Perspectiva. Volver, el arraigado sueño de ucranianos exiliados | El Nuevo Siglo
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Domingo, 26 de Febrero de 2023
Redacción internacional con AFP

SON CONSCIENTES de su buena acogida, una vida con ‘privilegios’ y la oportunidad laboral para mejorar sus condiciones. Sin embargo, el futuro para los millones de ucranianos que se vieron forzados a cruzar las fronteras por la guerra está enraizado en su pasado y lo que esperan es que la misma termine para volver a comenzar allí: en la patria chica de su nación grande.

 Hace ya casi uno año que la familia Titkov partió de Irpin, cerca de Kiev, para vivir en Viena, lejos de la guerra. Detrás de la lucha por integrarse, la ruptura es dolorosa, su corazón continúa en Ucrania y anhelan que este horror termine para tomar el camino de regreso.

Como los Titkov, que con el letrero “Love home” en su acogedora casa de la capital de la capital austriaca dan a entender que allí hay tranquilidad, armonía y calor de hogar, hoy se sienten miles de sus compatriotas alejados de los bombardeos, combates y permanentes cortes de electricidad. Pese a ello, con el con el corazón constreñido por los que se quedaron no dejan de avivar la esperanza de un pronto retorno para reencontrarse con sus familias y cimentar el futuro que con ellas planearon.

"Aquí tenemos todo lo que necesitamos, para comer, un apartamento calefaccionado, la familia reunida, nada de estrés", afirma, Irina Titkova, la madre de 39 años y a quien la AFP sigue desde hace varios meses, cuando esta exprofesora de inglés, al lado de sus tres hijos de 10, 11 y 16 años y su esposo Valerii, de 44, huyeron de la guerra y empezaron una vida tan diferente como difícil, especialmente por el idioma, a cientos de kilómetros de Irpin.

Ellos, como millones de sus compatriotas, partieron todos de Ucrania al día siguiente de la invasión rusa del 24 de febrero de 2022. Actualmente son casi 8 millones de refugiados en Europa y 5,4 millones de ucranianos que no salieron del país pero debieron desplazarse hacia lugares ‘más seguros’.

Valerii, el padre, había conocido el horror de los combates en Nagorno Karabaj entre Azerbaiyán y Armenia, otro conflicto post-soviético. "Incapaz de matar un insecto", solo tenía una idea en mente: poner bajo resguardo a sus hijos.

Los Titkov fueron rápidamente alojados por intermedio de conocidos a dos pasos de la catedral de San Esteban antes de encontrar un lugar propio en un barrio residencial a una media hora del centro.

Austria, de 9 millones de habitantes, ha recibido a unas 90.000 personas con una "tarjeta azul" reservada a los refugiados ucranianos que gozan de una protección especial dentro de la Unión Europea (UE).

Este estatuto les da derecho a permanecer en Austria hasta marzo de 2024 sin tener que pedir asilo, y a percibir ayudas.

 

El idioma

Una familia puede recibir más de 1.000 euros (USD 1.080) para cubrir los gastos de comida y alquiler, explica Thomas Fussenegger, vocero de la agencia encargada de apoyo a los refugiados.

También se brindan de manera gratuita clases de idioma, y gracias a ellos Irina y Valerii asisten al establecimiento Deutschothek desde septiembre a razón de tres cursos por semana.

En las clases, alumnos y profesores hablan en un alemán rudimentario sobre la "propaganda" rusa o las últimas noticias del frente.

Para el padre de habla rusa, "es la parte más difícil" de la integración. "Estoy cansado después del trabajo y me cuesta concentrarme, hace entrar todas esas informaciones en mi cabeza", dice.

Masajista-fisioterapeuta de profesión, este hombre fornido fue contratado como operario de almacén en una cadena de restauración estadounidense. Se levanta al amanecer.

No es "el trabajo de sus sueños" pero espera conseguir en los próximos meses un permiso para ejercer su oficio. Tampoco renunció a volver a ser entrenador de fútbol, su otra pasión abandonada con el éxodo.

Ante la urgencia, Irina había aceptado un empleo de cajera. Agotada por el intenso ritmo, acaba de renunciar y prefiere trabajar en una tienda de plantas medicinales. "Es un lugar tranquilo, con buen karma", sonríe.

"Elegí esta otra realidad, empujé a mi familia a pensar en el futuro" al encontrar refugio en un país seguro, agrega la longilínea ucraniana que intenta aprovechar los museos y placeres de Viena. Como ese primer baile que se permitió el sábado con su marido, invitados por sus nuevos amigos.

