Perspectiva. Meses bajo tierra, salvación al exterminio del gueto | El Nuevo Siglo
AFP
Sábado, 22 de Abril de 2023
Redacción internacional con AFP

LOS nazis habían instaurado la muerte, el terror y el hambre dicen dos sobrevivientes nonagenarias del gueto judío de Varsovia al recordar la insurrección contra las tropas alemanas ocurrida hace 80 años.

"Sentí que todo ardía a mi alrededor", cuenta Krystyna Budnicka, de apellido original Kuczer, de 90 años, al evocar la insurrección de abril de 1943.

"Se sentía el calor de los muros que no podíamos tocar (...) como en un horno de pan", dice a la AFP en Varsovia, ciudad donde aún vive.

El gueto de Varsovia fue creado por los alemanes un año después de la invasión de Polonia en 1939. En un poco más de tres kilómetros cuadrados, los nazis hacinaron hasta 450.000 judíos, para exterminarlos a golpe de hambre y enfermedades, o deportarlos hacia los campos de la muerte de Treblinka, a 80 kilómetros al este de Varsovia.

El 19 de abril de 1943, centenares de combatientes judíos atacaron a los nazis, prefiriendo morir combatiendo con las armas en vez de emprender el camino de las cámaras de gas.

A comienzos del levantamiento, unos 50.000 civiles se escondían todavía en sótanos y búnkeres.

Los alemanes reprimieron la insurrección y prendieron fuego al barrio.

 

Había que hacerles daño

Cuando estalló la insurrección, Budnick tenía diez años y vivía ya desde hace varios meses en un búnker construido por sus hermanos, bajo un edificio en el centro del gueto. Toda su familia de diez personas, así como otros, se escondían en espera de sobrevivir al terror alemán.


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"Me sentía débil, impotente, abatida, invadida por la fatiga, recuerda, como si todo ocurriera fuera de mí. Abrazaba a mi madre estrechamente, tenía miedo, hambre, estaba débil, era el hambre lo que nos hacía sentir fatigados (...) Nada dependía de mi", relata.

Cuando comenzó la revuelta, Halina Birenbaum vivía también con su familia en un bunker "con la esperanza de que la guerra terminara y saliéramos".

Se quedó bloqueada bajo tierra durante tres semanas "sólo con agua, azúcar y un poco de mermelada", dice esta mujer de 93 años que vive en Israel.

"Debíamos permanecer en silencio, sentíamos el humo pues los alemanes quemaban el gueto, calle tras calle", recuerda.

"Esta revuelta era suicida, no podíamos ganar, pero había que hacerles daño" a los nazis, insiste Birenbaum.

Finalmente, su familia fue denunciada y tuvo que huir del búnker.

En la superficie "ya no quedaba nada del gueto", subraya.

Enviada con su familia al campo de Majdanek, fue trasladada luego al campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau y después al de Ravensbrück.

La señora Budnicka huyó del bunker por las alcantarillas. Debilitados e imposibilitados de caminar, sus padres, acompañados de su hermana, se quedaron para siempre.

"Mamá me dijo que siguiera adelante (...) Considero lo que me dijo como el testamento significativo de que debía seguir y vivir", señala.

Salida de las alcantarillas, estaba extenuada de fatiga y hambre. "Tuve que volver a aprender a caminar, pues estuve bajo tierra durante ocho meses" sin moverme, recuerda.

Toda su familia más cercana murió durante el Holocausto. "No los lloré, porque ya no tenía lágrimas", cuenta.

 

Y pese a Hitler, "sigo viviendo"-

Desde hace años, ambas mujeres ofrecen el testimonio de su destino especialmente a los jóvenes.

"Tras la guerra me dije que lo ocurrido no podía volver a suceder, que el mundo había aprendido algo", indica Budnicka, "pero muy pronto me di cuenta de que sí" podía volver a ocurrir.

"Ningún niño del mundo merece tal suerte (...) ¿Por qué tuve que sufrir eso? ¿Porque a un tipo como Hitler no le gustaba que un niño judío sobreviviera y se imaginó que había que matarlo?", dice... "pero yo sigo viviendo", pese a él, agrega.

