido ministro del gobierno de este.

Por fuera de los antagonismos, el presidente de Francia es un político de centro, aunque esta calificación resulte compleja.  Apartándose de las descripciones típicas de centro, derecha o izquierda, el director del departamento de opinión del Instituto Francés de Opinión Pública, Jerome Fourquet, en diálogo con Le Monde, llama al estilo de Macron un “bonapartismo tecnocrático”. Una manera de emplear reformas de fondo a través de tecnócratas que quieren cambiar una Francia enclavada en un Estado de la post-guerra.

En ese sentido, para logar su objetivo: reformar a Francia, usa elementos tanto de la izquierda como de la derecha, sin entrar a adscribirse en alguna de esas corrientes. Eso lleva a que algunos, más sigilosos con la posición política, lo ubiquen en uno u otro lado, sobre todo la derecha.

Sacudida por el fracaso de François Fillon, candidato de los Republicanos en las presidenciales de 2016,  el 70% de los encuestados por Le Monde consideran que, en efecto, Macron es un presidente de derecha. “De hecho, vemos en nuestras encuestas que una sección entera del electorado de la derecha está satisfecha hoy con la política de Macron, tanto a nivel económico (reforma de la SNCF, código laboral), pero también a nivel real (evacuación de la ZAD de Notrel+-Dame-des-Landes o universidades ocupadas, por ejemplo)”

La buena imagen en la derecha, el mantenimiento en el centro y la, hasta ahora, no mala relación con la izquierda, hacen que el 44% de los franceses estén satisfechos con su gestión. Para la misma fecha, Hollande ya había caído al 25% y Sarkozy estaba en 36%.

Reformas

La palabra reformas, que, sin duda, sale más veces que Francia en el vocabulario de Macron, se mide con el nivel de cumplimiento de la misma. Cada día, cada hora, son claves para evaluar el nivel de éxito de esta o su cercano fracaso.

Como todo presidente, Macron pide tiempo, el necesario para cambiar las prácticas de una pesada burocracia y emplear nuevos modelos de financiación de las pensiones y la salud. Pero, tras un año, ya puede sacar pecho en algunos temas: terrorismo, educación, protección social.

En lo laboral, ha logrado que la Asamblea Nacional debata una segunda ley de protección social, uno de los temas más álgido de su gobierno. Ha podido, además, extender el estado de emergencia y ha aprobado una reforma a la educación nacional.

A  lo largo de este año, otro de los puntos esenciales ha sido la aprobación de la ley de moralidad política, que busca un manejo mucho más riguroso sobre la relación entre políticos e instituciones, para evitar posibles casos de corrupción, como en los que han estados envueltos los últimos expresidentes de Francia.

Pero todavía quedan algunos temas pendientes, por los que pide “tiempo”. Uno de ellos es lograr un “pago social único”, cuyo propósito es que se pague la seguridad social al mismo tiempo. También busca “la reforma a las instituciones”, que incluye: la reducción  a un tercio del número de parlamentario, la introducción de una dos proporcional en la elección de diputado y limitar los mandatos, según Le Figaro.

A pesar de haber aprobado la reforma al Código Laboral, flexibilizando los procesos de contratación y las horas extras, tema que ha generado la enemistad con algunos sectores de izquierda, aún no ha podido implementar un cambio en el sistema de pensiones, el cual está fundamentado en una contribución individual a lo largo de la vida laboral (y en el desempleo)

Estos temas, en el ámbito nacional, se complementan con una política exterior bastante ambicioso: volver a poner a Francia en el centro del mundo. Ya lo viene haciendo. Para ello, Macron ha reforzado su amistad con Ángela Merkel fortaleciendo el eje franco-alemán y ha dicho que, como le han pedido a la canciller, se reforme la Unión Europea.

Además, en sólo un año, ha viajado a China, India, Australia y Estados Unidos, donde hace dos semanas fue aplaudido por el pleno del Congreso de ese país, después de decir: “no se retiren del acuerdo nuclear con Irán”. Lo dijo, sin miedo, en la cara del presidente Trump.

Algunos ya lo califican como el posible segundo hombre más poderoso del mundo (The Economist), después del presidente de Estados Unidos. Una calificación apresurada, pero que le atina a lo que, como demuestran los hechos, Macron quiere ser: un presidente histórico en Francia, del tamaño de De Gaulle.