La educación escolar e inclusive la educación superior pasan por una crisis respecto a la articulación entre lo que se enseña y las prácticas cotidianas y de empleabilidad. Y eso se ve reflejado en varios aspectos.
La falta de motivación frente a la formación, la pérdida de valores ciudadanos y espacios de reflexión, o la crisis que viven miles de profesionales que se gradúan de un pregrado y no encuentran un espacio en el mundo laboral o descubren que lo que estudiaron no les sirve para la vida laboral y profesional. A continuación, el detalle de los aspectos mencionados.
Un currículo rígido en la escuela
Existe una contradicción en la educación colombiana: muchos educadores, sindicatos y especialistas en educación se oponen a la implementación de un currículo nacional porque lo confunde con contenidos o asumen que el currículo encasilla o limita las libertades de la enseñanza en la escuela. Sin embargo, ese hecho ha determinado que después de la reforma educativa de 1994, es decir después de 28 años, la mayoría de colegios siguen los parámetros tradicionales de la enseñanza escolar con contenidos rígidos y obligatorios como las edades de la historia de sexto a noveno, la célula en biología de sexto, o las matemáticas que siguen siendo en su mayoría mecánicas, repetitivas y desmotivadoras.
Los profesores y las instituciones no se han adaptado a los cambios de la sociedad. El sistema de enseñanza tipo cátedra, las tareas y la repetición de rutinas se han mantenido con el paso de los años.
Una de las alternativas que se apoyan con los cambios que generó la pandemia de covid-19 invitan a que las escuelas se apoyen en los recursos digitales para diversificar la forma de enseñanza, sistemas mixtos donde la presencialidad y la formación remota se combinen. Donde existan espacios para conocer experiencias de formadores de otros países, conocer diferentes culturas, motivar a los estudiantes a partir de la socialización de temas diferentes y diversos, de encuentros que les permitan vivir la cotidianeidad y aplicar lo aprendido en su entorno, que aprendan también desde lo percibido, lo concebido y lo vivido.
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Recuperar los valores ciudadanos
La escuela no está respondiendo a la formación e interiorización de valores ciudadanos. Siguen pesando los valores religiosos en la formación escolar, pero valores como la empatía, el respeto por la diferencia, el valor de lo público o la reconciliación, no se evidencian en la sociedad, ni en los jóvenes.
Muchas de las acciones violentas del paro nacional, o de los discursos cargados de odio parten de desconocer el lugar del otro, del que piensa diferente. Los reclamos proceden desde los intereses particulares y no desde una mirada de una sociedad que se debe entender y concebir como diversa y plural.
Los valores también se construyen desde casa, por eso se requiere de la articulación con familia e institución educativa para construir entornos que propicien la formación en valores y el desarrollo de habilidades ciudadanas. Sin embargo, cuando hay padres que no valoran la escuela, que con el argumento del covid consideran que sus hijos no deben volver, que se desconoce el valor de aprender a socializar, aprender a vivir en comunidad, construir relaciones desde las diferencias y las coincidencias es claro que falta mucho por fortalecer los espacios que favorezcan una sociedad más comprometida, reflexiva, crítica y propositiva.
Desconexión con la vida profesional
Cada vez se incrementa el número de egresados que no encuentra una oportunidad laboral en su área de conocimiento, que se graduó y siente que no sabe nada o que termina trabajando en algo totalmente ajeno a su formación. Eso se debe a que muchas universidades siguen formando para un mundo que ya no existe.
Se requiere romper la visión de que la titulación profesional universitaria es el único camino para la inserción laboral. Hoy el mundo más que de profesiones requiere de habilidades. La formación técnica y tecnológica cada día toma más fuerza, se convierte en una alternativa donde las instituciones se articulen con el mercado laboral, con la innovación, el emprendimiento, la visión de construir nuevas fuentes de empleo y de ingresos. Para ello, es necesario romper con mitos como que la educación técnica es para quienes no alcanzaron el nivel académico para ingresar a la universidad, o que es una formación pobre, mal remunerada o poco valorada.
Las universidades deben dar el salto, romper los tabúes y encaminarse en la formación técnica y tecnológica, equilibrar la imagen de la formación, porque se requieren todas. Así como la sociedad seguirá necesitando médicos, profesores, odontólogos, o arquitectos, también necesitará mecánicos, operadores, desarrolladores digitales o simplemente personas que aprendan más de lo que les interese hacer, porque si hay algo claro es que la vocación requiere ser fortalecidas con los procesos de formación para contar con una población laboral que se integre desde la motivación, la innovación y la transformación en su área de experticia.
Son temas que se han tratado desde hace años, pero que requiere que sigan en el debate y sobre todo es las acciones para romper tabúes y perder miedos en aras de construir una sociedad mejor conectada y articulada con las realidades del mundo y la situación del contexto de los tiempos venideros.
*Especialista en Educación