Atestiguando la historia | El Nuevo Siglo
Domingo, 2 de Julio de 2017

Una guerra de 53 años no termina todos los días.  Lo que atestigüé el martes pasado en Mesetas (Meta) fue el fruto de grandes esfuerzos. En los últimos 18 años los ex presidentes Pastrana y Uribe, y con creces el presidente Santos, trabajaron para el fin de esta guerra: el fortalecimiento de las Fuerzas Armadas, la reducción de la guerrilla por la vía militar -mas no su exterminio- y la concreción y éxito de las negociaciones conducentes al término del conflicto armado fueron etapas de un proceso complejo, difícil, con errores y aciertos.  Por el lado de las Farc hubo también voluntad para negociar en medio de la guerra, para desmovilizarse y entregar las armas; durante años se sentaron con los gobiernos de turno. Todos cedieron, Estado y guerrilla; ahora les corresponde a ambas partes cumplir lo acordado. Hoy hay una guerra menos en el mundo; es preciso que celebremos y actuemos valerosamente para que no se repita.

"Más allá de acuerdos suscritos, la paz es un convenio entre corazones, la paz es el acuerdo de las almas que entienden que hay formas mejores de vivir y resolver las diferencias". Estas palabras del presidente Santos fueron pronunciadas en medio de un rito.  Necesitamos hitos, rituales de inicio o despedida que enmarquen nuestras vidas: el bautismo, las exequias, el matrimonio, el divorcio. Vi en ese ritual del martes, de cierre y apertura, a personas con caras de alegría y sentí sus esperanzas, sin importar su condición de miembros del gobierno, ex combatientes, congresistas, diplomáticos, periodistas, militares, policías, citadinos, campesinos, mujeres u hombres.  Hubo coros de "viva la paz", porque es preciso construirla. A eso estamos llamados, pero se nos olvida lo esencial, por ser presas del ego: que somos seres humanos, hechos todos de lo mismo. Claro que es parte de la vida estar en las sombras, esas que nos permitirían aprender, si lo quisiéremos.  Desperdiciamos la sombra cuando elegimos no aprender nada porque la rabia, la envidia, el miedo, la avaricia, la parálisis, la vanidad o la gula son más grandes que nosotros mismos.

Por supuesto que al finalizar este proceso hay heridas abiertas. La reparación de esas lesiones depende principalmente de quien las lleva: tenemos el poder para elegir si seguimos cargando con el pasado o lo soltamos. Por ello muchas víctimas reales han perdonado a sus victimarios y hoy están reconstruyendo sus vidas, porque sus corazones heridos no fueron más grandes que el ser que los contiene.  Como afirmó el padre Francisco de Roux, lo que viene ahora más que de futuros políticos se trata del futuro común como humanidad, esa que conformamos aunque no todos estemos listos para asumirlo.  Sí, la paz es un asunto del corazón; la cabeza tendrá muchas razones para seguir la guerra, porque no se resolvió “a mi manera”, porque “hubo acciones imperdonables”...  Solo quienes estén en conexión amorosa consigo mismos podrán alcanzar la paz.  Los demás algún día -cercano o lejano- podrán hacerlo, para que también construyan la suya.

*Ph.D en Educación con especialidad en Biopedagogía