Se conmemoran en Alemania los 15 años desde que Angela Merkel llegó al cargo de canciller federal y se hiciera así jefa del gobierno de la principal economía de Europa y de una de las más grandes e importantes del mundo. Por la forma en que está concebido el sistema político alemán, quien ocupe la cancillería podría aspirar de forma indefinida a estar en ella; sin embargo, se ha previsto que, en 2021, la canciller Merkel abandone su cargo y ponga fin a una era donde, por primera vez, una mujer fue considerada la líder del mundo libre.
Entre 2005 y 2019, Merkel ha sido seleccionada 13 veces como la mujer más poderosa del mundo. Desde su llegada, la canciller supo imponer un liderazgo reflexivo, bastante más discreto pero muy influyente en decisiones como la crisis migratoria en Europa, la crisis de la deuda griega e italiana y ahora con la pandemia que ha puesto en jaque a los sistemas de salud y a la economía del mundo. En cada una de esas tres crisis, ella mostró una serenidad admirable y logró imprimir un tono moderado a discusiones que generan profundas divisiones y polémicas. No en vano, a pesar de la intensidad del debate político, mantiene un extraordinario 74% de aprobación entre los alemanes.
Recién comenzó la pandemia, vimos con atención cómo Merkel manejó con criterio científico y una profunda reflexividad la crisis sanitaria originada por el nuevo coronavirus. Mientras España e Italia confinaban a la totalidad de sus poblaciones, Alemania mantenía unas restricciones mucho más moderadas pero que demostraron ser más exitosas. Incluso, una potencia como Francia remitió a pacientes a hospitales alemanes que tienen una capacidad robusta y no se encontraban saturados como los centros médicos de los países vecinos. Hay consenso en afirmar que la dirección de una doctora en física cuántica, considerada una de las científicas más importantes de Alemania que hoy ejerce como canciller ha sido el elemento clave para dirigir al país en medio de una crisis tan compleja.
Merkel ha dejado claras sus posturas personales conservadoras en temas como las uniones maritales del mismo sexo, que chocan con la tendencia mundial de reconocer más derechos a colectivos como los LGBTIQ; sin embargo, consolidó a Alemania como una democracia liberal gracias a su estilo de liderazgo, que le permitió gobernar en coalición con los socialdemócratas, sus antiguos rivales políticos, e impulsar y conciliar reformas como el matrimonio entre parejas homosexuales y la apertura humanitaria de fronteras para recibir inmigrantes provenientes de Siria e Irak.
Merkel marcará una época a la altura de políticos alemanes como Konrad Adenauer y Helmut Kohl, el artífice de la reunificación alemana. Con luces y sombras, como la mayoría de los gobernantes, la canciller de Alemania deja una impronta de un liderazgo reflexivo y racional, analítico y conciliador que ayudó a que este país tenga un desempeño significativamente mejor que sus pares como Francia, Italia y España, se consolide a la cabeza de la Unión europea y siga siendo una locomotora de la economía mundial.