Ante el abandono de la economía del cuidado y trabajo doméstico no remunerado, la exigua capacidad adquisitiva y la adictiva comida chatarra, nuestra dieta permanece “quebrada”. Sinécdoques, la tostada y mermelada salaron a Echeverri, el huevo cotizó a Carrasquilla, y el prefijo “Pan”, que significa “todo”, identifica al alimento que detonará el próximo estallido social.
Los tecnócratas y empresarios justifican la *reduflación* (encarecimiento y empequeñecimiento de los productos), mientras que medio país permanece “sin nadita que comer”. A propósito, emulando a La Pobre Viejecita, el descarado exministro de hacienda declaró que se dedicaría al “sector privado de empleo, salario y carro”.
Regateando cinismo, la profecía del neoliberal Gaviria, Bienvenidos al Futuro, anunciaba la tortura o el genocidio de la globalización mercantil, que paradójicamente debería denominarse “Pan-Economía”.
Pastrana salvó bancos, no ciudadanos. Uribe hacendó la Seguridad Democrática, y abonó inseguridad alimentaria. Santos anunció que seríamos “la despensa del mundo, pero ni siquiera fue capaz de establecer una autarquía para garantizar la soberanía y democratización alimentaria. Y Duque fue el ‘tiro de gracia”, pues la pandemia agravó la negligencia y sevicia estatal.
Finalmente, el gobierno del “cambio” empezó con Gustavo Petro confesando que el litro de leche le costaba $10.000, porque no compraba las “mismas” marcas que el pueblo, aguadas o adulteradas según acusó la Superintendencia de Industria y Comercio, y la nueva ‘deforma’ tributaria tampoco eliminará la exención, elusión y concentración.
Ni resolverá el subempleo ni la miseria de la clase media, aunque la pobreza oculta está de moda. De hecho, escatima negando el mínimo vital universal a las madres cabeza de familia y amas de casa, a quienes pisotearán con zapatitos Ferragamo, pues los dirigentes de izquierda saben “Vivir Sabroso”, como sus homólogos de la derecha.
Eso es “equidad” según los congresistas del Pacto Histórico; y, como ahora comen en La Bagatelle, no se escandalizan cuando sus electores gritan que el pan está por las nubes, pues la venganza es un plato que se sirve frío, y Carrasquilla preparó su receta para el desastre desde el Banco de la República, que sigue pareciendo adscrito al *Gil-inski*o Aval.
BlackRock advirtió que “debería preocupar más el precio de los alimentos que la gasolina”, y Estados Unidos improvisó una confusa Ley de Reducción de la Inflación, evadiendo modernizar la misión del Banco Central, para centrarla en el bienestar ciudadano, no en la moneda; así, tampoco evolucionará de la “independencia” hacia la “interdependencia” en la intervención estatal.
Petro ni garantizará muestras gratis, ni regulará los precios de alimentos saludables. Declaró la guerra a las drogas que entretienen el hambre -sodio, azúcar, grasas y “conservadores” -, pero no a la pola y el guaro, porque es lo único que puede consolarnos “hasta que la dignidad se haga costumbre”.
Cacerolazo. En Transmilenio mendigando, también venderán “chito maní caramelo” de contrabando, y muchos ladrones deberán ganar como ricos para comer pan de Francia con salchichón y Colombiana. Igual, las sobras serán la alternativa a la chatarra, para los depauperados e indignados ciudadanos.