LA INDUSTRIA QUÍMICA en China es enorme: en 2022 representó el 44 % de todas las ventas mundiales de estos productos y es el sostén económico de millones de habitantes en decenas de provincias donde operan esas empresas. Gigantesca y consolidada, por su vasto portafolio, la componen varias empresas legales, pero paralelamente ‘facilitó’ la consolidación de un mercado negro y lesivo de precursores químicos que son la base de varias drogas sintéticas, entre ellas el fentanilo.
Estos son apartes de la investigación “La ruta de la seda sintética: al interior del comercio de precursores químicos en China”, realizada –en una ciudad del gigante asiático– por InSight Crime, en la que se narra cómo opera ese creciente negocio ilegal, desde el acceso a éste mediante la dark web (red oscura), el pago en criptomonedas, los ‘envíos encubiertos’ hacia América Latina y la consolidación de una ‘mafia roja’.
“Empezamos a buscar a alguien con conocimientos sobre el mercado de precursores químicos. Pronto recibimos un indicio de quién sería nuestra primera fuente anónima, que nos dirigió hacia la dark web, donde el anonimato encubre a compradores, vendedores y sus transacciones. La misión inicial consistía en descubrir a los proveedores que enviaban precursores químicos desde China continental, que excluye a Hong Kong y Macao, hacia México. Nos hicimos pasar por un comprador de México y accedimos a la dark web a través de Tor, navegador que permite la comunicación anónima. Una vez dentro, hicimos una serie de búsquedas con la palabra “fentanilo”. Eventualmente, apareció una con un número de identificación de producto. Cuando hicimos clic en este sitio, nos llevó a MicroDroper.
MicroDroper parecía ser un distribuidor con sede en China, según la información que proporcionaban en su sitio web. Parecía impregnar todos los rincones de la dark web y los sitios más notorios, como Nemesis, Tor2Door y RoyalMarket. Estos sitios actúan como Amazon en la dark web, con numerosos listados, y MicroDroper estaba entre ellos.
“Somos el equipo MicroDroper”, decía una descripción típica de productos. “7 años en el Dark Market (mercado oscuro). Más de 16 mil reseñas. 100 % de satisfacción”.
El inventario de la empresa contaba con un amplio espectro de productos químicos, incluyendo aquellos destinados a la producción de drogas de diseño y cannabinoides sintéticos, así como químicos utilizados para la producción de metanfetamina y fentanilo. Con más de 16.000 transacciones en el momento en que realizamos la investigación, MicroDroper destacaba entre los demás vendedores. Además, contaba con una clientela fiel.
Pasamos las siguientes semanas analizando las sustancias químicas que vendía MicroDroper. Esto fue difícil porque, como descubrimos, utilizan medios elaborados para disfrazar sus productos. Uno de estos métodos es el uso de un número CAS (Número de Registro Químico o Chemical Abstract Service), que es una práctica estándar en la industria. Es similar a un número de serie y se utiliza para identificar sustancias químicas y productos farmacéuticos. Por ejemplo, el número 125541-22-2 tiene el CAS que corresponde a fenilaminopiperidina, un preprecursor que puede utilizarse para la producción de fentanilo.
Según entrevistas de InSight Crime con varios cocineros de fentanilo en Sinaloa (México), esta es una de las principales sustancias utilizadas para fabricar la droga sintética en sus laboratorios clandestinos.
Con el tiempo, empezamos a interactuar en línea con estos vendedores. Nuestras interacciones con las empresas se desarrollaron principalmente a través de correos electrónicos cifrados, que protegían nuestra identidad y la de ellos. También utilizamos una red privada virtual (Virtual Private Network, VPN) para acceder a internet. El uso de una VPN y de aplicaciones de mensajería segura es común en China, donde el firewall (o cortafuegos) del gobierno ejerce un estricto control sobre las plataformas chinas convencionales.
Una vez que manifestamos nuestro interés por comprar precursores químicos, nos facilitaron los números CAS y los nombres de las sustancias químicas que vendían, con las que se puede sintetizar el fentanilo.
Enviamos un mensaje a varios contactos pidiendo 20 kilogramos de CAS 125541-22-2, o 1-boc-4-AP, que nos daría suficiente materia prima para fabricar unos 20 kilogramos de fentanilo. En menos de 24 horas tuvimos nuestra primera respuesta. Otros vendedores nos enviaron mensajes por Telegram, WhatsApp o Wickr. Algunos los completaron con números de teléfono y nombres de usuario de aplicaciones de mensajería.
