ANDRÉS MOLANO ROJAS* | El Nuevo Siglo
Lunes, 23 de Enero de 2012

Mayas y Foro Económico

No hay que ser maya para mirar este año con preocupación, o al menos con cautela. Estos son tiempos agitados. El relajamiento del orden mundial y el advenimiento de la apolaridad; la aparición de nuevas estructuras, procesos y patrones globales; la tendencia de la política mundial a la anomalía; y el incremento en el número, densidad, interdependencia y empoderamiento de los más diversos actores; son fuentes de turbulencia.   La desintegración identitaria, la decadencia de las potencias tradicionales y la emergencia de otras nuevas, unidos a la volatilidad económica, provocan fracturas por las que circulan fuertes corrientes de agitación, desde Wall Street a la Plaza Tahrir.

El Foro Económico Mundial acaba de divulgar su diagnóstico sobre las consecuencias de este explosivo cóctel. Cerca de 500 expertos, activistas, empresarios y líderes, evaluaron un catálogo de 50 riesgos (económicos, ambientales, geopolíticos, societales y tecnológicos), en términos de su probabilidad e impacto durante los próximos 10 años.

El resultado es un interesante entramado de riesgos cuyo núcleo ocupa una eventual falla en el funcionamiento de la gobernanza global. En ella a su vez convergen los riesgos asociados al incremento en la emisión de gases de efecto invernadero, la insostenibilidad de las transformaciones demográficas, el desequilibrio fiscal crónico y el colapso operativo de los sistemas críticos de los que dependen las complejas sociedades contemporáneas.  Las inequidades severas, la quiebra del sistema financiero global, las consecuencias contraproducentes de las regulaciones globales, y la volatilidad extrema de los precios de la energía y los alimentos, actúan como conectores que refuerzan los vínculos entre estos cinco centros de gravedad del riesgo global.

Pero lo más interesante del reporte es quizá su análisis de las “semillas de la distopía”, en el que alude a la aparición de una nueva clase de fragilidad estatal:  países antaño ricos, viables y funcionales, que acaban sumergidos en la anarquía y el malestar popular ante su incapacidad (inédita) para cumplir sus obligaciones sociales y fiscales.

Los Estados fallidos, a fin de cuentas, fallidos están.  No hay mucho qué hacer por ellos.  Pero éstos, desbordados por la crisis y la ingobernabilidad, forzados a reversar algunos los logros en los que se basa el pacto social, y por lo tanto, con la legitimidad de sus sistemas políticos y su modelo económico fuertemente cuestionados, son otra cosa.  Son los Estados en donde puede empezar el fin del mundo tal como ha sido conocido hasta ahora.  Y en ese sentido, tal vez los mayas tengan razón.

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales