LA presión internacional no consiguió que Nicolás Maduro dejara el poder, por el contrario arraigó su dictadura. El sostenido reconocimiento extranjero a Juan Guaidó como presidente interino no logró tampoco que convertirlo en un fuerte contrapeso político. Sin embargo, ambas circunstancias son las que, paradójicamente, abrieron la puerta a una mesa de negociación.
Aunque con un consabido escepticismo (fruto de anteriores fracasos) y desconfianza (por considerar que el régimen no está dispuesto a ninguna concesión), las partes también son conscientes que no pueden seguir dilatando una salida a la grave crisis de Venezuela tras ocho años de recesión económica, una caída del PIB del 80% en el último quinquenio, las fuertes sanciones internacionales, la caótica situación sanitaria por la pandemia y la difícil supervivencia de sus ciudadanos.
Como en las conversaciones anteriores -Barbados, 2019- Noruega es el facilitador de este anunciado encuentro entre el gobierno Maduro y la oposición encabezada por Guaidó que tendría lugar en pocas semanas en México.
Las agendas que pueden visualizarse como diametralmente opuestas entre las partes tienen, sin embargo un punto en común: lograr acuerdos iniciales básicos en pro de lo que debe ser prioritario, tal cual son una efectiva lucha contra la pandemia del covid-19 que abarca desde la realización de pruebas hasta la vacunación masiva y la atención alimenticia.
Si se da ese mínimo entendimiento que, de plano, está contemplado tanto en la agenda de Maduro como en el acuerdo de salvación nacional de Guaidó, no sólo se estaría dando un contundente mensaje dentro y fuera de Venezuela de un real compromiso de las partes, sino que abre la posibilidad -aunque se visualiza lejana- de un acuerdo político para materializar un cambio democrático que sí y solo sí será posible con las garantías requeridas para unas elecciones -tanto regionales como legislativas y presidenciales- libres y transparentes.
La situación en Venezuela es caótica en todos sus ámbitos. En lo político, tiene dos gobiernos paralelos, dos asambleas y una disputa por las reservas de oro que más allá de determinar quién tiene derecho a reclamarlas implicará un abierto reconocimiento al que es el ‘legítimo representante del pueblo’. En lo económico, amén de lo reseñado anteriormente, tiene cifras record de inflación (para el oficialismo del 183.8% en los cinco primeros meses de este año y de 307.3% para la posición), un aparato productivo destruido más que paralizado y nula posibilidad de generar empleo. Y, en lo social, crimen organizado, narcotráfico y frontera caliente tanto por la minería ilegal como por el accionar de las disidencias guerrilleras colombianas y los grupos armados organizados.
¿Qué esperar?
Lo anterior, atizado por las sanciones económicas internacionales que incluyen un embargo al petróleo venezolano, llevaron a un nuevo escenario que forzaron a Maduro a aceptar volver a una mesa de negociación con la oposición e inclusive modificar sus condicionamientos iniciales, entre los cuales precisamente estaba el levantamiento de esas medidas impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea.
"Ya hemos prehablado una agenda compleja, difícil y nos hemos puesto de acuerdo en las bases del arranque del diálogo y aspiro que en el mes de agosto poder instalar en México esta mesa, "con la ayuda del gobierno de Noruega y posiblemente la participación de gobiernos del mundo (...) entre ellos Estados Unidos", dijo este domingo Maduro al canal Telesur.
¿Qué hará que esta vez sea diferente y no sea una jugada más del régimen para ganar tiempo y reconocimiento?
Si se logra que ahora, en México se sienten las partes y se reconozcan como tal se abra dado un punto de partida diferente que, de inmediato deberá traducirse, tal cual lo ha expresado la comunidad internacional, que si bien la solución a esta crisis la deben dar los venezolanos, la negociación no es una opción sino la única verdadera. Es lo que queda para vislumbrar una salida progresiva pero real.
