ALBERTO ABELLO | El Nuevo Siglo
Lunes, 16 de Enero de 2012

¿Política o hipnocracia?

El  país palpita bajo el efecto de los sondeos y encuestas de opinión, que intentan sustituir la política o tienen ese soterrado o abierto objetivo. Y, a su vez,  la alta política que por rareza hemos tenido en el país a lo largo de la historia, que incluye la diplomacia, se sustituye por  el abuso de relaciones públicas y el besamanos. La situación es  confusa, los mismo políticos, como en el caso del Partido Conservador al reconocer a medias el descalabro de las pasadas elecciones que redujo su poder regional a la gobernación del Putumayo, estudian contratar un sondeo para saber qué pasó.
Cuando los partidos renuncian a la estrategia y la táctica, para orientarse apenas por la brújula de los sondeos todo puede pasar. Lo mismo  aplica a los gobiernos, cuando solo se interesan en el efecto mediático de la foto, puesto  que sin importar lo dramático de una situación de calamidad pública sonríen. Así los vemos bien trajeados y sin despeinarse, ni inmutarse, sonrientes al lado de una tragedia, pues los asesores de imagen sostienen que entre peores sean las circunstancias más deben mostrar blancos dientes, como las reinas de belleza.
Y como vivimos bajo el efecto de la “hipnocracia”, término cuya paternidad se le debe al talentoso  y sagaz periodista español Miguel Ángel Bastenier, el cual por ahora no se ha utilizado mucho en Colombia, pese a que retrata el abuso mediático y altera el significado de lo político. ¿Acaso la política es cosa del pasado y lo que cuenta es la hipnocracia? La hipnocracia, entendida como el predomino de la imagen diaria oficial, que por medio de sus asesores de comunicación penetra en los estamentos sociales y hace figurar al gobernante de turno en todos los medios, gubernamentales y privados. Son horas y horas de televisión, que dopan a las gentes y las hipnotiza. No importa cuantas tonterías o sabias afirmaciones hagan los gobernantes latinoamericanos, en algunos casos parecidas a las de los cuentachistes de Sábados Felices. Poco importa qué dicen, lo que interesa  es figurar continuamente en los medios, en los correos electrónicos, hasta producir un estado de embriaguez, de hipnosis colectiva. El comandante Chávez, la señora Cristina Kirchner y buena parte de sus colegas de la región, hablan y hablan como un disco rayado, de lo divino y lo humano, hasta saturar  la opinión, que no tiene otro tema, pues resulta improbable que alguien sin esos medios y millones que se gastan en agigantar la imagen de los gobernantes pueda competir. La norma es hablar y hablar, hablar de todo así no se ahonde en nada, siempre adobados de citas pertinentes que los asesores facilitan para las declaraciones como el servicio la sal de las comidas. Ya los expertos les harán otros discursos, para eso está el telepronter. Lo que cuenta en definitiva es la hipnocracia, el hipnotismo colectivo y la reelección. Los políticos de la hipnocracia  hablan de todo, se regodean en lo banal y abandonan temas cruciales para el país como el litigo con Nicaragua en La Haya.
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