ANDRÉS MOLANO-ROJAS* | El Nuevo Siglo
Lunes, 2 de Enero de 2012

El enigma norcoreano (II)

 (Segunda parte de una entrevista concedida a un diario ecuatoriano a propósito de la muerte del mandamás norcoreano Kim Jong-Il y sus repercusiones internas e internacionales)

¿Kim Jong-un es demasiado joven para ser líder en un país generalmente dominado por una gerontocracia, como sucede en las naciones comunistas?

Todo parece indicar que al menos por ahora no es él quien está al mando, sino esa nomenklatura gerontocrática que rodeaba muy de cerca a su padre. Ese estamento intentará mantener a cualquier precio el statu quo. No hay que hacerse demasiadas ilusiones ni sobre una perestroika ni sobre una primavera norcoreanas.

¿Cabe esperar, como señalan analistas internacionales, que la muerte de Kim frene las negociaciones para que el Régimen comunista renuncie a su programa nuclear?

Al menos en el corto plazo es eso lo que puede esperarse. En todo caso, para Pyongyang el programa nuclear es una garantía de supervivencia (especialmente luego del “precedente” de Gadafi), y al mismo tiempo, un mecanismo de chantaje internacional. Y es muy difícil que renuncie a la ventaja estratégica que esto implica.

* * *

Aprovecho la ocasión propicia de esta primera columna de 2012 para desear a todos los lectores de El Nuevo Siglo, y de esta columna en particular, un Año Nuevo lleno de buenas noticias.

Desde estas páginas continuaremos mirando el mundo, tratando de entender los acontecimientos a veces enrevesados de la política internacional, y esforzándonos por desentrañar su significado; especialmente para un país que, como Colombia, aún tiene que encontrar la respuesta a la pregunta por el lugar que quiere ocupar en el concierto de las naciones y el tipo de orden internacional que le interesa coadyuvar a construir.

Hay una cantidad de historias que empezaron en 2011 y cuyo desarrollo seguiremos viendo a lo largo de este 2012 que apenas comienza. Otras tendrán su desenlace, quizá de una forma que por ahora nos parece incluso inimaginable. Algunas de ellas nos sumirán en el desconcierto y en la incertidumbre. Otras nos revelarán, en toda su complejidad, su sentido último.

En todo caso, como observadores de la política internacional, debemos tal vez sentirnos privilegiados. Vivimos en un mundo en estado de fusión y de rápida y vertiginosa transformación. Estos son tiempos interesantes, en ocasiones angustiantes. Pero también llenos de oportunidades. Y es en ellas en las que deberíamos concentrarnos.

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales