La vida de uno, o mejor la vida de un colombiano, está llena de sombras y fulguraciones, de contradicciones y sin razones. Aunque tenemos un temperamento solar, sufrimos con frecuencia de insolaciones. Paradójicamente nos perfilamos como valientes y personas de gran valor y carácter, -tierra de leones dijo Rubén Darío-, pero en la adversidad nos tornamos débiles y firmamos transacciones, no tan altivas, ni decorosas. Sin un disparo, ni un grito de protesta, nos dejamos arrebatar a Panamá y Estados Unidos nos amordazó con una mezquina indemnización millonaria. En que quedó la sentencia popular: “Preferimos morir a claudicar”
Algunos colombianos pasan por la vida como entre pantuflas, sin ruido y hasta si una sola carcajada. Otros son bulliciosos, escandalosos, amigos del show y del espectáculo. El poeta nos recuerda con sabiduría: “Nadie en lo alegre de la risa ríe, que el alma llora cuando el rostro ríe”.
Cuando nos reunimos, no siempre estamos unidos. El agresivo fundamentalismo nos distancia y nos divide. Asusta la frase de Dostoyevski en su novela Hermanos Karamasov: “se odiaban como hermanos”.
En una reflexión como esta nota, es muy expresiva la recomendación de Walt Whitman a su biógrafo Traubel: “Un día Ud. publicará su libro sobre mí” …. ´Cuidado con embellecerme´. Ponga en sus párrafos todos sus mis odios y todos mis infiernos´”.
André Maurois, explorador del alma humana anotaba: “Los apellidos de una persona solo nos suministra sus facciones físicas, sus trajes y algunos detalles exteriores. Mas adentro se desarrollan las peripecias del alma que es un conglomerado de estados y sentimientos, como esas colonias de animales submarinos. Es un hombre habitan simultáneamente muchos hombres…”
El colombiano es más emotivo que pasional, más tenorio que enamorado, promete más que cumple, más rumboso que hospitalario, entra a la guerra como mariscal, a la política como senador -se proyecta recibir esta dignidad a los 18 años de edad- a los negocios como banquero, al matrimonio como Príncipe Heredero, es inconstante, imprudente, iluso e improvisador.
También pasa de la embriaguez inmotivada y de la ilusión al colapso anticipado de la derrota. En algunas regiones es adicto al licor, en otra al juego, en casi todas a los amoríos fugaces. De cada 100 niños que nacen cada año, 60 son de padre desconocido. Machista para procrear y cobardes para asumir la paternidad responsable.
El compatriota es veleidoso, versátil, ceremonioso y sumiso con los poderosos, pero arrogante y soberbio con los humildes.
Prevalece el signo de la postergación. No hagas hoy, lo que puedas hacer pasado mañana. Cuando Tomás Cipriano de Mosquera agonizaba, le preguntó el Obispo de Popayán: ¿Perdona a sus enemigos? Y engreído respondió: “No tengo enemigos, a todos los fusilé”.