ANDRÉS MOLANO ROJAS* | El Nuevo Siglo
Lunes, 13 de Febrero de 2012

 

Simas y Cumbres

Lo que empezó siendo una ocurrencia del Presidente ecuatoriano y su ministro Patiño, aparentemente inconsulta con sus socios del ALBA, se ha convertido en un desafío para la diplomacia colombiana.  Primero, porque amenaza con torpedear una Cumbre de las Américas que se esperaba celebrar sin más sobresalto que alguna dificultad relacionada acaso con el alojamiento de las delegaciones.  Pero sobre todo, porque puso en evidencia los límites de una política exterior que a veces da la impresión de guiarse por el principio de mantener contento a todo el mundo y suponer, cuando toma firme partido en algunas materias, que hacerlo no implica costos ni genera consecuencias.

La esperanza de resolver el asunto sin traumatismo se diluyó rápido. Cuando Colombia esperaba que Cuba contestara “no gracias”, se encontró con que los cubanos “obviamente estarían interesados en asistir”. Lo cual obliga al país anfitrión a desarrollar la correspondiente “tarea diplomática”, a menos que de entrada invoque la incompatibilidad del régimen castrista con un encuentro concebido para “celebrar y proteger la democracia”.  Cosa que implicaría, automáticamente, 8 sillas vacías en Cartagena y un disgusto regional que Colombia quisiera evitar.

Ahora bien, resulta evidente que EE.UU. no admitirá por ningún motivo la presencia de Castro y los suyos; mucho  menos en este momento electoral.  Pero las declaraciones de Correa (acogidas con sorprendente prudencia por Chávez) y la respuesta cubana, exigen una reacción de Colombia, que no puede quedarse simplemente expectante y que, además, tiene un interés que proteger en todo este episodio.

Ese interés es hacer la Cumbre de las Américas y no pasar a la historia como el escenario de su liquidación.  Y una Cumbre sin EE.UU. dejaría automáticamente de ser de las  Américas para convertirse en otra cosa. Al mismo tiempo, una Cumbre de las Américas reunida en Colombia sin el ALBA, pero en particular sin Venezuela, sería también, a su modo, una cumbre fallida.  El objetivo de Colombia debe ser por lo tanto asegurar la participación de esos dos países.  A Cuba en realidad no la desvela el sistema interamericano, pero eso no importa en Quito o Managua (con quienes hay pleito pendiente en la Corte Internacional de Justicia), que tal vez se ausenten de todas maneras. Venezuela puede tener, en cambio, sus propios motivos para no hacerlo.

El desgaste diplomático no será poco, incluso si al final no pasa nada. Pero ante todo hay una lección por aprender en todo esto: en política exterior, la inmodestia es tan nociva como el autismo.

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales