AMYLKAR D. ACOSTA M. | El Nuevo Siglo
Miércoles, 25 de Enero de 2012

 

¡Alerta roja!

 

La doble ola invernal que ha padecido Colombia ha estragado la infraestructura del país; carreteras, puentes, oleoductos, gasoductos y redes eléctricas se han visto afectados notablemente por ella. La intensidad y duración de las lluvias han causado avalanchas, inundaciones, deslizamientos de tierra sin precedentes. Al colapso del frágil sistema vial del país se vinieron a sumar la ruptura del oleoducto Caño Limón-Coveñas, que dejó sin suministro de agua a Cúcuta y luego la explosión del poliducto en Dosquebradas, Risaralda, provocó una verdadera tragedia entre la población.

Posteriormente, el turno sería para la red que transporta el gas natural, primero fue el gasoducto Mariquita-Cali que obligó al corte del suministro al occidente colombiano y ahora Promigas se vio precisada a restringir sus entregas a los clientes para conjurar un mal mayor, como pudo haber sido el estallido de la tubería por fractura de la misma. Todos estos eventos tienen en común que han sido causados por derrumbes, deslizamientos o la erosión a consecuencia de la furia de la naturaleza provocada a su vez por los desafueros de la actividad humana, causa fundamental del cambio climático.

Afortunadamente en este último caso se trata de una medida preventiva. Infortunadamente esta coincidió con la interrupción del fluido eléctrico desde el interior del país, debido a la salida del servicio de dos de sus circuitos. De no haberse contado con los 290 MW de potencia instalados con los que cuenta Termoguajira que es dual y está operando a plena capacidad, quemando carbón, habríamos tenido un gran apagón en toda la región Caribe.

Para rematar los cortes de la energía afectaron el bombeo de los acueductos de muchas poblaciones, agravando la situación. Esto es lo que llamaban los abuelos una típica complicación de males, que ahora llaman ¡falla multisistémica!

Esta emergencia a la que nos hemos visto abocados pone de manifiesto la gran vulnerabilidad a que está y estará expuesta la infraestructura del país frente a los fenómenos extremos del Niño y de la Niña, los cuales serán de ahora en adelante más frecuentes e intensos y para ello hay que estar preparados. La matriz de riesgo de la infraestructura se debe adecuar y adaptar a los nuevos tiempos, para que ofrezca confianza tanto operativa como estratégica. La ingeniería y el diseño de las obras hacia el futuro deberán repensarse y replantearse.

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