México electoral al ritmo del reformista | El Nuevo Siglo
Foto Xinhua
Sábado, 30 de Junio de 2018
Pablo Uribe Ruan
Andrés Manuel López Obrador  busca por tercera vez llegar a la Presidencia. Es, de lejos, el favorito en las encuestas, pero Anaya y Meade, sus rivales, han dicho que los mexicanos deben ser conscientes de la “demagogia” de su discurso. La bandera de su campaña: la cuarta transformación

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EL MÉXICO del Siglo XXI se parece poco al de la Revolución de Villa, Zapata y Madero. Lo poco que se conserva, 108 años después del alzamiento contra Porfirio Díaz en 1910, son algunas instituciones educativas, el nacionalismo –transformado por el TLC con EU- y un partido hegemónico, el PRI (Partido Revolucionario Institucional), que de a poco ha ido perdiendo el poder.

Este domingo, en unas elecciones marcadas por el auge de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el PRI enfrentará, como indican las encuestas, su tercera derrota en la historia. El candidato de centro izquierda, apodado AMLO en referencia a su nombre y apellido, tiene una amplia posibilidad de llegar a la Presidencia tras dos intentos fallidos.

Andrés Manuel López Obrador parece imbatible. Salvo algunos optimistas en su campaña, pocos creen que Ricardo Anaya –el candidato de una coalición de partidos de izquierda y derecha (PRD y PAN)-  pueda dar la sorpresa. Tanto por su retórica caribeña como por el apoyo popular que ha logrado, el candidato veracruzano despierta en los mexicanos una especie de idolatría comparada con la de Lázaro Cárdenas.

Así lo reflejan las encuestas. En un modelo de estimación que incorpora “potenciales errores, diferencias de metodología y cantidad de información”, Oraculus, un centro de acopio de sondeos mexicanos, muestra que López Obrador logra el 49% de la intención voto y, muy lejos, le siguen Anaya (27%) y Meade (20%).

Hastío

La política en el México contemporáneo es vista, más que como una solución, como un problema. Hastío, molestia y desazón, han sido los calificativos de una campaña que, dicen los analistas, ha estado marcada por las críticas al gobierno de Enrique Peña Nieto y el descontento de una población gobernada por el miedo y el inconformismo.

En diálogo con EL NUEVO SIGLO, el profesor de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), doctor Sergio Ortiz Leroux, dice que existe “un profundo descontento de la sociedad mexicana hacia la clase política que está asociado a tres grandes fenómenos: diferentes eventos de corrupción y su correlato en términos de impunidad; por otra parte, un crecimiento de la violencia y la inseguridad, y el enorme desprecio hacia la clase política que se ha ido abonando en un ambiente de una profunda desigualdad social y de una creciente pobreza”

López Obrador ha catalizado este descontento convirtiéndolo en una aspiración política que busca “la cuarta transformación”, uno de los lemas de su campaña. La independencia, la guerra de  Reforma y la Revolución Mexicana, han sido los antecedentes históricos que el candidato usa habitualmente para lanzar sus arengas y prometer un nuevo modelo  que combata la desigualdad, la corrupción y la violencia.

México sigue sin poder reducir sus tasas de pobreza  y el crimen organizado domina numerosas zonas de su territorio. Conval, una institución mexicana, dice que en veintidós años no se ha reducido la tasa de pobreza, ubicada en el 52%, y muchos señalan que la principal causa de los pocos avances en materia social se debe al PRI, un partido hegemónico que ha estado en la Presidencia por casi 100 años.

Este partido, comparado por el politólogo Frank Brandenburg “con una catedral que tiene su nave central y sus capillas laterales, a la derecha y a la izquierda, donde caben todos los santos”, ha alternado en el poder con el Partido de Acción Nacional (PAN) cuyo candidato, Vicente Fox, lo derrotó por primera vez en la historia en el año 2.000. Seis años después Felipe Calderón, también miembro de la colectividad, ganó las elecciones en una noche marcada por irregularidades que fueron denunciadas por López Obrador -primera vez que se lanzaba-, quien montó un puesto de protesta por varios meses en la Avenida Reforma de Ciudad de México.

La agenda de estos dos partidos ha coincidido en los últimos tiempos. “Ha Habido una suerte de consenso sobre qué tipo de política económica se iba a llevar a cabo”, le explica a este Diario el profesor Ortiz Leroux.

El de la Morena

El movimiento MORENA, fundado en 2014, tiene un doble significado. Los mexicanos lo asocian con la Virgen del Carmen -le dicen la Morena- pero también usan este nombre  para referirse al Movimiento de Regeneración Nacional de forma abreviada.

A diferencia de las pasadas elecciones, ésta vez el izquierdista le ha apostado a través de este movimiento a un discurso moderado e independiente desligado del PRD, después de salir derrotado con Calderón (2006) y Peña Nieto (2012).

En su programa propone una ley de amnistía para aquellos que participen por necesidad u obligados en el crimen organizado, refiriéndose a los campesinos que cultivan amapola. También pide que se cree una fiscalía independiente (en México la impunidad llega al 97%) y rebajar el salario de los funcionarios públicos, incluyendo el suyo a la mitad.

Hace poco, en uno de los cierres de campaña, dijo “Voy a obtener la mitad del sueldo de lo que recibe actualmente el Presidente de la República” y prometió no aumentar los impuestos ni la deuda pública.

Sus frases, célebres y rimbombantes, tienen un efecto poderoso en el electorado, pero son criticadas por su mesianismo. Detractores de AMLO como Mario Vargas Llosa han pedido que México  “no se suicide eligiendo a un demagogo y populista irresponsable”.

Pero los que lo siguen insisten en que cuando gobernó la Ciudad de México -2000 a 2005- López Obrador fue un técnico que se dedicó a administrar la ciudad y cumplió con lo que prometía. Las recordadas conferencias de prensa de todos los días a las 6 de la mañana (incluyendo domingos) demostraron su compromiso, dicen sus seguidores.

Los otros y el fraude

Lejanos en la intención de voto, Ricardo Anaya y José Antonio Meadas (candidato del PRI) en las últimas semanas han intentado frenar a López. Lo han llamado demagógico y destructor de un país que avanza económicamente y que debe enfrentar el crimen organizado con más pie de fuerza antes que proponer amnistías.

Anaya, de 39 años e irruptor en las filas del PAN, ha logrado un hecho inédito aliando al principal partido de derecha con el izquierdista PRD. Esta coalición, sin embargo, no lo ha impulsado en las encuestas quedando a 20 puntos de AMLO.

Meade, por su parte, ha heredado la impopularidad de Peña Nieto (13% de favorabilidad) y el legado de un partido, el PRI, que ha sido identificado por la Revolución Mexicana y por prácticas políticas calificadas de corruptas y violentas.

En un artículo en El Universal, de México, se denunció que la policía decomisó 20 millones de pesos en efectivo que, según los conductores, iba dirigido al comité ejecutivo del PRI.

Este hecho, aunado al pago vitalicio de 75 euros que la campaña de Anaya les daba a potenciales votantes (El Mundo), avalado por el Instituto Nacional Electoral, demuestra que el fraude del que hablan algunos sectores no es simple palabrería.

Este domingo, salvo que pase algo extraordinario, Andrés Manuel López Obrador se convertirá en el nuevo Presidente de México. Como el de Cárdenas, como el de Juárez, su gobierno será reformista. Pero deberá ejecutar y cuidar las formas. O si no, confirma aquella tesis de que llegó a ese lugar por demagogia y populismo.