UNA DE las características más marcadas de las elecciones regionales y locales del domingo pasado fue, sin duda, que varios de los nuevos titulares de gobernaciones y alcaldías principales son repitentes, algunos incluso concretando un tercer mandato.
Se trata, indudablemente, de una circunstancia que debe analizarse desde el punto de vista de lo que significa para la democracia que el 18% de los nuevos mandatarios departamentales y el 9% de alcaldes de ciudades capitales sean reelectos.
Si bien es cierto que la reelección inmediata y consecutiva en los ejecutivos regionales y locales está prohibida, no así la posibilidad de que puedan volver al cargo de manera alternada. Es decir, dejando, como mínimo, un periodo de por medio.
De acuerdo al resultado del preconteo, de los candidatos ganadores en las 32 gobernaciones un total de seis ya habían ocupado el cargo, mientras que, de las 32 capitales de departamento, en tres de ellas se eligió a dirigentes que vuelven a esa dignidad.
Por ejemplo, el alcalde electo de Medellín, Federico Gutiérrez, ya había ocupado esa plaza en el periodo 2016-2019. En esta ocasión fue ungido con el 73% de la votación.
El caso del Atlántico es más singular cuando se habla de mandatarios regionales que repiten, pues el electo gobernador Eduardo Verano de la Rosa ya ocupó el cargo entre 2008 y 2011, y entre 2016 y 2019. En esta ocasión fue escogido con el 48,75% de la votación.
Igualmente, Alejandro Char se posesionará el próximo primero de enero por tercera vez como alcalde de Barranquilla, pues estuvo entre 2008 y 2011, así como entre 2016 y 2019. El pasado domingo fue elegido con el 73,24% de los votos.
Otro caso es el del electo gobernador de Boyacá, Carlos Amaya, quien ya había estado en el cargo entre 2016 y 2019. Esta vez fue elegido con el 42,76% de los votos.
Asimismo, debe hablarse del nuevo mandatario de Manizales, Jorge Eduardo Rojas, quien ya sabe de qué se trata el trabajo, pues lo ocupó entre 2012 y 2015. Fue elegido en esta oportunidad con el 63,85% de los votos.
De igual manera, el electo gobernador de Cundinamarca ya había ocupado esa plaza. Se trata de Jorge Emilio Rey. Fue elegido hace unos días con el 57,31% de los sufragios.
En Huila también repiten en la gobernación, pues después de 16 años regresa Rodrigo Villalba Mosquera, quien mandó entre los años 2004 y 2007. Ahora fue elegido esta vez con el 42,94% de la votación.
A partir del próximo primero de enero, Norte de Santander tendrá por tercera ocasión a William Villamizar Laguado como gobernador, quien ya estuvo en esa dignidad en los periodos 2008-2011 y 2016-2019. Fue elegido para el nuevo mandato con el 37,68% de la votación.
Por otro lado, en el Valle del Cauca llega por segunda vez Dilian Francisca a la gobernación, pues la desempeñó entre 2016 y 2019. En esta ocasión logró el 42,17% de la votación.
Hay otros casos sui géneris. Por ejemplo, en el departamento de La Guajira llega a la gobernación Alfonso Aguilar Deluque por primera vez por elección. Sin embargo, ya la había ocupado en dos oportunidades como encargado.
En la misma línea, a la gobernación del Vichada llega por primera vez por elección Hecson Alexis Benito Castro, quien ya había ocupado el cargo en calidad de encargado en el año 2014.
En muchos municipios también se concretó la reelección de alcaldes, pero como todavía no se han terminado los escrutinios es muy difícil tener la cifra exacta de mandatarios repitentes.
Implicaciones
Si se hace una revisión histórica, el 13 de marzo de 1988 se realizó la primera elección popular de alcaldes en Colombia, luego de la expedición del Acto Legislativo 01 del 9 de enero de 1986. Antes de dicha norma, los mandatarios municipales eran nombrados por los gobernadores.
En tanto que la Constitución de 1991 marcó otro hito al establecer la elección popular de gobernadores, cuya primera edición tuvo lugar en 1992.
