Filarmónica de Bogotá con “T” de Tchaikovski y Tabakov | El Nuevo Siglo
Foto cortesía Orquesta Filarmónica
Martes, 8 de Marzo de 2022
Emilio Sanmiguel

No son nuevos los vínculos de la Orquesta Filarmónica con Bulgaria. Son de décadas. Aunque la que podría ser una historia grata, es en realidad desafortunada. No por la orquesta ni por los búlgaros, sino por agentes, digamos que externos. Creo haberme referido a ese episodio tan lamentable, no una sino decenas de veces. Pero como aquí no existe la memoria, va una vez más, en versión resumida: durante la década del 80 se fortalecieron los lazos músico-culturales entre Colombia y Bulgaria a través de la Filarmónica de Bogotá, con la llegada de instrumentistas de primerísima categoría que entraron a formar parte de la orquesta, como el violonchelista Sviatoslav Manolov o el oboísta Orlin Petrov; este último sigue en el primer atril de su instrumento en la orquesta. También vinieron directores, como Gyorgy Notev, o Dimitar Manolov.

Como este país no cambia, cuando la orquesta resolvió programar un ciclo de sinfonías de Dimitr Shostakovich, la gran prensa resolvió que esa mezcla de músicos búlgaros y sinfonías de un compositor ruso de la era soviética -una víctima del régimen en realidad- representaban un peligro inminente para la democracia y arrancó la cacería de brujas.

El final de la historia no pudo ser más nefasto para la cultura, pero, no es de esa historia que trata esta columna, sino de la actuación, como director invitado, del búlgaro Emil Tabakov, la tarde del pasado domingo 13 de febrero.

 

El búlgaro Tabakov y el ruso Tchaikovski

Para seguir en esto de versiones resumidas, baste decir que se trata de uno de los más prestigiosos directores de la actualidad, que ha estado al frente de algunas de las prestigiosas orquestas, de su país y del extranjero, como la Sinfónica de la Radio de Moscú, la Nacional de Francia y las Filarmónicas de Tokio y Seúl. Además, como compositor ha recibido toda clase de reconocimientos.

El de la tarde del domingo 13 fue su debut en Bogotá, con el que prometía ser uno de los conciertos más promisorios de la temporada, ahora que finalmente, el Teatro Mayor, regresó a la presencialidad. Por suerte, el público, el fidelísimo público de la Filarmónica literalmente colmó el aforo del Santo Domingo, que ha servido últimamente como una de las sedes de la Filarmónica: aparentemente, doña Claudia, la alcaldesa, hará realidad la sede de la orquesta en el triángulo del Campín, que don Enrique, el exalcalde arruinó.

Promisorio, porque la Filarmónica es la primerísima orquesta de este país, por la presencia de un maestro de renombre en el podio y por un programa dedicado por completo al que puede ser el más grande de los compositores de la Madre Rusia: Piotr Ilich Tchaikovski y uno de los más geniales orquestadores de la historia.

Para la primera parte, una Suite con fragmentos provenientes de El lago de los cisnes, el ballet que fracasó en su estreno de 1877 y triunfó luego, en 1895, con la coreografía de Marius Petipa. Tchaikovsky, que murió en 1893 y no alcanzó a ver el triunfo de su música, no organizó, como sí hizo con la música del Cascanueces, una suite de El lago.

La que dirigió Tabakov no corrió con suerte. En primer lugar, porque abrió con la música de la escena que cierra el Acto I y el primer oboe de la orquesta -que no era el titular Orlin Petrov- simple y llanamente arruinó la música y de paso la atmósfera, que es una de las más bellas de la historia de la música para ballet. A ello toca añadir que la organización y disposición de los diferentes fragmentos, en su mayor parte provenientes del acto II -Adagio del cisne blanco- y del III Danzas nacionales del divertimento- no funcionó. No funcionó por carecer de los contrastes arquetípicos de las suites. Así las cosas, pues, nada extraño que el aplauso del público no hubiese estado a la altura de la música cuando la orquesta terminó de recorrer la Polacca del acto III, final de la poco lograda suite.

Las cosas cambiaron, radicalmente durante la segunda parte del programa, dedicada a la Sinfonía nº4 de 1878.

Buena ocasión para que la orquesta, dirigida por Tabakov rindiera casi a tope, con momentos de lucimiento, como ocurrió a lo largo del tercer movimiento, cuando las cuerdas enfrentaron el tremendo desafío del Pizzicato ostinato en Fa mayor, que es el sello característico de la sinfonía. El aplauso del público, al contrario de lo ocurrido con El lago, no tuvo reservas. A la final fue el saludo en modo mayor para el búlgaro, ovación de pies para Tabakov en su debut bogotano.

Por suerte ocurrió antes del episodio de la invasión de Putin a la Ucrania de Sergei Prokofiev, Vladimir Horowitz y Sviatoslav Richter. Porque en los tiempos que corres, rusa ni la ensalada.