Cada uno de los picos que ha padecido Bogotá y que ha superado en los últimos 13 meses y medio, dejaron lecciones que no han parecido ser de mayor utilidad en el marco de la tercera ola de contagios que hoy atraviesa la ciudad y que, al parecer, aún le falta lo peor.
“Estamos atravesando el peor momento de la pandemia desde que comenzó en enero del año pasado. Estamos en medio de una tormenta perfecta: no tenemos vacunas, la gente no se está cuidando, el nivel de adherencia a las medidas de cuidado es cada vez más bajo y el nivel de ocupación y contagio es cada vez más alto. Eso nos ha puesto entre la vida y la muerte y estas serán dos semanas muy críticas”, indicó el viernes en horas de la mañana la mandataria Claudia López quien, ante la difícil situación, pidió que se adelantara un día el Comité Epidemiológico para evaluar, y probablemente endurecer, nuevas medidas.
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Es claro que este tercer pico es más severo pero, ¿por qué? ¿Por qué está pasando lo que está pasando en la capital y por qué no se vivió este escenario en las dos ocasiones anteriores?
La que acabamos de finalizar fue la semana con el número de contagios diarios más elevado desde que comenzó a medirse este indicador en marzo del año pasado. De hecho, el pasado jueves 22 de abril Bogotá tuvo, en el lapso de 24 horas, 6.369 nuevos contagiados. Adicionalmente, en estos momentos 3 de cada 10 personas que salen a la calle están adquiriendo el virus y a finales de la semana pasada el aumento en la ocupación diaria de unidades de cuidados intensivos fue del 2%.
Adicionalmente, si a la capital del país le pasara lo mismo que le está pasando al departamento de Antioquia tendría, dadas sus proporciones, alrededor de 1.000 pacientes en fila para poder acceder a un ventilador, situación que debe evitarse a toda costa. Hay escenarios que plantean la necesidad de 2.000 UCI, otros hablan de 2.600 UCI y un tercer escenario sugiere la necesidad de 2.800 unidades de cuidados intensivos solo para pacientes covid-19 positivos.
Sí, el escenario no es bueno y la gente lo tiene más o menos interiorizado pero la pregunta persiste: ¿A qué se deben las agresivas características de este tercer pico sin precedentes? Hay, de acuerdo con el epidemiólogo y salubrista de la Universidad de los Andes, Luis Jorge Hernández, quien ha asesorado al Gobierno Nacional a lo largo de la pandemia, cuatro razones que confluyeron en este marco de tiempo.
Las variantes británica y brasileña
Más allá de las aglomeraciones, no muy disímiles de las que se presentaron en episodios previos, este es el primer pico que atraviesa la ciudad en el que ya está comprobada la circulación de las variantes brasileña y británica.
“A diferencia de los dos picos anteriores, en esta ocasión el número de contagios ha crecido mucho más rápido por la circulación de las dos nuevas variables del virus. Ya está claramente identificado que estas variantes causan más transmisibilidad y hay una relación epidemiológica muy simple: a más transmisión, más casos; a más casos, más enfermos; a más enfermos, mayor posibilidad de qué haya complicaciones y por consiguiente hospitalización y asistencia ventilatoria, y por lo mismo, más mortalidad. Cuando nos dicen que las variantes no son necesariamente más letales, cierto; pero proporcionalmente lo pueden ser, en la medida en la que hay más casos y necesariamente a más casos se aumentarán las demás variables”, le explicó a EL NUEVO SIGLO el profesor Hernández.
A este respecto, el secretario de Salud, Alejandro Gómez, le confirmó a este Medio que “las nuevas variantes detectadas en la ciudad de Bogotá no tienen una predilección especial por un grupo etario”.
Morbilidad no atendida
En segundo lugar, el otro ingrediente que ha hecho que este pico sea mucho más severo corresponde a que en estos momentos Bogotá está recogiendo comorbilidad no atendida desde marzo del año pasado.
Muchas personas no fueron a los servicios de salud y se mantuvieron al margen de los respectivos controles de enfermedades cardiovasculares, cáncer, diabetes, enfermedades renales y ginecológicas.
“Al no ser controladas, las personas son más vulnerables a enfermar y a tener complicaciones. En el primero y en el segundo pico el 10% de los pacientes en UCI eran no covid-19 y en este momento esa tasa es del 30%. Eso quiere decir que en estos momentos tenemos las unidades de cuidados intensivos llenas por pacientes con y sin el virus, porque estamos recogiendo todo lo que no se atendió el año pasado”, añadió el profesor Hernández, quien señaló que precisamente por eso las pandemias son una medida que debe analizarse con mucho cuidado.
“No solo por el daño socioeconómico sino por las comorbilidades de las personas. Las cuarentenas las han acentuado”, puntualizó.
Cuarentenas más focalizadas
En tercer lugar, en este momento el Distrito ha identificado, a través de su sistema de vigilancia epidemiológica, la tasa de casos activos, es decir aquellas personas positivas o con síntomas en los últimos 14 días.
Cuando la Alcaldía toma la decisión de hacer cuarentenas lo hace basándose en números absolutos pero eso, de acuerdo con el profesor Hernández, no sirve.
“Pero en tasa hay otras localidades que están peor epidemiológicamente hablando como Teusaquillo, Chapinero, la Candelaria, y UPZ con tasas activas como la de Tibabuyes y la Castellana. Hay alrededor de 30 UPZ en donde deberían focalizarse las intervenciones y eso sería muchísimo más efectivo. Los cordones focalizados se cumplen más fácil de lo que se cumple una cuarentena total”, precisó Hernández.
Adicionalmente, los gobiernos deberían estar identificando en dónde están los focos de transmisión e intervenir pero Bogotá no tiene eso.
“Hay una pregunta que todos nos hemos hecho y que no ha sido resuelta: las personas que están en UCI, ¿en dónde se contagiaron? ¿Fue intradomiciliario? ¿Fue en el sitio de trabajo? ¿Fue, efectivamente, en un Transmilenio? No hay información para poder intervenir esos sitios y para tomar decisiones”, añadió el profesor de la Universidad de los Andes.
Pruebas PCR mal hechas
En cuarto lugar, en Bogotá se están perdiendo inoficiosamente las pruebas PCR, en la medida en la que se están haciendo de manera indiscriminada. En este caso, como en el anterior, el profesor Hernández le explicó a este Medio que se necesita una epidemiología más fina y por consiguiente más efectiva.
A este respecto, el profesor Hernández indicó que la primera oleada que tuvo Bogotá, entre julio y agosto, azotó especialmente a la población adulta mayor de los 70 años en adelante. La segunda ola afectó más a la población adulta media, entre los 50 y los 60 años, y este tercer pico está afectando de manera significativa y por encima del resto, a las personas de 39 años hacia abajo.
Esa es la población que tiene la tasa de casos activos más elevada, y no se está priorizando en pruebas o incluso en medidas específicas. “¿A quién se le deben hacer las pruebas? A eso que nosotros llamamos población selecta. Es decir la población con alta movilidad en calles como los jóvenes, los trabajadores informales, los mensajeros, los conductores. Pero hacerle una prueba a cada persona que llegue a Transmilenio no sirve. Ese recurso se está perdiendo" finalizó.