POR diplomacia y tal vez con la esperanza de lograr un acuerdo sobre el ya creciente conflicto independentista en la región ucraniana del Donbás, hace una década el presidente ruso, Vladimir Putin fue invitado a los actos conmemorativos de los 70 años del Desembarco de Normandía. Este jueves será no sólo el gran ausente, sino que verá como Occidente reitera su apoyo irrestricto a Kiev e, inclusive, avalará que sus armas sean utilizadas contra objetivos rusos más allá del campo de batalla.
En 2014, si bien la planeada anexión de la península de Crimea generó condena internacional, no fue obstáculo para que el mandatario ruso estuviera presente en un aniversario más del Día “D”, la operación militar que permitió la liberación de Europa de la Alemania nazi. Inclusive, fue en ese acto conmemorativo donde se instauró el ‘Cuarteto de Normandía’, donde Francia y Alemania mediaron para que Putin y su homólogo ucraniano, Victor Proshenko, alcanzaran un acuerdo sobre la región del Donbás.
Pero hoy, diez años después, a raíz de la invasión a Ucrania (24 de febrero del 2022), Putin es una persona non grata y su país blanco de sanciones por esa ofensiva además de dejar miles de víctimas (fallecidos, heridos y desplazados) en ambos bandos, evidencia un ambicioso proyecto geopolítico que cuenta con el respaldo de China: gestar un nuevo orden mundial.
Tras el fracaso de los acuerdos de Minsk que promovió el mencionado Cuarteto, la diplomacia acabó dando paso a la guerra. Vladimir Putin, siempre dispuesto a invocar la "Gran Guerra Patriótica" soviética, afirma ahora que quiere "desnazificar Ucrania", comparando la Ucrania de Zelenski con la Alemania de Hitler.
"Lo más importante para nosotros serán las conmemoraciones del próximo año (del 80º aniversario de la Victoria en la Gran Guerra Patriótica", respondió el vocero de la presidencia rusa, Dmitri Peskov, tras conocer que Francia había desechado la posibilidad de invitar a un representante ruso a la ceremonia de este jueves ya que dicho país tiene el mérito de haber sido clave en la victoria final sobre el nazismo.
La conmemoración este jueves en la playa normanda conocida como Ohama, estará pletórica de mensajes y simbolismos. El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski estará al lado de los dirigentes aliados como el estadounidense Joe Biden, el jefe del gobierno alemán, Olaf Scholz, y el anfritrión, Emmanuelo Macron.
El 6 de junio de 1944, el "Día D", una fuerza de 156.000 soldados y 20.000 vehículos alcanzaron las playas de Normandía, donde los nazis, que a las órdenes de Adolf Hitler ocuparon Europa occidental, no los esperaban.
Esta titánica operación contribuyó decisivamente al fin de la Segunda Guerra Mundial en territorio europeo en 1945, con la Alemania nazi, atrapada entre dos frentes, el Atlántico, en el oeste, y la Unión Soviética, en el este.
Más de 4.000 personas, entre ellas 200 veteranos, están invitadas a las ceremonias que homenajearán entre miércoles y viernes a los libertadores, pero también a los resistentes e incluso a las víctimas civiles de los bombardeos aliados.
Más allá de la ceremonia principal el jueves, Biden, el rey británico Carlos III y el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, presidirán también otras en sus respectivos cementerios nacionales en suelo francés.
En las playas normandas, los occidentales aparecerán más unidos que nunca contra Rusia, tras romperse un nuevo tabú: Estados Unidos y Alemania autorizan ahora a Kiev a usar los misiles que le suministran para atacar, con condiciones, objetivos en Rusia.
El presidente francés, Emmanuel Macron, que allanó el camino en enero y descubrió a sus aliados al no descartar el envío de soldados a Ucrania al considerar que Europa "puede morir", prometió también nuevos anuncios con motivo de la visita de Zelenski.
La guerra en Ucrania "es un período que nos obliga a preguntarnos qué precio estamos dispuestos a pagar por nuestra libertad y por defender nuestros valores", escribió Macron en un mensaje con motivo de la conmemoración.
"Que el ejemplo de estos héroes (del Desembarco de Normandía), ya sean famosos o anónimos, refuerce nuestra determinación y nuestra confianza en un futuro de paz y seguridad", agregó.
