ALFONSO ORDUZ DUARTE | El Nuevo Siglo
Sábado, 25 de Mayo de 2013

Democracia en acción

 

El episodio del nombramiento del grupo de personas que se supone va a trabajar en el proceso, según dicen, de la campaña conducente a la reelección de Juan Manuel Santos, es una manifestación clara del ejercicio de la democracia. Nadie debe ponerse bravo, sino más bien reconocer que estas actitudes son válidas,  enmarcadas dentro de las costumbres y usos en conseguir el favor de los colombianos. Estamos en un año dentro del cual se seguirán produciendo hechos que todos estamos listos a analizar. 

Estoy seguro de que Santos no será candidato único y que otros sectores y alianzas políticas se manifestarán con sus candidatos. Dejando a un lado las propias simpatías, esto es saludable para el país. La oposición, que ha sido bastante ruda con el actual Gobierno, tendrá que presentar  a sus candidatos. Los partidos de izquierda unida se harán presentes con uno o varios candidatos; voces del partido conservador se han manifestado afines a que el partido presente su candidato, lo cual dentro de la vocación política de un partido organizado no presenta objeción alguna. Sin embargo, las condiciones y conveniencias políticas bien pueden a la larga aconsejar otra conducta. Lo cierto sí es que el conservatismo ha tenido una gran influencia en el manejo de la cosa pública tanto en el ejecutivo como en el legislativo en donde ha acompañado a Uribe y Santos con sinceridad, desprendimiento y amor a la patria, sin entregar sus principios, como lo hizo también con Andrés Pastrana, miembro de su colectividad. El abanico de posibles candidatos debe incluir a alguien que represente y encarne los puntos de vista de Uribe y su movimiento político. Tiene una baraja de nombres que han sido dados a conocer que enriquecerán el debate electoral.

Las lucubraciones con respecto a las posibilidades de éxito de Santos son muy variadas y disímiles. Los lunares de su actuación están a la vista y al juicio de los colombianos, así como sus aciertos que no han sido pocos, de suerte que, si se resuelve a ser candidato, éstos pesarán sobre la voluntad de los votantes, así como pesarán también sobre ellos los señalamientos de la oposición a cuya cabeza se ha colocado Uribe. Hacer oposición en Colombia no conlleva riesgo alguno dadas las garantías de las cuales están rodeados quienes la ejercen. 

Las negociaciones que se están llevando a cabo en La Habana constituyen uno de los factores que pesarán sobre el debate electoral que se aproxima, dicen algunos analistas; si no se presentan resultados positivos, la reelección, en el evento de que por ella se resuelva, quedará amenazada. No hay colombiano que no quiera que cese este estado de cosas, de ahí que existan muchas ilusiones sobre el particular. Hechos de mandatarios anteriores sugieren que una de las virtudes que más se aprecian en un mandatario es la capacidad de tomar decisiones oportunas que le convengan al país. El arreglo final, si lo hay, puede producirse en noviembre próximo, aplazarse para después de las elecciones del año entrante o sencillamente terminarse por sustracción de materia, vale decir por la imposibilidad de acuerdos. Todo el país ha rodeado al gobierno que con generosidad ha querido adelantar conversaciones conducentes a finalizar el conflicto y así se le reconoce, como lo hará en la urnas si los de las Farc nos convencen de que su veraneo en La Habana debe llegar a su fin; habrá aplauso en las urnas, porque, así como los electores aprecian, elogian y reconocen la capacidad de tomar decisiones por parte de sus mandatarios, descalifican a quienes no la tienen; ese es el ejercicio de la  democracia.