El rol de la comunidad internacional ha sido protagónico para buscar una salida al conflicto político, pero se ha empezado a agotar. Ahora, parece la hora de que la dirigencia opositora se afirme en su plano nacional
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ESTA PRIMERA mitad del año ha sido frenética en Venezuela. La proclamación de un Presidente Interino, la agudización de la crisis económica, social y política, y una serie de levantamientos militares que han terminado por agrandar la desconfianza entre las partes, han mostrado un escenario repleto de hechos, que, sin embargo, no permiten responder con certeza si Nicolás Maduro no va a seguir en el poder al final del año, como lo aseguró en marzo el delegado de Estados Unidos para este país, Eliot Abrams.
Mientras la oposición adelanta una importante tarea a nivel internacional, logrando sanciones más drásticas contra la cúpula chavista y un reconocimiento diplomático de más de 60 países, Nicolás Maduro permanece lejos, por ahora, de tener que abandonar el Palacio de Miraflores.
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Así, empieza a cumplirse poco a poco aquello que decían algunos analistas: no será algo de días, quizá meses, la salida de Maduro. Sectores de la oposición, y parte de la comunidad internacional que la apoya, llegaron a crear un escenario que indicaba que el fin del sucesor de Hugo Chávez era inminente. Por ahora, no ha sido así.
Esto no indica, sin embargo, que la apuesta opositora haya perdido vigencia, enfriándose paulatinamente hasta llegar a un estado favorable al chavismo. Venezuela ahora ha entrado en una etapa más local y menos internacionalizada, que exige una participación menor de la comunidad internacional y un compromiso mayor de las partes para buscar una resolución pacífica a la crisis.
El escenario anterior se debe a que Juan Guaidó, una figura poco pensada hasta por los mismos opositores, haya recuperado la iniciativa política opositora, golpeada meses atrás por divisiones y falta de credibilidad.
Benigno Alarcón, analista de la Universidad Simón Bolívar, llama a esto “El Efecto Guaidó”, una forma para calificar el “aumento muy significativo” de la “esperanza sobre un cambio político” que, según una medición hecha por la misma institución, ha significado “un cambio político que pasó a un 50,6%”, luego de que en la última medición apareciera con 39%.
Si bien este porcentaje es elevado, para algunos no significa materialmente muchas cosas, porque casi todo el aparato del Estado sigue en manos del chavismo, que domina las Fuerzas Militares, los ministerios y el sector petrolero. No deja de ser cierto en todo caso que Guaidó sigue representando la esperanza para ponerle fin al conflicto y esto se ve reflejado en las encuestas, que lo ubican en niveles de apoyo similares a los de Chávez.
Fatiga internacional
La fatiga sobre la crisis de Venezuela, poco a poco, ha ido llegando a la comunidad internacional. En total, se han contado 351 reuniones entre gobiernos y funcionarios de siete organizaciones internacional, según un análisis de datos hecho por el portal digital venezolano Prodavinci.
Ese gran número de eventos se reparten, dice el informe, en “el gobierno de Donald Trump que concretó 112 contactos oficiales con representantes de 45 países, incluidos tres organismos multilaterales. Colombia y Rusia participaron en 58 y 45 reuniones, respectivamente”.
La evidencia muestra, entonces, que Venezuela ha sido el país, con Irán, del que más se ha hablado en la comunidad internacional, seguido de Corea del Norte, Estados Unidos y Yemen.
Sin duda, esto ha traído un desgaste, en la medida en que no se ha encontrado una solución al conflicto político, que ha dividido al Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y ha mostrado que el régimen de Maduro cuenta con aliados de peso como Rusia, China e Irán.
El desgaste ha llegado hasta el aliado más importantes de Guaidó, Donald Trump, quien a principios de este mes tuiteó que “había eliminado a su gente de Venezuela”, poco después de haber dicho en público que quizá “se había equivocado” en el enfoque de su administración en ese país.
Aunado a esto, países que se han declarado neutros, como México y Uruguay, han venido defendiendo su postura de que apoyar un gobierno interino es “ilegítimo” de acuerdo al sistema interamericano. El jueves el subsecretario del Ministerio de Relaciones Exteriores, Ariel Berganismo, se retiró de la Asamblea General de la OEA en Medellín, argumentando que era ilegal la presencia de los delegados de Guaidó en el evento.
Estos hechos, sin embargo, no significan que los países y organizaciones que apoyan al Presidente Interino hayan cesado su interés en el proceso transicional, marcado por tres etapas: cese de usurpación, gobierno de transición y elecciones libres.
Al ser preguntado por la pérdida de interés paulatina de Estados Unidos en Venezuela, Elliot Abrams dijo esta semana que la administración Trump ha seguido trabajando en lograr una transición en este país, resaltando la visita de Mike Pence a Miami donde presenció la partida de una barco hospital, el USNS Comfort, con destino Suramérica, para asistir a los desplazados venezolanos. “No es una señal de falta de interés", afirmó. “La noción de que hay una disminución del interés en los niveles más altos del gobierno es simplemente falsa”.
El pasado viernes la OEA también reiteró su apoyo al proceso que está llevando la oposición venezolana, reconociendo al enviado de Juan Guaidó, Gustavo Tarré Briceño. El organismo aseguró que acepta a Tarré “hasta que se celebren nuevas elecciones que conduzcan al nombramiento de un gobierno elegido democráticamente”.
Soluciones
Apoyado por más de 50 países, Juan Guaidó se ha convertido en un opositor difícil para el chavismo, que ha buscado por medio de su aparato estatal justificar su detención. Tras numerosas advertencias hechas por líderes como Diosdado Cabello y los hermanos Rodríguez (Delcy y Jorge), quienes lo llaman el “autoproclamado”, el régimen no ha dado ese paso.
Las razones son muchas, pero se puede decir que principalmente el régimen ha entendido que el nivel de apoyo popular de Guaidó es tan alto, que su detención puede derivar en un levantamiento de las bases opositoras.
También es cierto que, detenido Guaidó, la posibilidad de lograr alguna negociación con la dirigencia opositora estaría cada vez más lejos y generaría, como se ha dicho, una posible intervención militar.
Según un estudio de Delphos, el 48,6% de los venezolanos quiere elecciones libres y democráticas y rechaza la vía militar, que es apoyada solo por el 21,4% de los encuestados. No muchos están a favor de las negociaciones: solo el 15,2%:
Estas mediciones demuestran que, pese a que el apoyo al diálogo no es muy alto, unido este con las elecciones libres suman un importante porcentaje, mucho mayor al que refleja la intervención militar extranjera.
El problema son los tiempos. En la medida en que la situación política ha comenzado a estancarse, la solución militar ha venido tomando fuerza. La encuesta de Delphos muestra, por ejemplo, que en los últimos meses esta opción pasó de 10% a 16%.
Lo claro en todo caso es que la resolución del complejo contexto venezolana empieza a volverse más local. Ya parece que la comunidad internacional comienza a ser un actor, que si bien sigue siendo determinante, sobre todo por el aislacionismo económico que se la ha impuesto al chavismo, de menor nivel para resolver el conflicto.
Las negociaciones en Oslo, empezadas hace más de un mes, han sido por ahora exploratorias y no han derivado en una agenda de diálogo o algo similar. Pero todo indica que la dirigencia opositora y el régimen chavista acordarían en algún momento unas bases que permitan inaugurar una mesa en la que se negocie, sea un gobierno de transición, como hizo Chile, Ghana o España, o se citen a elecciones generales y libres, con la participación de un sector del chavismo.