Dolor, recuerdos y…esperanza
Entre los invitados a la playa normanda estará Jean Caillet, un resistente francés, ya centenario, y que como miles de personas más fue clave en el exitoso operativo de Normandía.
Nacido en una familia judía recuerda aquellos días de dolor y trabajo frenético. Caillet vive en la ciudad francesa de Dieppe, en Normandía, en una calle que lleva su nombre y homenajea su trayectoria, que lo hizo pasar por España y Marruecos antes de llegar a Inglaterra, donde se encargó del mantenimiento de los aviones desplegados en el Desembarco. de los Aliados.
Sin Caillet y otros millones de personas que trabajaron lejos de la línea de frente -cartógrafos, intérpretes, mecánicos- el Desembarco del 6 de junio de 1944 no habría sido posible.
"Cuando tienes 20 años, es una gran aventura", dice Jean Caillet, con el pecho cubierto de condecoraciones, la cabeza llena de recuerdos y el corazón devastado por la muerte de sus seres queridos.
En Inglaterra fue integrado en las únicas unidades francesas, "Guyenne" y "Tunisie", que volaban en bombarderos pesados de la Royal Air Force (RAF), la fuerza aérea británica.
Al anunciarse la operación del Desembarco, para plantar cara a los nazis en esa parte de Europa, "estábamos contentos, por supuesto, porque tal vez íbamos a ver de nuevo nuestro país algún día", dice con una sonrisa.
Sin embargo, no hubo tiempo para celebraciones. "Teníamos muchísimo trabajo. Yo era mecánico en tierra, me ocupaba del mantenimiento y el chequeo de los aparatos de a bordo de los Halifax".
"A veces me llevaba cinco minutos, y otras veces una hora. Chequeaba entre cinco y veinte aviones al día. Casi todos los aparatos estuvieron en la batalla de Normandía", recuerda Caillet, orgullosa de haber contribuido a la liberación de Francia de la ocupación. nazi.
En la base inglesa de Elvington, cerca de York, entabla amistades, descubre la cerveza, el whisky, las mujeres. Las restricciones y los bombardeos le recuerdan constantemente que el país está en guerra.
La mitad de los pilotos de las unidades "Guyenne" y "Tunisie" nunca regresaron de su misión.
Pese a los riesgos, le habría gustado ir con ellos, pero asegura que el motivo fue que “no tenía suficiente fuerza física. El hambre durante la guerra debió de influir, y me debilitó esencialmente. No había mucho que llevarse a la boca ni en Francia ni en España".
En enero de 1942 decide abandonar el país para escapar al Servicio de Trabajo Obligatorio (STO), por el que los ocupantes requisaban a jóvenes franceses para hacerlo trabajar en Alemania. Encuentra refugio en casa de un tío en la zona libre, y se resuelve a unirse a las fuerzas francesas en el norte de África.
Al cabo de un viaje solitario, logra cruzar clandestinamente la frontera española, pero es detenido por la Guardia Civil y encarcelado en Girona. "Crucé la frontera española sin darme cuenta", recuerda. "Había tirado mis papeles, estaba encarcelado en Girona.
Liberado gracias a la Cruz Roja, parte a Portugal en tren, y se embarca hacia Marruecos, donde llega el 13 de junio de 1943 para enrolarse en el ejército del aire. A su paso por Argelia contrae el paludismo.
Tras este periplo, consigue llegar a Liverpool a finales de 1943. Empieza entonces su aventura en la aviación británica, pero la preocupación por su familia crece al saber que su madre y su hermana pequeña han sido detenidas.
Al volver a Francia tras la guerra, Jean se encuentra con su casa saqueada. "No los volví a ver. Nunca tuve noticias de mi padre, ni de mi madre ni de mi hermana".
Jean fundó su propia familia y abrió una tienda en Dieppe con su esposa. Entre los dos perdieron a 15 parientes durante la Segunda Guerra Mundial.
La verdad sobre su familia no la supo hasta 1978, gracias al trabajo de investigación de Serge y Beate Klarsfeld, conocidos por haber buscado a los nazis fugados tras la guerra. Su padre Simon fue detenido en agosto de 1942; su madre Marguerite y su hermana Jeannine, de 15 años, en 1943. Los tres fueron deportados a Polonia, al campo de exterminio nazi de Sobibor./Redacción internacional con AFP