EN OCTUBRE de 2023 se hizo pública la Segunda Evaluación Global de Anfibios de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN); resultados que fueron difundidos en las diferentes redes sociales, generando todo tipo de reacciones ante la difícil situación que atraviesa este grupo de vertebrados en el mundo.
Los anfibios se extienden por casi todo el planeta; sin embargo, muchos de ellos tienen distribuciones pequeñas y dependen grandemente de condiciones ambientales para su desarrollo y subsistencia, por lo que son altamente sensibles a los cambios del hábitat. En Colombia, su situación no es mejor, pues nuestro país ocupa el primer puesto a nivel mundial en amenaza de extinción de sus especies.
Sobre la realidad del porqué cerca de la mitad de las ranas, salamandras, cecilias y sapos que hay en el mundo están al borde o presentan algún riesgo de extinción, es decir, casi 2 de cada 5 especies, Sandra Galeano, doctorada en ciencias biológicas con énfasis en ecología y curadora de las Colecciones de Anfibios y Reptiles del Instituto Humboldt, así como Germán Andrade, asesor científico, explican si estas estadísticas son el reflejo de una debacle y un colapso de la biodiversidad, teniendo en cuenta que la Evaluación Global sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos del 2019, señala que hasta un millón de especies en el mundo estarían entrando ya en la trayectoria de la extinción.
A cerca de los datos de la IPBES, según los cuales hasta un millón de especies estarían en la trayectoria de la extinción, Germán asegura “que existe una posibilidad y una probabilidad, lo cual muestra que la humanidad está transitando por un camino inadecuado, que está poniendo en riesgo una enorme cantidad de especies. Un millón es un número redondo, pero lo importante es que esta cifra es un llamado de atención sobre cómo debemos responder a esta crisis. Los mensajes de urgencia, en mi concepto, deben enfatizar en lo que es posible, en lo que la humanidad puede asimilar y a lo que puede responder positivamente”.
A su vez Sandra, respecto de las cifras de la Segunda Evaluación Global de Anfibios de la UICN, según la cual el 41% de estas especies está en peligro de extinción a nivel mundial, convirtiéndolas en el grupo más amenazado de vertebrados, dice que “debemos poner en perspectiva este 41%, lo cual significa que cerca de la mitad de las ranas, salamandras, cecilias y sapos que tenemos en el mundo están al borde o presentan algún riesgo de extinción. Esto es casi 2 de cada 5 especies de estos animales que existen en el mundo. Este nivel de riesgo se asocia a algunas de sus características, pues los anfibios no solo habitan dos tipos de hábitat, terrestres y acuáticos, sino que respiran a través de la piel y, en algunos casos, el 90% del total del proceso respiratorio se da a través de ella; además, dependen de la temperatura externa para controlar la interna, requieren ambientes húmedos y de cuerpos de agua para poder desarrollarse, reproducirse y subsistir”.
Añade que “otra característica es que no cuentan con la habilidad de moverse por grandes extensiones, ya que no tienen la agilidad de otros grupos. Todas estas características hacen que, una vez se da una transformación en el ecosistema, estas especies se vean afectadas gravemente. Los cambios de hábitat por pérdida de bosque y degradación las afecta, los largos periodos de sequía también, así como las enfermedades emergentes”.
“Por ejemplo, los anfibios estuvieron sometidos a una pandemia por un hongo (Quitridio, Batrachochytrium dendrobatidis) que surgió a finales de los 80 en otras partes del mundo y que a países como Colombia llegó a inicio de los 2000. En este momento, muchas de las extinciones de estas especies en el mundo están ligadas a la amenaza por este hongo ‒son cerca de 37 especies las que ya se han extinguido y aquellas que lo hicieron después de los 80 se asocian a esta pandemia‒, pero, además, actualmente están en riesgo cerca de 600 especies a nivel mundial por esta enfermedad. Por todas estas razones, los anfibios es el grupo de vertebrados más amenazado que existe”, explica Sandra.
Alarmante
Sobre las estadísticas de la UICN que señalan que más de 300 especies de anfibios presentes en Colombia son vulnerables o ya están en peligro de extinción, Sandra asegura que “es una cifra alarmante, pues estamos hablando que más del 30% de las especies de anfibios que tenemos en el país están en peligro de extinción, siendo Colombia el segundo país más biodiverso en anfibios. Esto nos posiciona como el primer país con el mayor número de especies en riesgo de amenaza a nivel mundial, seguido por Ecuador”.
Añade que “las especies son como ladrillos que conforman un muro y cuando vamos retirando ladrillos se va perdiendo la estabilidad y se puede caer el muro. Eso mismo sucede con los ecosistemas: a medida que perdemos especies, ese equilibrio se puede perder. Esto nos debe importar porque los anfibios cumplen roles específicos en el ecosistema: están en la mitad de la cadena trófica, es decir, que son controladores de insectos, algunos de los cuales causan enfermedades tropicales y, además, son el menú favorito de muchos vertebrados como aves, mamíferos y serpientes”.
“También son controladores de la calidad del agua al consumir los detritos y algas que están en las quebradas en su etapa larval. Para dar un ejemplo, un estudio que realizó la Universidad del Sur de Illinois en un parque nacional Panamá, en el que el 90% de las poblaciones de anfibios habían declinado debido al hongo Quitridio, mostró que los detritos y las algas de las aguas del parque aumentaron sustancialmente. Por todo esto, como país, debemos dar pasos que nos lleven a mitigar las amenazas hacia este grupo y a recuperar estas especies, no solo por un principio moral, sino por razones científicas”, indica.
Entre tanto Germán explica que “estamos frente a una triple crisis: cambio climático, contaminación y colapso de la biodiversidad, lo cual nos sirve para definir qué es lo que debemos acabar. Lo primero es acabar con la falsa ilusión de que los seres humanos todo lo controlamos, esto se llama optimismo tecnológico, es decir, la confianza en que la tecnología todo lo soluciona”.
Entre las recomendaciones que hace Germán está “entender cuál es el futuro posible, no solo el deseable. Quisiéramos que no haya ninguna extinción, que el cambio climático pare, que la pobreza pare y que todos los males de la sociedad paren, pero lo que debemos hacer es aprender a navegar la crisis; entender que todo lo deseable no es posible y todo lo posible no es probable”.
Afirma que “no todo está perdido. También debemos cultivar un amor positivo por la naturaleza de manera urgente. Entender que esto no es solo un asunto político, tecnológico o científico, sino ético y lo que está en juego son los valores que nos mueven como sociedad”.