¿La Liga extraordinaria?
Los acontecimientos de este año en el norte de África y el Medio Oriente han constituido una prueba de fuego, en varios frentes, para muchos actores del sistema internacional. Para las potencias, grandes, medianas y emergentes. Para los regímenes políticos de los países de esa región, que han tenido que confrontar la creciente agitación social, y para la ciudadanía, en su reivindicación del cambio político. Para los medios de comunicación, ante las trabas de la censura y la tentación del sensacionalismo. Para los activistas de los derechos humanos, en medio del fuego cruzado y los abusos perpetrados por uno y otro bando. Y también, de manera particular, para las organizaciones internacionales.
En efecto, éstas han jugado un papel en la llamada “Primavera Árabe” que mal podría subestimarse. El Consejo de Seguridad de la ONU remitió la situación libia a la CPI, antes de autorizar una zona de exclusión aérea -a instancias y con el apoyo de la Liga Árabe- y una intervención militar para proteger a la población civil -a la que se opuso la Organización de la Unidad Africana-, cuya implementación y ejecución fueron dirigidas y coordinadas por la OTAN, mientras la diplomacia de la UE intentaba, pese a todas sus limitaciones, encontrar salidas alternativas en los momentos en que todo parecía estar estancado.
Pero de todas ellas, la que más llama la atención es la Liga Árabe. No sólo por su posición en el caso libio -que contrastó dramáticamente con la ambigüedad y la ambivalencia de su equivalente africana-, sino por el rol que ahora asume en relación con los eventos que vienen ocurriendo en Siria, y frente a los cuales el Consejo de Seguridad, por cuenta del veto de Rusia y China, no ha sido capaz de tomar medidas oportunas.
Primero fue una hoja de ruta, que prácticamente impuso al régimen de Damasco, para poner fin a la violenta represión. Y ahora, en una decisión histórica, luego de una reunión con representantes de la oposición, su suspensión como miembro de la organización y la imposición de sanciones políticas y económicas.
Es todavía pronto para hacer un juicio definitivo. Sin duda hay otros intereses, de pura y dura geopolítica, detrás de todo esto; y el deseo, también, de impedir que el desbordamiento de los acontecimientos ponga en riesgo el trono de jeques y sultanes. Pero quién sabe si aún así, esta “Liga Extraordinaria” acaba llevando el viento de la primavera incluso allí donde hasta ahora parece improbable cualquier cambio.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales