ADRIANA LLANO RESTREPO | El Nuevo Siglo
Jueves, 10 de Noviembre de 2011

Amor

 

POR  sustracción de materia la palabra amor me parece sospechosa y ligada a política, me da escozor; porque Amor, con mayúsculas, fue lo que sintió durante 8 años Uribe por nosotros, sus “hijitos”; amor de fanático, amor altruista: por “nuestro bien” se entronizó como Mesías.
Fernando Savater, en su cátedra de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid, dijo: “(…) el amor es también ardiente y sucio pero imprescindible para el mantenimiento de la sociedad. El amor no es nada de lo que hay que ser: no es objetivo, ni desinteresado, ni equilibrado, ni renunciativo; en amor nadie dice pase usted primero salvo (…) Humphrey Bogart en Casablanca”.
Traigo a colación al autor de Ética para Amador, porque desde que Petro fue elegido nuestro próximo Alcalde, vengo rumiando el leitmotiv de su discurso: el triunfo de la Política del Amor.
Como cantilena de campaña, sonó bien; pero como sustrato de gobierno, habría que ver; el amor tiende a ser monotemático y combinado con la política, puede tornarse obsesivo, llevándonos a excluir lo diferente, el disenso, para imponerse. A propósito, Amos Oz, en Contra el Fanatismo, llega a afirmar cosas tan duras como que “(…) Bin Laden nos ama esencialmente. (…); el 11 de septiembre fue un acto de amor, lo hizo por nuestro bien, quiere cambiarnos, redimirnos”.
Encuentro que el alma de la Política del Amor es coincidente con el amor eficaz preconizado por el cura guerrillero, Camilo Torres, con el bien común de la doctrina católica, e incluso, con la civilización del amor de Juan Pablo II.
Uribe nos gobernó a los colombianos con Maquiavelo como inspiración y por ello su hermoso Manifiesto Democrático se desvinculó del bien común y se ocupó de saciar la sed de poder propia y de quienes lo rodearon; de “el fin justifica los medios” al “todo vale”, sólo hubo un paso. El modelito hizo metástasis en Bogotá, con los Nule como punta de iceberg.
Lograr la “Bogotá humana ya”, sin segregación ni depredación, sin corrupción, demandará mucho más que las buenas intenciones de la Política del Amor. A la manera platónica, Petro deberá “entrelazar la urdimbre y la trama para bien de cada miembro” de la ciudad.
Porque en esta Séptima vertebral se dice que “obras son amores y no buenas razones”, Petro deberá saber rodearse, deberá ser incluyente como lo es su movimiento de Progresistas y sobre todo, no podrá ser inferior al reto que la Historia le impuso como hijo de la Constitución de 1991.