Cultura de transparencia
De acuerdo a los últimos informes de Transparencia Internacional, Colombia ocupa el puesto 80 en el Índice de Percepción de la Corrupción entre aproximadamente 183 países. Ciertamente, no somos el país más corrupto, lugar que ocupa Somalia. Sin embargo, tampoco somos el mejor.
En el informe de la ONG, Venezuela, Haití y Paraguay son los países en los que hay mayores niveles de corrupción en Latinoamérica. Ocupamos el puesto 14 en la región y, de acuerdo a la medición del 2010, en la que ocupamos el puesto 78, la corrupción va en aumento.
Y es que la corrupción, lastimosamente, se ha vuelto algo cotidiano para muchos, y existe una especie de cultura de corrupción, motivada en parte por la mentalidad popular que promueve la viveza y al atajo.
De esta manera, encontramos corrupción en las instituciones de gobierno, en el deporte, en el entretenimiento, y casi que cualquier sector de la sociedad se ve manchado por la corrupción. ¿Cuántas obras dejan de construirse con la calidad que se debería tan solo por la corrupción? ¿Cuántos niños y personas pierden la oportunidad de acceder a la educación o a la salud por la corrupción? Y ¿hasta qué punto el desarrollo del país se ha visto comprometido por décadas de corrupción en las que no se han hecho las obras, ni se han tomado las medidas que se deberían tomar por la simple razón de que los gobernantes de turno han usurpado estos recursos?
En diciembre del 2011, la ONG Transparencia por Colombia adelantó una campaña denominada “Es tiempo de despertar”, en la que se instauró el 9 de diciembre como el Día Mundial contra la Corrupción. En el marco de esta campaña se compartieron experiencias exitosas en las cuales se había logrado disminuir la corrupción.
Una de estas historias es la de Leandra Castellón, directora de la Fundación Pompeya, que trabaja con menores de edad de escasos recursos que sufren de discapacidad. Leandra y su Fundación lograron liderar un proceso social que llevó a mejorar la destinación de los recursos del Gobierno para los niños con discapacidad en Cartagena. Menos dinero para corrupción, más recursos para la niñez con discapacidad.
Otra experiencia exitosa es la de José Antonio Camargo, gerente de una firma de tuberías de acueducto. Esta firma y otras empresas del sector suscribieron un acuerdo para promover la transparencia y decirle no al soborno, no a la corrupción, en los procesos de licitación con el Estado.
Historias como estas nos hacen creer que es posible promover una cultura de transparencia en el país. Una cultura en la cual los colombianos nos propongamos ser la gente más transparente de la Tierra. ¿Cuánto cambiaria nuestra nación y como incrementaría nuestro desarrollo si las historias de Leandra y José Antonio se multiplicaran? Todos podemos con las actitudes de cada día ser más transparentes y construir juntos una nueva cultura de transparencia.
*Politólogo
afrg@me.com