La buena voluntad debe materializarse con acciones, contrario a lo ocurrido hasta ahora cuando tras insistir en que da garantías a sus detractores captura a uno de ellos y hostiga al reconocido internacionalmente como presidente interino, pese a la directa advertencia del gobierno estadounidense de Biden de “no tocar a Guaidó”.
El chavismo es consciente de que aunque haya fortalecido su modelo autoritario, lograr que se levanten las sanciones al país y su retorno a un escenario internacional como mínimo de ayuda humanitaria pasa por sentarse a negociar. Y, en el otro extremo también esa es la única vía para reinventarse y reavivar el apoyo popular para su proyecto de cambio.
Maduro que semanas atrás había condicionado su participación en la anunciada mesa a que Estados Unidos y la Unión Europea pusieran fin a las medidas coercitivas, lo que de inmediato recibió un contundente ‘no’, modificó su posición.
"Estamos a punto ya, yo diría: del 1 al 10 pudiéramos decir hemos llegado al 9 y en los próximos días en esas negociaciones, que hasta ahora son secretas, donde participa el gobierno de Noruega, se llegue a un acuerdo definitivo", dijo este fin de semana.
Tanto los norteamericanos como los europeos han señalado su disposición a revisar sanciones si avanzan las discusiones en pro de elecciones "creíbles". De allí que el condicionamiento chavista pasó a ser un punto de la agenda de diálogo político, en el que Maduro ha dicho estar dispuesto a abordar “todos los asuntos que haya que tratar”.
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Guaidó también ha dicho estar preparado para sentarse con Maduro o sus representantes sin condicionamiento alguno pero dejo claro que de allí deberá salir un cronograma de elecciones que incluya las presidenciales. No se descarta que otro acuerdo inicial de la mesa sea la de garantías reales para que la oposición pueda participar en los comicios de alcaldes y gobernadores el próximo 21 de noviembre, para lo cual se verificó recientemente la visita de una misión de la Unión Europea.
Y si bien semanas atrás se conformó un nuevo Consejo Nacional Electoral con directivos de la oposición y, que en una de sus primeras decisiones rehabilitó la tarjeta de la Mesa de la Unidad Democrática , alianza opositora que ganó los comicios legislativos de 2015 y rompió 15 años de hegemonía chavista en el Parlamento, la detención y acusación por terrorismo y ‘traición a la patria’ de Fredy Guevara, férreo crítico de Maduro, es no solo una evidencia de que las mencionadas garantías no existen sino que aumentan las dudas sobre las intenciones chavistas en la mesa de negociación.
En ese momento, el gobierno Biden a través del Departamento de Estado sostuvo que “actos reprobables como éste son incompatibles con los esfuerzos por crear condiciones para negociaciones integrales entre la oposición venezolana y el régimen de Nicolás Maduro para resolver la crisis de Venezuela”. Y agregó que "la obstaculización de la oposición política a Maduro ciertamente hace que sea más difícil demostrar que Maduro y sus partidarios permitirán que haya una competición justa en las próximas elecciones”.
Pese a todo ello, Guaidó ha reiterado que “estamos listos ya” para el previsto encuentro con México y anticipó que "estamos luchando por tener elecciones libres y justas. Hoy no hay condiciones para poder participar en un escenario como ese (...). Queremos que el venezolano elija y entendemos que la elección que soluciona el conflicto es la presidencial, la elección regional y municipal no soluciona la crisis que atravesamos los venezolanos”.
El reconocido presidente interino tiene una carta a su favor: el renovado reconocimiento del presidente de Estados Unidos quien con motivo de la fiesta nacional de Venezuela, el 5 de julio, le envió un mensaje señalando “bajo su liderazgo, en coalición con líderes sociales, está preservando ideales de libertad, democracia y soberanía”.
No se puede apuntar a que la mesa de negociación en México ponga fin a la grave crisis de Venezuela pero al menos es un ‘embrión de diálogo político’ cuyo primer reto es derrotar el escepticismo.