Desde el año 2020, ocho asociaciones de mangleros del municipio de San Antero trabajaron en la restauración de 39,2 hectáreas de manglar en los sitios priorizados: salitrales Sonia y Las Mujeres, en el sector El Dago del área protegida Distrito Regional de Manejo Integrado DRMI Cispatá, La Balsa y Tinajones.
Para alcanzar este logro, se llevó a cabo la rehabilitación de 11.400 metros de caños en un sector afectado por la hipersalinización (evento resultado de la concentración excesiva de sal) permitiendo, de esta forma, el ingreso de agua y propágulos (semillas de mangle) y el lavado por medio de la marea natural de la bahía y en la desembocadura del río; así como el intercambio de aire y nutrientes, y el desplazamiento de la fauna silvestre que habita estos humedales: aves, primates, manatíes, nutrias, caimanes, peces, entre otros.
Además, se instalaron 480 montículos de crecimiento con 5.760 plántulas y se dispersaron 18.675 semillas de mangle rojo (Rhizophora mangle) en 7,47 hectáreas; con el fin de aportar a la regeneración natural del lugar. Para verificar la eficiencia y eficacia de esta restauración, el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras Invemar ejecutó el plan de seguimiento y monitoreo de la estructura y las condiciones fisicoquímicas de las áreas intervenidas.
En este trabajo comunitario se reconoció y se trabajó con el conocimiento tradicional de las comunidades mangleras de San Antero, quienes se vincularon activamente y fueron fortalecidas en su identidad como asociaciones promoviendo así el desarrollo de los procesos de gobernanza que se han venido trabajando en el territorio, en el marco del programa Vida Manglar.
Las asociaciones de San Antero y Lorica que trabajaron en esta restauración comunitaria son: Ami, Asmadecos, Asomagro, la Asociación de mangleros y pescadores de Caño Lobo, Asomausan, Cooprocaño, Comascal y Asomapebca.
“Proteger el ecosistema de manglar no solo implica cuidar las especies flora y fauna, también significa poner en un alto grado de valor todo el conocimiento tradicional de los mangleros locales, proteger y promover el uso sostenible que esta comunidad ha ejercido por años”, afirmó Paula Ortega González, coordinadora del Programa Vida Manglar.
Los manglares son humedales marino-costeros que se ubican en los litorales tropicales del planeta, sobre suelos planos y fangosos, y aguas relativamente tranquilas. Presentan formaciones boscosas de plantas leñosas y tolerantes a la sal.
Son fuente de alimento para las comunidades que allí habitan, al proveer peces, moluscos, crustáceos, sal y miel, entre otros productos; también suministran combustibles y maderas: leña y carbón para la cocción de alimentos, madera para la construcción y reparación de viviendas, así como para las embarcaciones, artes de pesca y otras estructuras, junto con fibras naturales. Además, los manglares producen taninos para curtir pieles, así como hojas, flores, frutos y cortezas empleadas como infusiones para aliviar algunas afecciones.
Por otro lado, estos humedales propician la retención de sedimentos y la acumulación de materia orgánica, lo que favorece la consolidación de nuevas tierras; sirven como refugio de un sinnúmero de especies de fauna y flora, en parte o la totalidad de su ciclo de vida; pueden retener, recuperar y eliminar excesos de nutrientes y de elementos contaminantes que se encuentran en el agua.
Así mismo, por su ubicación, reducen el efecto del oleaje sobre las líneas de las costas e islas, formando una barrera ante la fuerza de las olas; y regulan fenómenos naturales como las inundaciones, y proveen protección ante tormentas y huracanes; también tienen la capacidad de capturar y almacenar entre siete y diez veces más dióxido de carbono CO2 que los bosques terrestres
Finalmente, son canales de transporte y comunicación para los pobladores por su red canales, caños y ciénagas; y son áreas de invaluable belleza paisajística en playas, caños y bosques para el turismo de naturaleza.
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“Cuando estés mirando al manglar, te puedes encontrar con el bosque que cuenta historias que se sucedieron entre agua dulce y salada. La perfecta combinación para la vida”, afirmó Ignacia de la Rosa Pérez, mujer mentora y lideresa de la comunidad de mangleros de San Antero y Lorica.
Este proceso de restauración del manglar fue financiado en el marco de la compensación ambiental de la compañía Ocensa, en la zona del DRMI Cispatá, La Balsa, Tinajones y sectores aledaños del delta del río Sinú en Córdoba; con el aporte comunitario e implementación de acciones por las asociaciones de mangleros del municipio de San Antero y Lorica, y ejecutado por la Fundación Omacha.
Además, el proceso ha contado con el acompañamiento, supervisión y vigilancia por parte de la Corporación Autónoma Regional de los Valles del Sinú y del San Jorge (CVS).
LOS ESFUERZOS del trabajo comunitario por la conservación de los bosques de manglar, en la bahía de Cispatá, se ven reflejados en la restauración del ecosistema de manglar en esta región./Fotos: Paula Alejandra Ortega, programa Vida Manglar y asociaciones de mangleros de San Antero, San Bernardo del Viento y Lorica.