Sintiendo el “peso de la historia” -como lo dijo ante el Parlamento- y consciente tanto de su gran responsabilidad como los desafíos de su reinado, Carlos III ha logrado con espontáneos gestos, claros mensajes y sentidas expresiones de agradecimiento granjearse un mayoritario apoyo ciudadano en tan solo diez días en el trono.
Carlos Felipe Arturo Jorge, nacido el 14 de noviembre de 1948, fue designado Príncipe de Gales cuando tenía diez años de edad. Este título es, desde 1831, el que recibe el heredero de los monarcas británicos, tradición iniciada con Eduardo I y que se suma a los que adquiere al nacer: duque de Cornualles, duque de Rothesay, conde de Carrick, señor de las islas y conde de Chester.
La muerte de su progenitora, la monarca Isabel II (96 años) el pasado 8 de septiembre, lo convirtió inmediatamente en el rey Carlos III, asumiendo en medio del duelo el cumplimiento a cabalidad del “London Bridge” el protocolo que la desaparecida reina preparó hace décadas para el momento de su fallecimiento, al igual que las obligaciones de la corona.
Aunque muchos críticos de las monarquías ‘atacaron’ señalando que Carlos III es un rey anciano e impopular, en este breve lapso de tiempo ha evidenciado que sus más de siete décadas de formación para ser rey le dieron el liderazgo, sabiduría y capacidad para cumplir la misión de un monarca: ser símbolo de unidad y estabilidad.
Con trono y aún sin corona, es decir fue proclamado monarca solo dos días después del fallecimiento de la reina mientras que no se ha determinado la fecha de su coronación, Carlos III no sólo ha encabezado las ceremonias de tributo a la soberana, sino que rompiendo los estrictos protocolos se ha acercado al pueblo, en Londres, Belfast, Edimburgo y Cardiff, las capitales de las cuatro naciones que integran el Reino Unido (Inglaterra, Irlanda del Norte, Escocia y Gales), las que visitó en esta primera semana de reinado.
“! ¡Dios salve al rey!” fue el grito con el que una multitud agolpada frente al londinense Palacio de Buckingham recibió a Carlos III y la reina consorte Camila, tras regresar del castillo escocés de Balmoral, donde acompañaron las últimas horas de la reina. Ante la espontánea y sincera expresión ciudadana, el rey se dirigió hacia las barreras de seguridad para saludar y expresar gratitud tanto por las condolencias recibidas como por el inmenso jardín de flores que en tributo de su progenitora depositaron frente a la emblemática residencia real.
Pocas horas después, con luto en el corazón pero con la compostura real, dirigió su primer discurso a la nación: “Mi amada mamá", cuando cumplió 21 años, "se comprometió (...) a dedicar su vida, ya fuera corta o larga, al servicio del pueblo. Yo les renuevo hoy esa promesa de servicio durante toda la vida y me comprometo a defender los principios constitucionales".
En su corta intervención también designó a su primogénito Guillermo como Príncipe de Gales, lo que como reseñamos lo hace, junto a su esposa, Catalina (ambos de 40 años) los herederos al trono y expresó su "amor" por Enrique, de 37, y la esposa de este, la exactriz estadounidense Meghan Markle, que "continúan construyendo sus vidas en el extranjero".
En su primer acto como jefe de Estado en la monarquía parlamentaria del Reino Unido, el rey se reunió con la primera ministra, Liz Truss, conservadora nombrada en reemplazo de Boris Johnson y quien fue recibida por Isabel II dos días antes de su fallecimiento.
Isabel II era "una de las mayores líderes que el mundo haya conocido", dijo Truss al monarca, en línea con lo que horas antes había expresado en el homenaje que se le rindió en el Parlamento.
La larga despedida a la soberana con el reinado británico más largo ha estado pletórico de simbolismo, sentimientos y tributos ciudadanos, quienes han vivido horas de espera para, a metros de distancia y en pocos segundos, dar la despedida a su líder, y a quien muchos la consideraban como una “mamá”.
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"La amaba. Era la única dirigente digna de ese nombre que quedaba en el país", lamentó Paul White, de 48 años, en el metro de Londres con un diario en las manos, monopolizado, como todos, por la muerte de la reina, mientras que Sue Harvey, una contadora de 50 años que viajó en tren desde el sur de Inglaterra, para ir a la capilla ardiente en Westminster Hall, exaltó el compromiso que tuvo con el pueblo.
Emoción contenida o llanto abierto pero silencioso y sobre todo "respeto" por quien fuera su reina durante siete décadas, la única que conocieron tres generaciones de británicos, fue la constante a lo largo de no menos de diez kilómetros de fila de espera a lo largo del Támesis y el desfile ante el alto catafalco púrpura con el cuerpo de quien “dio 70 años de compromiso infatigable al mundo" como lo señaló Anne Daley, quien fue una de las primeras en rendirle tributo ya que pernoctó en las afueras del lugar desde el martes.
Cientos de miles de personas, que hasta el viernes se calculaban en más de medio millón, sobrecogidos por la magnitud del acontecimiento caminaron en silencio por este lugar, la parte más antigua del Parlamento británico y al pasar delante del féretro hacían una reverencia o lanzaban un beso.
La multitudinaria despedida popular a Isabel II se repitió este fin de semana y concluirá en la madrugada de mañana, cuando se verificará el adiós familiar en una ceremonia privada en la iglesia San Jorge del Castillo de Windsor. Allí, reposará junto a su padre Jorge VI, su marido Felipe de Edimburgo, su madre Isabel y su hermana Margarita.
El rey, de uniforme militar en actos públicos de homenaje -como la “velación de los “príncipes” la noche del viernes y la vigilia que tuvo lugar dos días antes- o de impecable traje en encuentros políticos como su rápida pero trascendental gira por los países del Reino Unido y la reunión con los representantes de la Commonwealth, la Mancomunidad de Naciones que preside, Carlos III ha cumplido con una intensa agenda, con lo que dejó entrever desde su liderazgo hasta su faceta humana.
Y eso lo han reconocido los británicos, inclusive los jóvenes, el grupo etario que más resistencia tenía hacia el nuevo monarca, como lo revela la encuesta de YouGov que reseña que los británicos ven ahora con mejores ojos a Carlos III que durante su etapa como príncipe de Gales.
Así, más de seis de cada diez creen que hará un buen trabajo como rey, si bien la potencial abdicación tiene ahora más adeptos que con la difunta Isabel II porque los jóvenes consideran que Guillermo y Catalina son una imagen real de la familia moderna.
El sondeo realizado a 1.727 personas, señala que un 63 por ciento creen que Carlos III será buen rey, casi el doble de quienes pensaban así en mayo, al igual que el 53 por ciento apuesta también por la nueva reina consorte, Camila.
También, casi tres de cada cuatro creen que Carlos III ha demostrado ser un buen líder y un 94 por ciento valoran como bueno el discurso a la nación que pronunció tras el fallecimiento de la monarca.
Sobre los detalles del hasta ahora su corto reinado, el 45 por ciento de los británicos creen que habrá diferencias con Isabel II, mientras que el 40 por ciento anticipa una etapa similar.
Con tan solo diez días en el trono, Carlos III ha demostrado preparación, liderazgo compromiso y carisma. Tras el sepelio de Isabel II, comenzará en firme su camino para afianzar la monarquía y, para ello, es clave ganar el apoyo de los jóvenes, quienes ya comienzan a verlo como una figura de respeto y símbolo de nacionalidad.