El mercado de subastas de arte está en plena ebullición, en parte gracias a las pujas en línea, como lo demuestran los 13 millones de dólares que se acaban de pagar por un manuscrito de Albert Einstein.
Anteriormente se habían pagado 2,8 millones de dólares en 2018 por una carta manuscrita del eminente científico, en la que teorizaba sobre Dios, y en 2017 se pagaron 1,56 milones de dólares por una carta en la que elucubraba sobre la felicidad.
El manuscrito del autor de la teoría de la relatividad general estaba estimado inicialmente entre dos y tres millones de euros. El precio final de este borrador de la teoría que revolucionó la física superó prácticamente en cinco veces esa estimación.
“Se trata, sin duda alguna, del manuscrito de Einstein más preciado jamás puesto a subasta”, había señalado previamente la casa de remates Christie's en un comunicado.
El documento es un manuscrito de 54 páginas redactado en 1913 y 1914, en Zúrich (Suiza) por el famoso físico alemán y su colaborador y confidente, Michele Besso.
Es gracias a este ingeniero suizo, explicó Christie's, que “el manuscrito ha llegado, casi milagrosamente, hasta nosotros: Einstein probablemente no se habría preocupado de conservar lo que podía parecerle como un documento de trabajo”.
Tras su teoría de la relatividad especial, que le llevó a demostrar en 1905 la fórmula “E=mc²”, Einstein empezó a trabajar, en 1912, en una teoría de la relatividad general.
Esta teoría de la gravitación, publicada finalmente en noviembre de 1915, revolucionó la comprensión del universo. Einstein murió en 1955 con 76 años y se convirtió en un símbolo del genio científico, así como en una figura pop, con la famosa foto de 1951 en la que sacaba la lengua.
A principios de 1913, tanto Einstein como Besso “empezaron a trabajar en uno de los problemas con los que la comunidad científica lleva décadas chocando: la anomalía de la órbita del planeta Mercurio”, recordó Christie's. Ambos científicos resolvieron ese enigma.
Pero no lo hicieron en los cálculos de ese manuscrito, que incluyen “varios errores que pasaron desapercibidos”. Cuando Einstein los detectó, dejó de preocuparse por el manuscrito, que quedó en manos de Michele Besso.
“Los documentos manuscritos científicos de Einstein de ese periodo, y más generalmente, de antes de 1919, son extremadamente raros”, destacó la casa de remates.
“Como uno de los dos únicos manuscritos de trabajo que se conservan y que documentan la génesis de la teoría de la relatividad general, es un registro extraordinario del trabajo de Einstein y proporciona una fascinante visión de la mente del mayor científico del siglo XX”, agregó.
El otro documento conocido de ese periodo crucial en la investigación del físico, llamado “cuaderno de Zúrich” (finales de 1912, principios de 1913) se encuentra en los archivos Einstein de la Universidad Hebraica de Jerusalén.
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Más episodios
Una inflación habitual en este tipo de mercado, sin embargo ha vivido otros episodios más sorprendentes. Como la venta reciente del guion gráfico del proyecto de película “Dune”, del escritor y cineasta francochileno Alejandro Jodorowsky.
La estimación de venta era de 25 mil a 35 mil dólares. Pero la puja feroz de dos rivales acabó elevando la suma a unos tres millones de dólares.
Y en el arte contemporáneo, la tendencia es imparable. La firma Artprice estimó en octubre que este mercado pasó de 103 millones de dólares anuales en 2000 a 2.700 millones actualmente.
Esta casa especializada en cotizaciones de obras considera que la transición hacia las ventas en línea “ha sido un éxito” y que además el mercado ha sabido orientarse “hacia una clientela nueva y emergente”.
“Las casas de subastas tenían un sistema informático muy anticuado. El covid les obligó a modernizarse, y el resultado de las ventas en internet es espectacular, atrae a un público nuevo, más joven”, explicó Thierry Ehrmann, fundador de Artprice.
Este experto señaló, por ejemplo, a jóvenes de 30 años que antes de comprar una propiedad inmobiliaria prefieren empezar una colección de arte.
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No solamente arte
El mercado quedó congelado durante la pandemia de 2020, pero esa crisis sanitaria ha quedado atrás gracias a esta transición. Al punto de que vuelven los temores de una burbuja.
El pasado 12 de noviembre se pagaron 71,3 millones de dólares por un cuadro de Vincent Van Gogh, “Cabañas de madera entre olivos y cipreses”, en Nueva York.
Y no se trata tan solo de arte. Un par de zapatillas del jugador de baloncesto Michael Jordan se vendieron en 1,5 millones de dólares en octubre, el esqueleto incompleto de un tricerátops en 7,7 millones, y uno de los últimos 13 ejemplares originales de la Constitución estadounidense, en 43 millones de dólares.
Y además están subiendo en importancia las obras digitales, que se presentan como únicas gracias a los NFT, certificados de autenticidad digital.
La fiebre de las subastas empezó gradualmente en los años 1980, con la rivalidad de grandes multimillonarios estadounidenses, japoneses y fundaciones privadas, hasta el punto de eclipsar a los grandes museos. Con algún altibajo esa tendencia continuó hasta la gran corrección de la crisis financiera de 2008.
Los índices de Artprice demuestran que entre 2015 y 2019 los precios volvieron a aumentar.
“Comprar y vender se ha vuelto algo natural: para afinar su colección, después de un divorcio, por un cambio de gustos... Y el freno psicológico de rebasar un millón durante la puja ha desaparecido”, explicó Thierry Ehrmann.
Según el gabinete Deloitte, la lista de compradores multimillonarios no se ha reducido, sino todo lo contrario. “La riqueza de los individuos con un patrimonio ultraelevado asociado al arte y a los objetos de colección estaba estimada en 1,4 billones de dólares en 2020”, detalló.