Arde cada cerro en tierra caliente; la brisa vespertina me trae de vuelta un olor agazapado en la trastienda de mis recuerdos junto al de los lirios del valle y el pan caliente. Olor de brasas. A eso huele Cali en verano. Pienso si razón tuvo Zacarías (Zacarías 13, 9) cuando nos avisó que Dios nos haría pasar por el fuego “como se purifica la plata…como se afina el oro”, pero luego me digo: qué culpa tienen los humildes moradores de las veredas de Dapa o los animalitos salvajes de la impiedad de una sequía endiablada o de la codicia de los invasores de siempre de propiedad ajena.
Arde Potrerito en Jamundí. “No tendré piedad de ti. No tendré piedad de mí. Morir matando, matar muriendo, sin piedad de ti, sin piedad de mí. Callejón sin salida: así es esa malsana realidad”, canta el imperecedero Serrat en la playlist de mi refugio. Petro, al igual que todos los presidentes, pronuncia un rosario de palabras huecas y cascadas frases de cajón para rechazar el ataque en este municipio que está más cerca de Cali que Chía de Bogotá y pedir “copar militarmente el territorio”. Pero eso nunca va a pasar. “Es el negocio, socio” lo advirtió J. Balvin en el único verso que le sobrevivirá.
Arde la calma. “Todo se ha tornado tan a corto plazo, tan de corto aliento, tan corto de miras. No tenemos paciencia para una espera en la que algo pueda madurar lentamente. Las acciones se acortan y se convierten en reacciones”. Si quedase un poco de Vida Contemplativa, estaríamos un poco a salvo con Byung-Chul Han de tanto vértigo a cuya propagación en esta tierra caliente contribuyen con creces las redes sociales y lo que va quedando de esa prensa regional que fue grande cuando el periodismo era cosa seria. “No tendré piedad de ti”.
Arden los vínculos sociales. Ahora que nuestros cafés son las redes sociales, ahora que no tenemos acceso a la realidad porque no todos la podemos ver en platea sino desde el gallinero, me pregunto qué aporta a la comprensión de los hechos la prensa en esta tierra caliente si su lectura lo único que produce es crispación de los ánimos y mucha furia en el ágora. La prensa en Cali ha muerto. “Mía es tu ruina, tuya mi agonía/Tan solo somos un par de perdidos/ que no tienen nada que perder”. Es el imperio de las redes sociales donde cada persona se procura sus fuentes de información. Ya no hay comunicación sino bandos enfrentados desde convicciones aupadas por los likes. Tampoco hay verdad ni mentira. Ni siquiera hechos. Sin embargo, Eppur si muove, como dicen que dijo sotto voce Galileo Galilei después de abjurar de la visión heliocéntrica del mundo ante el tribunal de la Santa Inquisición en 1633.
Arde la democracia. Acuerdos sobre la mesa, acuerdos bajo la mesa. En esta tierra caliente preelectoral todos juegan duro sin cara de póker; le quieren restar juego político a Roberto Ortiz, “El Chontico”, dueño del juego de azar más popular en la Cali profunda, por analfabeta funcional; y quitárselo a Diana Rojas, por negarse a jugar con los de siempre, ella que es mujer, joven y clase media. “Sueño contigo/sueño contigo/como la muerte sueña/con alguien vivo”.