Se nos anuncia por todos lados que las circunstancias difíciles, los momentos duros y las experiencias dolorosas nos vuelven más empáticos, sensibles al dolor ajeno y nos permite superar las diferencias, renunciar a los propósitos más abyectos, anteponer el interés general por encima del particular. Nada más ajeno a la realidad, apenas aparecen escenarios complejos volvemos por las mismas sin siquiera ruborizarnos.
Todos aculillados por la muerte seguimos embutidos en las complejidades de la pandemia, las UCI a reventar, las medidas restrictivas para vivir en normalidad están a la orden del día, mueren miles de personas sin distingo de origen, clase o posición, se nos dice de todas las maneras posibles que se hace urgente y necesario cambiar la manera como nos relacionamos con la naturaleza o de lo contrario vamos a pasarla muy mal en los años venideros. Todos aculillados por la muerte.
Esta semana ha sido especial por el importante número de notas, aparecidas en el New York Post, Semana, DW, CNN en Español y El Tiempo, entre otros, dando a conocer la postura de un grupo de científicos que han publicado, en el volumen 253 de la revista Biological Conservation, un interesante artículo titulado “Un hipopótamo en la habitación” a través del cual, usando metodologías de análisis de viabilidad poblacional y modelos de nichos ecológicos a través de los cuales concluyen que, de materializarse sus predicciones, los hipopótamos colonizarán la parte norte de Colombia, por lo que se deben implementar la estrategia de extracción de alto nivel mediante sacrificio. Rematan indicando que por tratarse de una especie muy carismática se hace necesario crear estrategias sólidas para comunicar a las partes interesadas y al público la urgencia de controlar la especia.
Nos quieren imponer una sola salida: ¡matemos a los hipopótamos! Eso es sacaculismo inmarcesible, demuestra el más crudo pragmatismo, por encima de todo nos deja ver a un grupo de funcionarios y expertos científicos que se niegan a ver de manera compleja los problemas, en este caso particular, sólo funcionan en un conveniente y peligroso dualismo: vida o muerte. Hablan de innovación, de tecnologías aplicadas a las nuevas realidades y de un sinfín de nuevas habilidades adquiridas en tantos años de investigación en la medicina veterinaria, en biología, en logística, en resolución de conflictos, filosofía moral, bioética y de avances tecnológicos; a la hora de la verdad siguen comportándose con la misma soberbia de siempre.
Este estudio toma como único curso de acción el ‘hipopocidio’, teniendo como punto de referencia que desde 2009 a 2020 solamente se ha podido realizar seis esterilizaciones. De quién es la culpa de esta parsimoniosa intervención ¿De los hipopótamos? ¡Claro que no! Tristemente este estudio como muchos otros ignora los intereses de los hipopótamos, entre ellos el de vivir.
Llegó el momento de un acto de grandeza que nos permita resolver este conflicto teniendo en cuenta los intereses de todos los seres vivos que se encuentran en tensión. Reconstruyamos sin estrategias de muerte.
@ludogomezm, luisdomingosim@gmail.com