LOS alemanes son los campeones del ahorro. Abren una libreta desde la infancia, coleccionan los descuentos y han convertido la austeridad en un dogma político, ajenos a lo que piensen fuera de su país.
La exposición "El ahorro, esa virtud alemana" aborda el tema en Berlín y da la bienvenida al visitante con portadas de prensa críticas con la arraigada costumbre de la primera economía europea, presididas por titulares como "El problema alemán" o "Merkel, la reina de la austeridad".
"Los alemanes no entienden muy bien estos ataques, por qué este conflicto se volvió tan virulento", explica Richard Gross, director del Museo de Historia Alemana de Berlín.
Ni las guerras, ni las crisis, ni las bajas tasas de interés lograron que los hogares alemanes dejaran de ingresar dinero en sus libretas a un ritmo que, aunque no es el más alto de Europa, ronda el 10% de sus ingresos y se mantiene en un nivel elevado desde hace décadas.
A finales de 2017, los alemanes guardaban en sus casas y en el banco unos 2,3 billones de euros (2,8 billones de dólares), según un informe divulgado en enero por el banco central alemán, el Bundesbank.
La ilustración y el protestantismo
"La idea no es de decir si ahorrar es bueno o malo. Se trata de abrir un debate sobre un tema que en Alemania parece evidente [...] Ahorrar se ha interiorizado hasta convertirse en un hábito", explica Robert Muschalla, especialista de historia económica y comisario de la muestra sobre esta "virtud" alemana.
La elección del término es deliberada, ya que en Alemania el ahorro tiene un dimensión moral y la misma palabra "Schuld" designa tanto la deuda como la falta.
¿Hay entonces una predisposición cultural a ahorrar en la cuna de la Reforma? El historiador hace una mueca cuando se le menciona el vínculo establecido por el sociólogo Max Weber entre la "ética protestante" y el "espíritu del capitalismo", o sea entre la confesión religiosa y la acumulación de capital.
"Esto tiene tanto que ver con el protestantismo como con la Ilustración", matiza Muschalla y recuerda que la fundación de la primera caja de ahorros en Hamburgo, en 1778, debe mucho a las ideas sobre la autonomización del individuo y la importancia de financiar la educación de cada uno.
"Es muy sencillo: mientras los franceses hacían la Revolución (en 1789), los alemanes inventaban el ahorro", resume el historiador.
En 1850, en Prusia hay 278.000 cartillas de ahorro y en 1875 esta cifra sube a 2,2 millones, la mayoría en una red de cajas gestionadas por las autoridades locales.
Control social
El auge del ahorro en ese momento preciso de la revolución industrial se debe también a que patrones y autoridades consideran estas libretas un instrumento muy eficaz de control social.
Quien tiene una libreta con un poco de capital tiene algo que perder y no lleva a cabo la revolución, se lamentaba Karl Marx en "El capital", uno de cuyos primeros ejemplares puede verse en la exposición.
A partir del principio del siglo XX, la fiebre alemana del ahorro coincide con un ascenso del nacionalismo y las cartillas ayudarán a financiar la campaña militar en la Primera Guerra Mundial.
Un carro de dinero
La pieza que sigue en la historia está expuesta en el centro de una sala y puede conmocionar a los espectadores: un carro utilizado para transportar kilos y kilos que billetes que habían perdido su valor en la crisis de hiperinflación de la década de 1920.
Después, el partido nazi de Adolf Hitler buscó presentar el ahorro como una "tradición alemana", en oposición al crédito con el que querían identificar a los judíos.
A partir de 1938 los depósitos bancarios hechos por clientes judíos fueron confiscados y entraron a las arcas del Estado.
En las escuelas del Reich se instalaron máquinas de monedas automáticas para alentar a los niños a ahorrar introduciendo sus monedas y perforando sus cartillas.
"Ser tacaño es fantástico"
Después de la derrota de los nazis en 1945, la República Federal Alemana adoptó los valores de Occidente y se convirtió en una dinámica economía capitalista.
Pero a diferencia de otros países desarrollados, los alemanes no recurrieron al crédito para financiar el consumo y preferían guardar sus marcos en la cuenta hasta que pudieran permitirse un coche, una nevera o una televisión.
Un afiche presentado en la muestra reza "Geiz ist geil", que se traduce como "Ser tacaño es fantástico", resabio de una campaña de una cadena de productos electrónicos en los años 2000.
En esta sociedad, que sigue obsesionada con los supermercados de descuento y con los cupones, ahorrar es "una patología", se lamentó el columnista del diario Die Welt Henryk M. Broder en un video incluido en la exposición.
"'Geiz ist geil' es francamente la peor frase inventada después de 'Heil Hitler'", afirmó.