Unas 65.000 personas entraron este lunes en la basílica de San Pedro del Vaticano, en el primer día de homenaje y despedida pública a Benedicto XVI, cuyos restos mortales están situados justo delante del monumental baldaquino, obra del italiano Gian Lorenzo Bernini.
La gendarmería del Vaticano informó que desde las 9 de la mañana y hasta las 7 de la noche de ayer, las diez primeras horas en las que estuvo abierta la capilla ardiente, miles de personas acudieron a brindar sus respetos y orar por el papa emérito, fallecido el sábado en la mañana, a los 95 años de edad.
La Prefectura de Roma, que desplegó un dispositivo de seguridad con más de 1.000 agentes patrullando las calles, había previsto en un principio que serían cerca de 35.000 las personas que irían a diario a despedir al Papa emérito. Pero esa cifra, en tan solo el primer día se duplicó y se prevé que este martes y miércoles, cuando las puertas de la basílica abrirán a las 7 de la mañana, superen los cien mil feligreses.
Luego de hacer filas por más de tres horas, cada persona puede estar unos 20 segundos ante el difunto Benedicto XVI, que descansa sobre un catafalco, cubierto por una tela de terciopelo rojo y sostenido por dos almohadillas, con una casulla roja y lleva en la cabeza una mitra blanca adornada. Además, en sus manos entrelaza un rosario en sus manos.
El cuerpo de Benedicto XVI fue trasladado de manera privada a las siete de la mañana de ayer desde el monasterio Mater Ecclesiae hasta la basílica de San Pedro, donde estuvo acompañado en las primeras horas por el arzobispo Georg Ganswein, su fiel secretario personal, y por las cuatro Memores Domini, las religiosas del movimiento Comunión y Liberación que le atendieron sus últimos años de vida. Su secretario personal fue quien recibió el pésame de las autoridades eclesiásticas y políticas que acudieron a los primeros momentos de la capilla ardiente.
El actual limosnero pontificio, el cardenal Konrad Krajewski, maestro de ceremonias bajo el pontificado de Benedicto XVI (2005-2012), quien también estaba en la Basílica, definió al papa emérito como "un gran teólogo" y una persona "de gran humanidad" que "siempre estaba pendiente de sus colaboradores".
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"Recuerdo su enorme amabilidad, su sencillez. Éramos jóvenes, yo tenía 17 años menos que él, pero el Santo Padre nunca nos llamó por el "tu", era muy amable. Se interesó por mi nombre, Konrad, que es más un nombre alemán que polaco y, cuando murió mi madre, me preguntó cómo había sucedido, qué edad tenía. Era muy, muy sencillo, muy familiar, muy amable'. Siempre estaba pendiente de sus colaboradores”, aseguró Krajewski.
Tal y como recuerda Krajewski, que fue uno de los cardenales enviados por Francisco a Ucrania, "estaba en el piso del Papa cuando murió Juan Pablo II, uno de los momentos más difíciles e intensos". De hecho, vivió en primera persona la preparación del cónclave, aunque en ese momento era un simple sacerdote.
"Cuando se eligió al cardenal Ratzinger, allí en la Capilla Sixtina, monseñor Marini me dijo que tenía que llevar la cruz procesional delante del Santo Padre. Cuando abran las cortinas, añadió-, saldrás tú primero y luego el Papa con el maestro", recordó.
Krajewski, que fue durante los ocho años del Pontificado de Benedicto XVI su maestro de ceremonias, destacó que era "un gran teólogo y un profesor" y que, aunque tuviera "un estilo diferente al de Juan Pablo II" era "cordial" y "abierto" con los colaboradores.
"Doy gracias al Señor por este gran pontificado porque somos verdaderamente bendecidos por tener estos últimos papas que son verdaderamente santos, que nos guían con claridad y sobre todo con la santidad de sus vidas", añadió.
Fervor y gratitud
Cuando despuntó el alba ayer, centenares de personas comenzaron a llegar a la plaza de San Pedro para hacer ordenada, silenciosa y paciente fila para ingresar a la basílica. Con el correr de las horas fue una multitud, que hizo insuficientes las vallas que se habían puesto y las extendieron por las columnas de la Explanada y las calles aledañas.
La peregrinación de fieles se prolongó un poco más de la hora prevista para el cierre de las puertas, para permitir que quienes habían esperado hasta más de tres horas pudieran ingresar. Las colas, muy bien organizadas, se repetirán hoy y mañana, en un merecido reconocimiento al alemán Joseph Ratzinger, quién si bien no tuvo el carisma de su antecesor, Juan Pablo II, fue “un fiel servidor del Evangelio y de la Iglesia”, como lo reseñó el papa Francisco, así como un pensador de la doctrina, lo que se evidencia en su vasto legado: tres encíclicas, varias exhortaciones papales, decenas de documentos y libros.
La primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, y el presidente de la República italiana, Sergio Mattarella, fueron de los primeros en despedir los restos mortales de Benedicto XVI, antes de que se abrieran las puertas al público. Ambos participarán en los funerales del próximo jueves, en los que también habrá una representación de las autoridades de Alemania. Los embajadores ante la Santa Sede han sido invitados oficialmente a la misa del funeral y si algún jefe de Estado o de Gobierno quiere asistir podrá hacerlo, pero a título personal.
Tan inédita como la renuncia de Benedicto XVI será el protocolo de su funeral, por su condición de papa emérito, el primero en la historia de la Iglesia Católica.
El jueves a las 8:30 de la mañana (hora de Roma) comenzará la ceremonia en la plaza de San Pedro y presidida por el papa Francisco. Será solemne pero sobria y, de seguro, con la asistencia de miles de fieles.
Al término del funeral el féretro del pontífice emérito será enterrado en las grutas vaticanas. Ocupará la tumba de su antecesor, Juan Pablo II, en la cripta bajo la basílica de San Pedro, según confirmó el director de la oficina de prensa del Vaticano, Matteo Bruni.
En 2011, tras haber sido proclamado beato, el cuerpo de san Juan Pablo II fue trasladado a la capilla de San Sebastián, ubicada dentro de la basílica de San Pedro, para permitir una mayor afluencia de fieles.
Con ese acto se concluye la saga de los "dos papas", los dos vestidos de blanco, que convivieron durante casi una década en el Estado más pequeño del mundo. /Redacción internacional con Europa Press