ÁLVARO PESCA PÉREZ | El Nuevo Siglo
Miércoles, 18 de Enero de 2012

Gustavo Petro y los aficionados taurinos

La verdadera demostración de que la fiesta brava no es un espectáculo alrededor de la violencia y la muerte es el respeto y tolerancia frente a las voces de sectores que no están de acuerdo con esta expresión cultural de 500 o más años de tradición. Tal cual lo expreso el escritor Antonio Caballero, en entrevista radial el sábado pasado, a pesar de que los taurinos somos una minoría (se festeja sólo en 7 ó 9 países, y en Colombia es una expresión cultural de pocos) merecemos el respeto de la primera autoridad de la ciudad elegida por mayoría.
En un país violento como Colombia, la exigencia del respeto, por una fiesta de tradición y arraigo en nuestra nacionalidad, no puede convertirse en motivo de contradicción irreconciliable, enmarcada bajo la concepción de que, “quien no esta conmigo, es mi enemigo”. En la novillada y primera corrida de la temporada 2012 se escucharon alegres explosiones de serpentinas y confetis al lado de expresiones vociferantes atrevidas e insultantes en contra del alcalde Gustavo Petro. Los mismos gritos e insultos que recibimos los aficionados por parte de los antitaurinos en la carrera séptima.
Es necesario resaltar que, desde el punto de vista ideológico, las manifestaciones de desacuerdo del alcalde Gustavo Petro son coherentes con su política de cambio de una ciudad insegura, violenta y trágica, por una ciudad con expresiones de respeto por la vida, potenciando valores fundamentales de convivencia ciudadana. En Colombia son varias las generaciones que se han levantado bajo la influencia de la violencia como única vía para la solución de nuestros conflictos y contradicciones. Frente a esta problemática, la propuesta del alcalde Petro, durante su campaña electoral, fue una política de protección y respeto por la vida, orientada bajo planes y programas sobre seguridad ciudadana, agua, salud, educación y vivienda, entre otros. Por consiguiente, el punto de vista del alcalde frente a la fiesta taurina,  es honesto y coherente con su posición ideológica y con sus planes de gobierno para la capital de la República, los cuales, aceptémoslo, vienen teniendo gran influencia en ciudades y municipios de todo el país.
Es con la misma política del alcalde Petro que se conseguirá un acuerdo para que la cultura taurina, al igual que otras minorías, goce del respeto y protección de las autoridades del país. Es lo que ha pasado en el Distrito Capital con las negritudes, los indígenas, la cultura árabe y tantas otras expresiones que, bajo programas desarrollados por el Instituto de Recreación y Deporte, han tenido el apoyo económico y político para su permanente desarrollo y conservación. El alcalde y el presidente de la Corporación Taurina tienen en los próximos días un encuentro para que, bajo el respeto propio de personas civilizadas, nos den un ejemplo a taurinos y antitaurinos de que podemos convivir, aceptando las necesarias políticas de un alcalde innovador, con la tradición de la fiesta brava, sin recortes ni modificaciones a los protocolos y solemnidades construidas a través de centurias.