Restablecer el protagonismo alemán la escena europea, promover la tan criticada pero inevitable política de austeridad para que los países del Viejo Continente superaran la crisis económica desatada en 2008 (la peor desde la Gran Depresión de los 30’s) y el liderazgo para gestionar salidas a problemas del colectivo comunitario llevaron a que la canciller alemana, Ángela Merkel se convirtiera en una ficha clave en el ajedrez geopolítico mundial.
Las razones antes esgrimidas también hicieron que la líder conservadora alemana fuera declarada por la revista Forbes, en su tradicional ranking, como la mujer más poderosa del mundo, cargo que “ostenta” desde el 2014, cuando desplazó a la entonces secretaria de Estado de EU y actual candidata presidencial demócrata, Hillary Clinton.
El indiscutible liderazgo de Merkel le ha permitido hablar fuerte y claro frente a los problemas políticos, económicos y sociales de Europa, un continente que asegura tiene que enfrentar unido los múltiples y difíciles retos del siglo XXI. Y entre ellos, amén de la amenaza terrorista global, el más reciente y de mayor impacto para el mundo: la incesante llegada de refugiados, quienes precisamente huyendo de guerras, dictadores y extremismos religiosos emprenden un arriesgado viaje en pos de un futuro mejor en la UE.
La gran mayoría de los miles y miles de inmigrantes, que por tierra y mar se lanzan a esta aventura tienen en su mente un destino ideal: Alemania. La razón es que en la considerada locomotora económica de Europa tienen mayores posibilidades de recomenzar sus vidas gracias a la acogida y programas de ayuda que para tal fin ha hecho públicos la canciller Merkel.
El costo político por esa apertura con los refugiados no se ha hecho esperar. Así, hoy la líder conservadora alemana afronta baja en los sondeos, rebelión en su propio partido y un creciente descontento ciudadano, algo sin precedentes en la década que ha fungido como jefa del poder. Sin embargo Merkel no sólo defiende su decisión de acoger a los migrantes, sino que lidera una ofensiva de solidaridad en toda Europa porque considera que “cualquier otra opción (como el cierre de fronteras o el levantamiento de vallas) está abocada al fracaso”.
"La canciller camina sobre hielo", manteniendo contra viento y marea su política de tenderles la mano, comenta este jueves el diario conservador Die Welt, que destaca "el foso creciente" entre Merkel y la base de su movimiento de centroderecha, la CDU, que reclama cada vez más el cierre de las fronteras del país.
"La canciller confía en la capacidad del país en gestionar esta crisis pero el país pierde esta confianza cada vez más rápido", añade. El periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung estima que "la revolución" que ella intenta crear en su familia política amenaza con no funcionar.
La gestión de la crisis de los refugiados es el mayor desafío de política interior para Merkel desde que se puso al frente del gobierno hace casi diez años, en noviembre de 2005.
El miércoles se enfrentó a la ira inédita de las bases de la CDU en una reunión en Sajonia, la región con más manifestaciones contra los refugiados y la "islamización" de Alemania, convocadas sobre todo por el movimiento populista y radical Pegida.
La CDU también perdió a miles de afiliados, que devolvieron el carné coincidiendo con el flujo de migrantes. Los sondeos para la canciller y su partido tampoco son halagüeños. La Unión democristiana y su aliada bávara CSU registran su nivel más bajo en intención de voto (38%) desde las últimas elecciones de 2013.
Otra rebelión
Merkel se enfrenta al mismo tiempo a una rebelión abierta de la CSU de Baviera, una región por donde entra la mayoría de los migrantes.
En un intento de apaciguamiento, la canciller ha aceptado una propuesta de la CSU y del núcleo "duro" de la CDU para crear centros de retención en la frontera con el fin de expulsar inmediatamente a quienes incumplan las condiciones de asilo.
Pero el partido socialdemócrata, miembro de su coalición gubernamental, rechaza este proyecto, que califica de "campos" de refugiados.
La canciller había dado su visto bueno de mala gana. En realidad insiste en que la "solidaridad" es la única opción para Europa y el cierre de las fronteras es "una ilusión".
Su longevidad en la cancillería la debía hasta ahora a la buena salud económica del país y al pragmatismo político. Pero con la crisis de los refugiados Merkel asumió un riesgo político considerable diciendo no al cierre de las fronteras y sí a la acogida ordenada de los migrantes. "¡Lo lograremos!" es su nuevo lema, un eslogan que trae a la memoria el "¡Yes we can!" del presidente estadounidense Barack Obama.
La explicación habría que buscarla en su pasado de alemana del este que vivió bajo el muro de Berlín. "El aislamiento ya no funcionó muy bien en tiempos de la RDA", afirmó el miércoles por la noche a los militantes de su partido.
Y en línea con ese sincero pensamiento repitió su férrea posición en favor de los migrantes en la cumbre que se realizó ayer en Bruselas, donde de nuevo y en vano se intentó hallar una solución efectiva a la crisis, pero esta vez centrándose en Turquía, actor clave de la región para frenar la llegada de refugiados sirios.
La UE debe ser "solidaria" ante el flujo de migrantes sin precedentes y rechazar la idea de un "cierre" de las fronteras, volvió a recitar una decidida y frentera Merkel, quien enfatizó que "esa propuesta es una ilusión en el siglo XXI".
El estimado de un millón de migrantes en territorio alemán en menos de un año, un record en Europa, tiene la “bendición” de Merkel y ha dividido a su población. La canciller es consciente de la factura política que ello implica pero está decidida a seguir con la mano extendida y el corazón firme en esa causa.