“Irrecuperable”. Así han calificado las autoridades chilenas el incendio forestal en Rapa Nui, que alcanzó al menos a 30 moáis en el taller en el que los antiguos pascuenses esculpían estas figuras, en el volcán Rano Raraku.
La Isla de Pascua no volverá a ser la misma para el turismo. El presidente Gabriel Boric calificó el suceso como “un daño irreparable al patrimonio cultural de la humanidad”. El mandatario anunció un alza del 22 % en los recursos que la Corporación Nacional Forestal (Conaf) dispondrá para enfrentar la próxima temporada de incendios en el país. “No basta con los lamentos. Debemos disponer de los recursos para enfrentarla como corresponde”, aseguró.
Un total de 400 moáis se vieron afectados con el incendio forestal que azotó a Isla de Pascua el pasado jueves. El ministro de Agricultura, Esteban Valenzuela, junto al director de Conaf, Christian Little, se refirieron a las nuevas medidas para abordar la situación ocurrida en la isla. “Se va a hacer la investigación de quién provocó el incendio”, aseguró el ministro, y añadió que la corporación tendrá una brigada forestal permanente en Rapa Nui. En la misma línea, el diputado por el distrito 7, Hotuiti Teao, sostuvo que es necesario tramitar, mediante indicaciones a la glosa presupuestaria de 2023, mayores recursos para tener brigadistas de manera permanente en la isla. “Vamos a tramitar la posibilidad de tener una aeronave que pueda llegar a estos puntos, para llegar a estos montes”, complementó.
Desprotegidos
La quema de pastizales que se salió de control sorprendió a Rapa Nui sin disponer de la brigada de combate al fuego de la Conaf ni de la que provee la Armada. La primera estaba recién siendo contratada para la actual temporada de incendios, que parte en octubre, mientras que la segunda arribó a la isla el pasado domingo. El fuego, que se desató en la mañana del martes 4 de octubre e invadió el cráter del citado volcán, fue controlado dos días después por cinco bomberos y un coordinador forestal, apoyados por un carro bomba y dos camiones aljibe. “Estamos aprendiendo todas las lecciones con lo de Isla de Pascua”, admitió el ministro de Agricultura, acompañado por el director ejecutivo de la Conaf. “Podemos anunciar formalmente que habrá una brigada forestal permanente en Isla de Pascua durante todo el año”, aseveró.
Los especialistas han calificado de “graves” los daños sufridos por los moáis. El Consejo de Monumentos Nacionales explicó que el toba lapilli de la que están hechos se expande y contrae al estar expuesto al fuego, afectando la composición de la roca. Ello puede causar grandes fracturas y alterar la integridad de estas esculturas.
Asimismo, el gobierno chileno anunció que pedirá ayuda internacional para restaurar estos moáis.
Los moáis son unas gigantescas esculturas de piedra con forma humana. Hay más de 900 en esta isla de apenas 24 kilómetros de largo y 12 de ancho. Estas estatuas en toba, un tipo de roca volcánica, talladas por los antiguos polinesios rapanuí, pueden alcanzar 20 metros de altura y 80 toneladas de peso.
Más allá de un incendio
Tras vivir en el frenesí del turismo a pesar de las advertencias de prudencia de sus ancestros, la chilena Isla de Pascua se volvió más sustentable durante los más de dos años de aislamiento por la pandemia y hoy quiere preservar ese aprendizaje.
"Llegó el momento que habían predicho los viejos", dice a la AFP Julio Hotus, miembro del Consejo de Ancianos de Isla de Pascua. Les habían advertido: mantengan la independencia alimentaria, porque en algún momento pueden quedar aislados, pero las últimas generaciones desoyeron ese consejo, explica Hotus.
Antes del coronavirus, en dos vuelos por día, llegaban cada año casi 160.000 turistas, "una avalancha", según el anciano. Pero en marzo de 2020 las autoridades locales cerraron completamente esta isla, de casi 8.000 habitantes.
El jueves pasado, tras 28 meses de aislamiento, aterrizó por primera vez un avión con turistas, en medio de la emoción de los habitantes de este lugar, que añoraban volver a ver caras nuevas después de tanto tiempo.
La apertura, sin embargo, será gradual. En un principio serán sólo dos vuelos por semana, pero la frecuencia irá aumentando paulatinamente. Por ahora, con ese flujo de llegadas, los grandes hoteles han preferido mantener sus puertas cerradas.
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Volver a plantar
La artesana rapanuí Olga Ickapakarati dejó de vender sus moáis tallados en piedra a los turistas y, sin ingresos económicos, recurrió a la agricultura y a la pesca para subsistir, como hacían sus ancestros.
"Quedamos todos sin nada, quedamos en el viento, quedamos sin ni uno, pero empezamos a plantar", relata Olga a la AFP. Se desconoce cómo fueron movidas desde las canteras a los distintos centros ceremoniales donde descansan.
Sin la clientela de turistas, Olga estableció dos huertos en el patio de su casa –de madera y techo de lata–, acogiéndose a un programa del municipio local que ante el cierre de la isla –que se abastecía casi por completo del continente– entregó semillas a la población para que pudieran subsistir.
Olga plantó espinaca, beterraga, cilantro, acelga, apio, albahaca, ananá, orégano y tomate. Lo que no consumía se lo entregó a otras familias, quienes, a su vez, compartieron su cosecha con otros, conformándose una gran red de ayuda.
"Todos los isleños son así, tienen buen corazón. Si yo veo que tengo harto de eso (vegetales), voy a regalar a otra familia", agrega esta 'Nua' o abuela en la lengua rapanuí, quien vive con sus hijos y nietos.
"Vamos a seguir con el turismo, pero espero que la pandemia haya sido una lección que podamos aplicar hacia el futuro", dice por su parte Julio Hotus.
Moáis vulnerables
La pandemia los llevó también a meditar sobre la necesidad de cuidar los recursos naturales afectados por el cambio climático, como el agua y la energía, y también sus emblemáticos moáis.
Ahora se optimizarán los recursos naturales y darán prioridad de trabajo a los habitantes de la isla, bajo "códigos culturales" como el Tapu, una normativa ancestral que fomenta la solidaridad, explicó el alcalde de Isla de Pascua, Pedro Edmunds Paoa.
"El turista, a partir de hoy, pasa a ser un amigo del lugar, cuando antes era un extraño visitándonos", agrega.
Hay temores sobre el futuro de los moáis, ya afectados por las fuertes lluvias, los potentes vientos y la furia del oleaje del mar que golpea a las estatuas y sus bases.
"El problema de los moáis es que son muy frágiles (…) Debemos dejar de lado la visión turística y paisajista y tomar muchas de esas piezas y resguardarlas, cuidarlas con cúpulas de vidrios porque tienen un valor incalculable", sostiene Hotus.
Para Vairoa Ika, directora de Medio Ambiente del municipio, "el cambio climático, con estos eventos extremos, pone en riesgo nuestro patrimonio arqueológico".
"La piedra se va degradando, por lo que los parques tomarán sus medidas y resguardado", explica sobre estas gigantescas estatuas que representan a sus antepasados rapanuí.