Pero a pesar de sus esfuerzos, todo la devuelve de manera constante a Ucrania.

"Quiero persuadirme" de que todo va bien, que "nos adaptamos", pero en realidad "cada día tengo ganas de volver a mi país (...), cada día es como si mi alma se hubiera quedado allá".

"Mi vida diaria comienza verificando la actualidad en la red Telegram: lo que pasa en Kiev, en Irpin, en otras ciudades, y por supuesto quiero saber cómo están mis familias y amigos", cuenta, mostrando fotos de su hermano con ropa militar.

Sus hijos también extrañan y frecuentan sobre todo a otros ucranianos. Tras haber sido víctima de novatadas, Denys, de 11 años, cambió de clase y se siente mejor, feliz de tener "más amigos".

Además de la escuela austríaca, siguen en forma paralela el programa ucraniano, una doble escolaridad dura de llevar para los 500.000 a 700.000 niños refugiados en la UE.

"La inmensa mayoría de ellos quiere volver tras la victoria" y necesitan entonces mantener el nivel, explica Serguii Gorbachov, mediador de la educación nacional.

Ivanna Kobernyk, cofundadora de la oenegé Smart education, ve una situación excepcional. "Es probablemente la primera vez que Europa recibe refugiados de los cuales la mayoría sueña con volver a su país y siguen estudiando a distancia. Es la preservación de una cierta normalidad, de un vínculo con la patria".

El deseo de Irina es "que éste sea el último año de guerra”. ¿Y después? "Ucrania estará en ruinas", irreconocible, "y tendremos que empezar de nuevo de cero", dice preocupado Valerii.

 

Consuelo ‘divino’

Entre tanto, en los frentes de guerra en Ucrania (la mayoría en el este), se observa a un hombre que en cumplimiento de su misión acude a diario a visitar los soldados. Con ropa de camuflaje, pesadas botas y una pequeña barba, Mykola Berezyk, se acostumbró al constante peligro que implica esta guerra.

Este capellán de la Brigada de Asalto Aéreo 95 se compró un Lada 1600, en el que se desplaza diariamente para llevar la fe a todas las partes, especialmente a los soldados.

A simple vista parece uno de los tantos soldados ucranianos que luchan contra las tropas rusas en la disputada región del Donbás. Pero, a diferencia de ellos, no lleva una ametralladora y su única protección es una pesada cruz de plata de tres brazos colgada alrededor del cuello.

Cuando llega a su destino, saca del maletero del Lada azul una fuente de agua bendita de peltre, un paquete de velas y una bolsa de cuero negro que contiene una Biblia.

De 28 años, el padre Mykola explica que sintió una llamada espiritual al sacerdocio hace diez años, cuando comenzó a ir a misa con la esperanza de encontrar un sentido a la vida.

Antes de consagrarse a la iglesia ortodoxa ucraniana, fue constructor durante cinco años y luego entró en una unidad de artillería del ejército durante tres años, hasta 2020. Cuando Rusia invadió Ucrania el año pasado, se encontró de nuevo en primera línea. En agosto, resultó herido por metralla que se quedó a solo dos centímetros de su corazón.

Cuando estaba en el hospital recuperándose tuvo una "revelación" y decidió que su deber era ahora guiar a sus hermanos de armas.

"La guerra nos ha demostrado que no basta con alimentar y equipar a los soldados y darles armas…Ellos también necesitan apoyo espiritual", dijo a un periodista de AFP.

Un grupo de paracaidistas exhaustos regresan del frente hacia la casa donde están alojados y se quitan los gorros en una señal de respeto. En el salón, el padre Mykola, ahora con una túnica negra de sacerdote cubierta de ornamentos bordados en rojo y oro, saluda a la improvisada congregación.

"El mundo entero debe saber que no luchamos solo con fusiles, sino con la palabra de Dios", afirma. "Luchamos en el campo de batalla con el corazón y el alma".

Los soldados se arrodillan mientras el humo del incienso llena la habitación, leen pasajes de la Biblia y el sacerdote reza por la paz.

"Después de luchar, este momento de oración es como si te hubieran quitado un peso del alma", señaló "Zalizny", un soldado de apenas 28 años que lleva meses defendiendo su país y es un fiel creyente de que como dice ‘Cook’, otro compañero mayor que él: Ucrania se salvará…Es muy duro, pero resistiremos".