Más filosofía para sortear la revolución del algoritmo | El Nuevo Siglo
Universidad Javeriana
Domingo, 23 de Abril de 2023
Pablo Uribe Ruan

¿Para dónde va la humanidad?, se preguntan muchos en la era de la revolución tecnológica. Al ver la calidad de las respuestas del chatbots, otros miran hacia el mercado laboral: ¿En qué vamos a trabajar?

El progreso trae consigo miedo al futuro. Muchos -mayoría, parece- prefieren quedarse con los interrogantes y la distopías, y exigen, sino el cese de innovaciones, al menos una pausa.

Mientras otros asimilan mejor el progreso tecnológico y, en vez de sentir temor, defienden la innovación, así estos se desarrollen de manera acelerada, como en la era de los macrodatos y las redes neuronales.

Embarcados en estas posiciones, también vale la pena preguntarse: ¿En qué consiste la humanidad y por qué esta hace diferente al ser humano que a los algoritmos y los robots?

 

Carta

En carta dirigida a empresas y gobiernos, varios líderes de las empresas tecnológicas liderados por Elon Musk pidieron esta semana una pausa en los desarrollos de inteligencia artificial (IA).

“Encerrados en una carrera fuera de control para desarrollar y desplegar mentes digitales cada vez más poderosas que nadie, ni siquiera sus creadores, pueden entender, predecir o controlar de manera confiable”, escribieron.


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El llamado de Musk y sus colegas de la tecnología parece, a pesar de las críticas de Bill Gates, que lo denominó una “exageración”, acertado. En todas las áreas la inteligencia artificial avanza a un ritmo acelerado.
Motivada por las mismas preocupaciones, esta semana la conversación pública también se ha centrado en el auge de Chat GPT, un chatbot de lenguaje capaz de escribir ensayos, hacer presentaciones y responder infinidad de preguntas de manera objetiva y aceptable.

 

Distopía

La llegada de los chatbots ha generado no sólo dudas sobre la automatización del ser humano, sino que ha recordado, también, aquellas películas, ensayos y teorías sobre la distopía robótica, tan comunes en el cine y la literatura desde los años 50 y 60.

Muchos antes de que lanzaran “Matrix” y “Futurama”, el escritor polaco, Stanislaw Lem, escribió su ensayo “Summa Technologie” (1964), en él que decía que “la máquina podía crear teorías” o, mejor, “descubrir constantes en los fenómenos en un alcance mayor que el hombre”.

Lem, reconocido como el maestro de la literatura especulativa o ciencia ficción, también escribió ensayos y cuentos -Golem XIV, el mejor- en los que narraba escenarios distópicos, en los que el ser humano iba ser dominado por la máquina. En ellos no dejaba de mencionar, y esta era su principal motivación filosófica, su profundo cuestionamiento al avance frenético de la automatización de la humanidad. 

Seis décadas después, las preocupaciones de Lem siguen vigentes y resultan ilustrativas para mostrar las preocupaciones de los seres humanos ahora en áreas como la biotecnología, la biociencia, la genética, la epigenética, la medicina avanzada, la bioética y el bio derecho.

 

Las humanidades, respuesta

El origen de las preocupaciones de los que piden una pausa en el desarrollo de la IA no sólo proviene de la incapacidad de los estados para regularla, sino que se encuentra, más que todo, en el poco sentido que goza la palabra humanidad en las sociedades contemporáneas y el rol secundario que tienen, en ese sentido, las humanidades.

Así lo establece el doctor en Filosofía de la Universidad Sergio Arboleda, Camilo Noguera Pardo, que escribe un ensayo en el que dice “los análisis profundos no se pueden limitar (no debería limitarse) a las esferas biomédica, bioética y biojurídica, sino que han de extenderse más allá y alcanzar al razonamiento filosófico riguroso que, en este caso, tiene que ver con la filosofía moral y con la filosofía primera”.

En un momento de automatización, y lejos de la pereza, la filosofía se convierte en un antídoto contra el miedo y las dudas existenciales. Antes de entrar en debates sobre normas y avances y limitaciones, permite, además, tener algunas aproximaciones sobre el papel del ser humano y el del algoritmo.
Sobre estas aproximaciones, la periodista Charlotte Kilpatrick, en la revista británica The New Statesman, plantea que
aunque la ciencia puede crear el algoritmo que haría que un robot describiera una emoción, no puede determinar qué hace que alguien sea humano.

“Aunque las máquinas pudieran conversar entre sí, nunca podrían sentir la frustración emocional que llevó a Jean-Paul Sartre a concluir que el infierno son los demás”, dice Kilpatrick.

Dado el alcance de la revolución tecnológica, el profesor del Massachusset Institute of Technology (MIT), Joseph Wiezenbaum, en 1976, propuso una distinción entre razón humana y potencia del computador (algoritmo o machine learning).

En esta, Wiezenbaum concluye: “La razón humana se refiere a la interpretación de Aristóteles de la prudencia como la capacidad de tomar las decisiones correctas. Un computador podría programarse con un código moral, pero siempre carecería de la capacidad de tomar decisiones espontáneamente basándose en su propia interpretación de lo que está bien o mal”.

Interesante enfoque, esta distinción nos lleva a otra pregunta que Martin Heidegger se planteó en “Carta sobre el humanismo”: ¿En qué consiste la humanidad del hombre? “En su esencia”, responde. “¿Desde dónde y cómo se determina la esencia del hombre?”, también se pregunta.

Múltiples respuestas, que van mucho más allá de la revolución tecnológica y sus desafíos, generan las preguntas de Heidegger sobre la esencia, que él, equivocadamente, terminó encontrando en el totalitarismo.

Pero algunas ideas, no en el marco del anti-progreso o anti-tecnología, sirven de guía para ponderar los miedos que trae la avasalladora revolución tecnológica, que, además, como todo, tiene enormes beneficios para superar la pobreza y mejorar la productividad, y no necesariamente nos lleva a una epidemia de desempleo.

Al menos de momento, la propuesta de Nuccio Ordine de “humanizar el tiempo” parece interesante, pues parte de una fórmula esencial para dedicarse “a las reflexiones, los afectos, la música”, y encontrar ahí el significado de lo humano.

Y así, con la pausa debida y el tiempo, tal vez le perdamos miedo a la máquina, obligados a pensar y cuestionar antes, algo que, en la sociedad líquida y del entretenimiento, como decía Bauman, pocos hacen.

Pasado un tiempo, el problema no sólo está en el algoritmo, sino en una adormecida sociedad carente de intereses existenciales.

*MPHill Universidad de Oxford. Consultor en tecnología, seguridad y riesgo país.