A nueve meses del teórico referéndum de independencia en Cataluña, las asociaciones separatistas lanzaron una campaña para ensanchar sus apoyos en Barcelona y alrededores, mientras el gobierno español se esfuerza en reconquistar los corazones de esta región nororiental.
Tras años de conflicto, la situación sigue estancada tanto a nivel político como social: los intentos del gobierno catalán para forzar un referéndum suelen terminar en saco roto y la opinión pública catalana se mantiene dividida entre partidarios y detractores de la secesión.
El nacionalismo flaquea en el área metropolitana de Barcelona, poblada mayoritariamente de gente procedente de otras partes de España y con menor poder adquisitivo, a quienes la Asamblea Nacional de Cataluña (ANC), la principal asociación independentista, quiere seducir con su campaña "Hagamos futuro".
El objetivo es ensanchar su electorado de cara al mes de septiembre, cuando el presidente catalán Carles Puigdemont prometió convocar un referéndum de autodeterminación.
Su celebración es incierta dada la oposición del gobierno español, que defiende que son todos los españoles quienes deben decidir sobre la unidad del país, una posición secundada por el Tribunal Constitucional.
La campaña se lanzó en Sant Feliu de Llobregat, una antigua villa industrial al sur de Barcelona donde el independentismo apenas obtuvo el 32% de los votos en las elecciones regionales de 2015, cuando en toda la región alcanzaron el 48% y la mayoría absoluta del parlamento.
La campaña quiere explicar las bondades de una futura República Catalana: más riqueza, mejores servicios sociales, mejores infraestructuras o menos corrupción, según su argumentario.
"Estamos convencidos que conseguiremos esta mayoría a través de elementos de información y reflexión, no sentimentales", afirmaba a la AFP Jordi Sánchez, presidente de la ANC.
Tras crecer abruptamente con la crisis y la llegada al poder del gobierno conservador de Mariano Rajoy en 2011, el independentismo lleva años estancado alrededor del 40-45% de la población, en empate técnico con el unionismo según la mayoría de encuestas, que muestran también un bloque de indecisos del 10-15%.
Uno de ellos es Josep Antoni Ruiz, un jubilado de 77 años al que un militante independentista intenta convencer en Sant Feliu. "Nadie nos asegura que nos iría mejor. No todo sería un camino de rosas", argumenta.
"Aquí hay mucha gente que no quiere la independencia. A lo mejor viviríamos mejor, quién sabe. Pero la gente está muy dividida", añade.
Desde Madrid, el ejecutivo de Rajoy, reescogido en noviembre para una segunda legislatura, quiere reconquistar el afecto de Cataluña tras un primer mandato marcado por el distanciamiento e incluso la hostilidad.
El referéndum es innegociable pero se pueden mejorar las inversiones y las infraestructuras, dotar de más recursos al gobierno regional y garantizar el 'Estado del Bienestar', maltrecho tras la crisis, asegura.
Por el momento, estas palabras no se tradujeron en propuestas concretas, alimentando la sensación de que el diálogo prometido es simplemente "maquillaje".
Según el decano de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Barcelona, Joan Botella, una mejora del autogobierno y la financiación y una mayor protección de su identidad cultural y lingüística podrían convencer a una parte del independentismo.
Una encuesta realizada por esta universidad en noviembre desvelaba que un 45% de los catalanes deseaba que este conflicto terminara con un acuerdo de mayor autogobierno, entre ellos numerosos votantes de partidos separatistas.
Un 37% quería una república independiente y un 12% apostaba por abandonar las políticas separatistas que desde 2012 marcan el día a día de la región.