Con el tiempo, nuestras comunicaciones con MicroDroper develaron una conexión con una empresa química que operaba bajo el nombre de The Grateful Chemicals (TGC-RC Chemicals). Según la información que pudimos acopiar era una empresa china que producía de todo, desde opioides hasta psicodélicos y estimulantes. Descubrimos más tarde que la empresa tenía su sede en China continental. En las páginas web de estas empresas químicas había descripciones detalladas de cantidades y precios. Luego encontramos una red de empresas químicas que utilizaban las mismas convenciones que éstas: números CAS, palabras clave y un sitio web profesional.
Una empresa que nos respondía con mayor frecuencia fue Wanjiang Biotechnology. Los vendedores parecían dispuestos a vender precursores químicos para la fabricación de fentanilo a quien sea, incluidos nosotros. Nos ofrecieron más sustancias químicas que son vitales para la producción de fentanilo, incluida la n-(tert-butoxicarbonil)-4-piperidona (también llamada 1-boc-4-piperidona), un preprecursor.
También establecimos contactos con otros vendedores y fabricantes. Algunas de las empresas se habían aventurado más allá del comercio de precursores químicos y pretendían enseñar a sus clientes a sintetizar fentanilo y otras drogas sintéticas. Algunas incluso ofrecían recetas e instrucciones detalladas, ya que entregaban los “productos semiacabados”.
‘Envíos encubiertos’
Una dimensión sorprendente de estas empresas químicas reside en su meticulosa construcción de una fachada de legalidad, la cual se plasma eficazmente en las imágenes de las que hacen alarde y en las prácticas que fingen seguir al hacer negocios.
La fachada de legitimidad se extiende a la forma en que deciden comunicarse con sus clientes. Nosotros les dijimos que estábamos radicados en México. Mientras que las sustancias que enviaban no solían estar controladas o estaban poco reguladas en China, sí lo estaban en México. La mayoría de los vendedores con los que tratamos parecían ser conscientes de la estricta normativa mexicana y no nos preguntaron por ella. De hecho, con frecuencia se ofrecieron a eludir ese sistema. Otros vendedores en internet anunciaban el “envío encubierto” como opción y cobraban por ello un precio elevado.
A través de nuestros múltiples intercambios, también pudimos comprobar que estaban dispuestos a atender todo tipo de pedidos, incluidos los pedidos a granel de más de 25 kilogramos de precursores químicos para la producción de fentanilo.
El proceso de pago también fue muy similar al de la mayoría de los sitios de comercio electrónico. En un sitio web de productos químicos, por ejemplo, después de añadir los artículos a nuestro carrito de compra, pulsamos el botón de pago. En la página siguiente podíamos ver el producto, un código de cupón, la opción de utilizar un bono de regalo, la estimación del envío y el impuesto calculado.
Quizá la única gran diferencia entre estos con los sitios web de los vendedores de marca eran las opciones de pago. Las transacciones se realizaban predominantemente con criptomonedas, como bitcoin. Tras seleccionar la opción de pago, nos pedía que confirmáramos nuestro pedido. Hicimos clic y nos dio un código QR de bitcoin para escanear. Ahí nos detuvimos.
Con el tiempo, empezamos a establecer contactos en persona. Conocimos a empresarios en casas de té clandestinas, bares y clubes nocturnos, que decían ser propietarios de empresas legales e ilegales. Uno de los primeros que conocimos se hacía llamar “Fat Man”, quien luego nos presentó algunos de sus socios en una ceremonial hora del té, entre ellos a quien se hacía llamar “Master”, quien afirmó tener varios negocios, además de ser un gurú espiritual y religioso. Pero él y sus socios también estaban implicados en la industria de precursores químicos que suministraba las materias primas a grupos criminales en México. La dualidad era típica en China: tradición y fachada de negocios legítimos en la superficie, negocios grises en el interior.
Durante nuestra reunión, “Master” y sus socios nos explicaron que tener contacto con los líderes políticos locales significaba un menor escrutinio sobre sus operaciones comerciales. El ‘quid pro quo’ era sencillo: dinero. Tener muy buen guanxi (que aunque significa muchas cosas en mandarín, en este negocio se emplea a conexiones corruptas o de alto nivel para tener protección extralegal) es lo que permite que funcionen estos mercados grises, como el de los precursores químicos y una ‘mafia roja’.
*Artículo editado de la investigación de InSight Crime