Desde 1986, Birenbaum viaja al sitio del campo de Auschwitz. El 18 de abril, participará en la Marcha de los vivientes, organizada desde hace años, en homenaje a las víctimas del Holocausto.

"Es importante contar y decir que la guerra y el odio para con los otros envenena todo", puntualiza.

"Digo a los jóvenes que la vida está por sobre todo, cada día, cada minuto, cada instante cuenta, hay que conservar la esperanza, combatir para vivir, para ser libre".

 

Conservando la memoria

En el 80º aniversario del levantamiento de los judíos del gueto de Varsovia contra el terror nazi, la capital polaca reúne en una exposición los objetos, desde un zapato de niño hasta utensilios de cocina carbonizados, que cuentan cómo vivieron, amaron y murieron en tiempos de guerra.

La exposición en la Galería Kordegarda, organizada en colaboración con el Museo del Gueto de Varsovia, presenta vestigios raros, recientemente descubiertos, del barrio judío durante la Segunda Guerra Mundial.

"Varsovia no es una ciudad, sino dos: la que vemos y la que está debajo, bajo tierra", dice Jacek Konik, uno de los comisarios de la exposición. "Son las voces de una ciudad enterrada que resuenan bajo nuestros pies".

Konik dirigió las excavaciones en un lugar adyacente al búnker donde se suicidaron el líder de la sublevación Mordechaj Anielewicz y sus compañeros.

Cuando los nazis invadieron Polonia en 1939, aproximadamente un tercio de los habitantes de la ciudad eran judíos.

Un año después, los ocupantes sellaron su barrio para convertirlo en un gueto del que ningún judío podía salir libremente.

"Son objetos idénticos a los que encontramos en las zonas no judías, por lo que está claro que la zona del gueto fue aislada artificialmente", explica Konik.

Casi un mes después, el levantamiento fue brutalmente aplastado por los alemanes y el gueto arrasado.

Sus restos permanecen enterrados y solo de vez en cuando ven la luz del día. Uno de los varios miles de objetos excavados parece especialmente significativo: una manilla carbonizada con la llave aún atascada en la cerradura.

"Esta manilla simboliza el famoso decreto que obligaba a los judíos a abandonar sus apartamentos y dejar las llaves en la puerta", explica Konik.

Los objetos atestiguan el deseo de seguir viviendo a pesar de los horrores del antisemitismo y la guerra.

"Esto es quizá lo más conmovedor: una vida corriente se vio interrumpida, y ahora, gracias a esta exposición, podemos completar la historia", dice Konik.

Del gueto solo quedan unos pocos edificios, entre ellos la casa de la calle Chlodna donde vivió Adam Czerniakow, nombrado por los alemanes para dirigir la administración judía del gueto.

También hay fotos de la época, pero la mayoría fueron tomadas por los nazis.

"Es muy molesto que siempre veamos el gueto a través de los ojos de los alemanes. No debería ser así", explica Agnieszka Haska, del Centro Polaco de Investigación del Holocausto.

En breve los visitantes podrán ver unas fotos recién descubiertas del gueto que tomó un bombero polaco. Las imágenes forman parte de una nueva exposición en el Museo Polin de Historia de los Judíos Polacos, dedicada al destino de los civiles durante el levantamiento.

"En lugar de responder a las órdenes de unirse a los transportes hacia una muerte inminente, permanecieron ocultos. Su silencioso acto de resistencia fue tan importante como la lucha armada", afirma el Museo Polin en su web.

Este año las conmemoraciones del levantamiento, a las que asistieron, entre otros, los presidentes israelí y alemán, destacaron lo vivido desde la perspectiva civil.

Justo enfrente del museo se encuentra el Monumento a los Héroes del Gueto, un memorial de 11 metros de largo situado en el lugar donde se produjeron muchos enfrentamientos durante el levantamiento.

Según Haska, este monumento también tiene un lado oscuro.

"Solemos ver (...) el que muestra la lucha, a los combatientes", ante el que los visitantes oficiales depositan sus coronas, dice, "pero el otro lado del monumento, dedicado a la experiencia de los civiles, que queremos conmemorar especialmente este año, es sumamente interesante".

Este lado muestra una fila de personas camino de la muerte. "Es decir, ancianos, mujeres y niños que vivían en el gueto de Varsovia, condenados a morir", explicó Haska. /Resumen AFP