¿Cómo leer desde el punto de vista político el alto porcentaje de gobernadores reelectos y, aunque en menor proporción, en alcaldías capitales? Hay que tener en cuenta que no solo fue en estas elecciones regionales en donde se marcó esta situación. Hay casos en años anteriores como los de Antanas Mockus o Enrique Peñalosa, dos veces alcaldes de Bogotá, o los de Sergio Fajardo, Luis Pérez o Sergio Fajardo, que ocuparon, también por voto popular, la alcaldía y la gobernación de Antioquia…
Para algunos sectores, la primera causa de este fenómeno político sería la persistencia de casas políticas dominantes en varios departamentos y municipios, generando así cacicazgos que se ‘heredan’ al interior de las familias y grupos partidistas de estos cargos.
Esa tesis, no obstante, se estrella contra el hecho de que, incluso en los comicios del pasado domingo, hubo varios departamentos y municipios en donde los candidatos de familias políticas de vieja data resultaron derrotados, ya sea por candidatos de otras casas fuertes o por aspirantes nuevos o de coaliciones.
Así las cosas, un elemento que explicaría de forma más objetiva por qué se da este fenómeno de mandatarios regionales y locales reelectos tiene que ver con la tendencia de la ciudadanía a reconocer que un gobernante hizo una buena gestión y ‒más que merecer una nueva oportunidad de mandar‒ elegirlo garantiza seguir por un sendero de progreso y ejecutorias positivas para la población.
Esa tendencia a apostar por la continuidad gubernamental efectiva no solo se refleja en la reelección alternada de gobernadores y alcaldes, sino que, en casos concretos, como los del Valle, Medellín, Cundinamarca o Barranquilla, por solo mencionar algunos, los mandatarios salientes y entrantes proceden del mismo sector político.
Es decir, que los electos el domingo fueron antecesores de los mandatarios salientes y ahora sus sucesores. Esto es clave a la hora de apostar por proyectos y programas de largo plazo, estructurales, que no se acaban ni extinguen cada relevo cuatrienal. En el caso de inversión de regalías o de infraestructura vial de amplio espectro, este es un plus muy valioso.
En varios de los casos de titulares departamentales regionales y locales juega a su favor que sus respectivas regiones han progresado en aspectos muy importantes y tangibles como desarrollo empresarial, obras de infraestructura de alto calado, disminución de índices de pobreza, polos de inversión, empleo, dinámica de negocios, potencial turístico y competitividad.
Corrección del rumbo
Por otra parte, como ocurrió este domingo en el caso de Medellín, por ejemplo, algunas de las reelecciones se dan como reacción ciudadana a que haberse inclinado por alternativas políticas emergentes, inexpertas, que optan por el aventurerismo administrativo o la lesiva ideologización de la gestión, termina pasando una costosa factura a la ciudadanía, que se expresa en la ingobernabilidad, inestabilidad, ineficacia y racha de escándalos. Por lo mismo, al volver a las urnas, las mayorías corrigen y apuestan por lo seguro, por lo conocido y, sobre todo, por quien ya demostró capacidad de dar resultados.
De hecho, no deja de llamar la atención que entre los mandatarios reelectos este domingo haya varios dirigentes que, como Gutiérrez, Char, Toro o Amaya, estuvieron en la contienda presidencial del año pasado. Esto evidencia que la gestión de los repitentes no solo se reconoce en lo local y regional, sino que tuvo una trascendencia nacional. Eso, sin duda, ratifica el argumento ya expresado en torno a que en este fenómeno de repitentes prima el reconocimiento a la gestión y el peso específico político.
Visto todo lo anterior, podría concluirse que a raíz de la progresión de la elección popular de alcaldes que comenzó en 1988 y la de los gobernadores, a partir de la Carta del 91, el país ha venido generando una cultura de aquilatamiento de la administración de la cosa pública en los niveles regional y local. Más allá de las dudas iniciales, tres décadas después, resulta evidente que, esta apuesta por gobiernos de elección popular en los niveles municipales y departamentales no solo resultó positiva y vigorizó fuertemente la democracia, sino que evoluciona constantemente al punto que, sin existir reelección inmediata y sucesiva, la ciudadanía opta cada vez más por la continuidad gubernamental e incluso por la reelección de mandatarios de forma recurrente.