¿Por qué Kim y Xi se reunieron en Pekín? | El Nuevo Siglo
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Domingo, 1 de Abril de 2018
Pablo Uribe Ruan @UribeRuan
En la primera vez que salió de Corea desde que asumió el poder, Kim habló con el Presidente chino, un mes antes de que delegados de su gobierno se reúnan con enviados de Seúl para iniciar un posible diálogo. China intenta dejar claro quién es su aliado y bajo qué parámetros se deben dar las tratativas que inician el 27 de abril

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Rumbo a Pekín, un tren color verde, pesado por su blindaje, cruzó la frontera entre Corea del Norte y China. El viaje, inicialmente, se creyó que había sido el miércoles, pero luego se confirmó que fue el lunes, dos días antes de que Kim Jong-un, heredero del régimen norcoreano, hiciera un brindis con Xi Jinping: la copa del norcoreano tenía vino blanco, para evitar, dicen los mal intencionados, envenenamientos; la otra estaba llena de vino tinto.

Largo, por los 21 vagones que tiene, el tren que venía intercalado con otros dos para despistar a las autoridades, según la BBC, arribó a Pekín, en una mañana opaca. Luego de unos minutos, desde un ventanal, Kim Jong-un se asomó, con su sonrisa característica, extraña en un líder de un régimen dictatorial (suelen ser soeces, rudos, poco amigos de sonreír).

A partir de ese momento, pasaron dos días en los que Kim y Xi, el gigante presidente de China, abordaron numerosos temas que se dieron a conocer hasta el miércoles, luego de celebrar un banquete al mejor estilo de la Dinastía Xin: pescado, pato, buenos licores, orfebrería. Escenario lejos de lo que Mao Zedong, al menos, pródigo en sus discursos, hacía a favor de la “revolución cultural”.

Esta despedida -quizás mejor, el recibimiento- demuestra la importancia que para Xi tuvo la visita de Kim, quien en seis años de mandato salió por primera vez de Corea del Norte. Se rumora que no lo había hecho antes por la pugna al interior de su gobierno, aunque otros no descartan que no haya tenido invitaciones.

Como los “labios a los dientes”

En 1952, Pekín y Pyongyang estrecharon su amistad tras la guerra de Corea, en la que murieron miles de chinos. Mao Zedong unos años después, luego de firmar el “Tratado de la Amistad” (1961), calificó su relación como de “labios a los dientes”. Pero con los años, al menos frente a los organismos multilaterales, China ha tomado distancia, por las constantes pruebas de misiles balísticos de Kim.

Encargado del 90% de sus importaciones, China es un aliado casi único de Kim, quien, preocupado, parece estar pidiendo auxilio.  Las importaciones de carbón, en febrero de 2017, fueron suspendidas por Pekín, lo mismo que la venta de combustible a Corea del Norte. Además, los delegados de Xi apoyaron las sanciones tomadas por la ONU, enfocadas contra la economía norcoreana.

Aislado, algunos interpretaron la visita de Kim como la única forma de sobrevivir, pero su saludo va mucho más allá. Un mes antes de que inicien las conversaciones con Corea del Sur, China necesita dejarle claro a Washington y Seúl de qué lado está y bajo qué condiciones se va a dar el diálogo.

La relación entre China y Corea del Norte es tan necesaria como la de Washington con Seúl. Es una cuestión geopolítica, sobre todo, pero también económica y dogmática. El régimen de Kim para Xi es un “amortiguador útil” de los 30.000 soldados que Estados Unidos tienen en Corea del Sur, explica John McLaughlin, de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados Johns Hopkins.

China no se puede dar el lujo de perder ese colchón o permitir que cambie su rol frente a la comunidad internacional, algo posible de acuerdo a las intenciones  que, se presume, va a tener Seúl, asesorado por Washington.

Mao Zedong unos años después, luego de firmar el “Tratado de la Amistad” (1961), calificó su relación (con Corea del Norte) como de “labios a los dientes”. 

La posición de Pekín frente a Pyongyang sigue siendo inamovible. Si bien apoyó las sanciones de la ONU y tomó algunas medidas, en los últimos años el comercio bilateral entre los países ha aumentado, sobre todo desde que llegó Kim Jong-un. Según el portal  Council of Foreign Relations, “el comercio bilateral se multiplicó por diez entre 2000 y 2015, alcanzando un máximo en 2014 de $6.86 mil millones, según cifras de la Agencia de Promoción de Comercio e Inversión de Corea, con sede en Seúl”.

En orden de prioridades, China le teme más a un colapso del régimen que al uso de armas nucleares. Es claro que para Xi es un problema -y una amenaza- el uso de armas nucleares por Corea del Norte, pero entiende que lo más importante es el sostenimiento de la hegemonía de los Kim.

Aparte de lo que representan los miles de marines norteamericanos en Corea del Sur,  a Xi Jinping preocupa un éxodo masivo de ciudadanos norcoreanos a su país. “La inestabilidad generada en la península podría entrar en cascada en China, lo que hace que el desafío de China de proporcionar a su propia gente sea mucho más difícil”, dice Mike Mullen, ex presidente del Estado Mayor Conjunto de los EE. UU.

 

Reunión: 27 de abril

A puerta cerrada, de lunes a miércoles, Kim y Xi se reunieron para concretar diferentes temas, entre ellos, se especula que fijaron el manejo que le darán a las negociaciones bilaterales que Seúl tendrá con Pyongyang, según un comunicado firmado por ambas delegaciones el viernes pasado.

“De acuerdo a la voluntad de ambos líderes, el Sur y el Norte acordaron llevar a cabo la 'cumbre Sur-Norte 2018' el 27 de abril en la Casa de la Paz surcoreana de Panmunjom”, indica el texto. 

En ese lugar, Panmunjom, localizado en la Zona Desmilitarizada, del lado surcoreano –Kim Jong-un será el primer dirigente norcoreano en pisar territorio del Sur- se firmó el armisticio de la guerra de Corea (1950-1953), que le dio comienzo al congelamiento de las relaciones, que, en varios intentos, han intentado descongelarse, sin ningún éxito.

Un nuevo diálogo comenzará el 27 de abril, con dos potencias fijadas en sus posiciones. Ambas tienen claro que el objetivo central es desnuclearizar a Corea del Norte, pero tiene visiones distintas de los compromisos que deben asumir. China ha sancionado a Pyonyang, pero mantiene una estrecha relación con Kim. Mientras, Estados Unidos pide la desnuclearización, sin embargo, mantiene sus bases militares en la península coreana.

La visita de Kim se puede entender como una forma de consolidar esa alianza. Lo mismo hizo Trump, cuando aterrizó su Air Force en Seúl. Sin la voluntad de Pekín y Washington,  el diálogo entre las coreas no tiene vocación de futuro.